Luto tricolor: ya mataron al PRI
Francisco Rodríguez lunes 27, Nov 2017Índice político
Francisco Rodríguez
George Orwell, el autor de Rebelión en la granja, el que dijo que en la supuesta igualdad siempre había unos más iguales que otros, también llegó a afirmar que no debían pedirse buenos modales ni educación a quien no trajera un penique en la bolsa, menos a una persona enferma. El escritor sabía de eso un buen trecho.
“Cuando perseguía el dinero nunca tenía suficiente. Cuando tuve un propósito en la vida y me centraba en dar de mí mismo y de todo lo que llegaba a mi vida, entonces era próspero”, escribió Wayne Dyer, el autor del mayor best seller de autoayuda, Tus zonas erróneas. Preocuparse sobre lo que no se tiene control, te mantiene paralizado.
La absoluta necesidad y la abundancia del paranoico son igual de extremas. Pero siempre son rebasadas por las actitudes del hombre enfermo a cargo del poder. No son casuales las exigencias en casi todos los países de que el candidato a los puestos públicos se someta a exámenes rigurosos. La privacidad cuando se trata de estos menesteres, no debe existir.
Porque de la salud física y, peor, de la mental de un individuo poderoso depende la vida de millones de personas. La subsistencia de una nación, y a veces el equilibrio de fuerzas dentro de una zona hegemónica. Es demasiado lo que está en juego para atenerse a un capricho pudibundo de no mostrar los males, antes de causar cualquier desastre.
Esto es así desde que el mundo es mundo. Un gallo diferente le hubiera cantado a Cleopatra, la reina egipcia, si no hubiera descubierto, gracias al apoyo de las eminencias médicas africanas, el tremendo mal que aquejaba a Julio César: los ataques epilépticos que lo dejaban fuera de la jugada.
O si Eva Braun no hubiera detectado a tiempo las dolencias psicosomáticas de Adolf Hitler, y su necesidad de recluirse en su búnker alpino para pintar y relajar sus quejumbres. Esos conocimientos y esas artes les otorgaron a esas mujeres el control sobre hombres enfermos y descocados. Quienes quisieron escribir las últimas historias de nuestros milenios.
Si la estancia en la tierra es tan corta, debería ser por lo menos agradable. En pocas palabras, se trata de una vida y de hacer con ella un sitio confortable para vivir, sano y salvo. Es mayor enfermedad querer conducir un barco en la tormenta, que aceptar ceder el mando cuando no se tiene la salud suficiente para aguantar el chaparrón.
El problema en todos los tiempos ha sido que el hombre enfermo y desvalido se resiste a aceptar su decadencia. Quiere hacer tronar su chicharrón a pesar de toda evidencia de colapso mental, económico, físico, orgánico, moral. Es atroz el cuadro, pero algunos países llegan a vivirlo. Desde aguantar a quien no le importa que lo aguanten.
Como siempre, en México estamos “ensartenes”. Por la obcecación de los enfermos a mandar, aunque no puedan, por resistirse a ser sustituidos en los momentos calmos y oportunos, cuando no se suscitan tormentas ni ciclones en los cambios de mando, y precipitar entonces a un país, junto con su propia paranoia de poder.
Un individuo ambicioso y desafortunadamente sano físico, aunque descarriado mental, Luis Videgaray, se aprovecha de un hombre disminuido en sus aptitudes físicas y en sus reacciones normales ante cualquier eventualidad, para manejarlo en la medida de sus antojos, sin límite del ridículo, sin horizonte en sus atrevimientos.
“A pesar de los enormes recursos materiales de que dispone la Presidencia de la República, no ha sido posible mantener el vigor y la frescura en la imagen de un político que avanzó en su carrera gracias a su prestancia física, Los Pinos no logra ocultar la delgadez, el rostro demacrado, la angulosidad remarcada…
… y otros detalles que abonan las percepciones de una mala salud en espiral ascendente”, comentaban los periodistas más prestigiados. La salud del mandatario en turno se volvió tema de interés público, desde que los medios internacionales revelaron que Peña Nieto se sometía, por segunda vez en pocos meses, a una intervención quirúrgica de alto riesgo, sin que la opinión ciudadana conociera la enfermedad secreta del presidente.
”Está en los huesos. Me dio la mano y me abrazó, y en ese momento sentí que era como un esqueleto, ojeroso, demacrado, enfermo”, reveló Sanjuana Martínez, citando una fuente anónima, de cercanía, galardonado por el círculo de Los Pinos. Y eso tiene más de dos años, durante los cuales una buena parte del presupuesto nacional se ha ocupado en maletas para acallar las voces que exigen el revelar el estado físico y mental del mandatario.
A contracorriente del mundo, en ningún momento de la campaña victoriosa del mexiquense hubo ni Programa de Gobierno mínimo, ni documento certificado sobre el estado de salud del pretenso. A pesar de que los funcionarios han abusado de la técnica del polígrafo para desechar incómodos en los aparatos de seguridad, ellos nunca se sometieron a algún escrúpulo, aunque fuera de ese jaez.
El absurdo de convertir un atropellado Pacto por México, desnacionalizador, anticonstitucional y entreguista —propuesto por personitas defenestradas en el control de sus partidos, blanquiazules, verdes, tricolores y amarillos— en Programa de Estado, es el certificado de defunción de un régimen que nunca estuvo a la altura de ninguna circunstancia.
Pero finalmente, la necesidad de la restauración del Estado o lo que quede de él, es la factura que los mexicanos tendremos que pagar por esos desaguisados de falta de prevención médica y política, en los que también incurrieron los mexiquitas, dentro de una larga cadena de errores, rapiñas y masacres.
Obviamente, una persona enferma, digna de cualquier compasión, se convierte en indeseable cuando a todo costo pretende seguir tocando el pandero. Y digo pretende, porque se ha vuelto más que evidente que todo esfuerzo es nulo. El centro neurálgico de cualquier desvalido es concentrar sus energías en sus padecimientos.
No debe proyectar sus indefensiones al resto de la sociedad. Ni desmantelando el Estado, como lo hicieron el octomesino Salinas de Gortari y el felón Zedillo, ni masacrando sin piedad a la población inerme y desterrada como lo hace Videgaray, en nombre y firma de un hombre afectado en su atributos orgánicos y cerebrales. No es admisible.
Rebasa toda lógica y enferma al resto de la sociedad. Un pueblo de más de cien millones de pobres, miserables y necesitados no merece esas recetas. Estos mexiquitas están de verdad para el patíbulo, o para la camisa de fuerza. La ambición toca los dinteles del sacrificio, en aras de la enfermedad.
Véalo usted mismo a partir de la esquela aparecida en redes sociales, hecha circular por los militantes y activos de su propio partido, en la que se revela la angustia de un esqueleto político en vías de desaparecer: el PRI. Es un testimonio válido que se agrega a todas las anécdotas bufas de esta esquizofrenia del poder arrebatado:
“Con profunda pena expresamos nuestro más sincero pésame a los priístas de México por la lamentable pérdida de sus militantes en todo el país y en especial al doctor Luis Videgaray Caso y a su compañero de trabajo, Enrique Peña Nieto, quienes al perder a todos los militantes de su partido optaron por ‘invitar’ a un ciudadano a ocupar la candidatura del partido de Plutarco Elías Calles a competir por la Presidencia de la República.
“Pronta resignación a miles de militantes que deberán encontrar fortaleza para hacer una campaña difícil y sin ánimo que los lleve de la mano a ocupar el segundo o tercer lugar como fuerza política nacional”, reza la esquela en comento.
Ni pa’ dónde hacerse, ni cómo ayudarlos. Ha sonado la trompeta de la estampida.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Apenas el viernes le informaba aquí de lo bien que, dicen, va el romance de Emilio Gamboa Patrón con una senadora norteña en vías de disolución jurídica de su matrimonio. Y ese mismo día la (mal) llamada Cámara alta aprobó por unanimidad un proyecto para derogar el artículo 158 del Código Civil Federal y eliminar el plazo que prohíbe a la mujer contraer nuevos esponsales después de un divorcio. Con dedicatoria, el multimillonario yucateco ya no tendrá que esperar 300 días para la nueva boda. ¡A sus órdenes, jefe!, parecerían haber gritado los legisladores mientras alzaban la mano. + + + Escribe don Miguel Ramírez en la sección Correspondencia de los Lectores: “Continúan presentándose comentarios totalmente disímiles en torno al Frente Ciudadano por México. Van de lo positivo a lo negativo. Entre los puntos buenos que se le pueden asignar a esta agrupación, está que tanto el PRI-Gobierno como los medios de comunicación de alquiler que conocemos no dejan de atacarlo. Lo que sigue provocando desconfianza es que gente de la inexistente mafia del poder, (“¿Verdad que no existimos, Carlos? / Claro que no, Diego”) está entre sus filas. Cuando se designe a su candidato a la elección presidencial del próximo año, inevitablemente se producirá una crisis en el FCM que puede disminuir su fuerza. Pero, de acuerdo a como es la política mexicana, no descartemos que lo que vemos en esta agrupación sea una simple apariencia. Que su real motivación sea diferente a lo que dice y que, como las grandes jugadas de ajedrez que hacía Capablanca, se conocerá hasta el quinto movimiento de una pieza.” + + + Que hoy, hoy, hoy podría ser el “destape” del candidato del PRI a la Presidencia porque, dicen los lambiscones, “al señor Presidente le gusta el número 27; es su número de la suerte”. Ojalá fuese el país el que mereciera mejor “suerte” y no un individuo enfermo que tanto ha dañado al país, ¿no cree usted?
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