Plumas vs pistolas
¬ Augusto Corro lunes 20, Nov 2017Punto por punto
Augusto Corro
En la colaboración reciente nos referimos a la impunidad que beneficia a los asesinos de periodistas. Hablamos concretamente de la muerte del comunicador sinaloense, Javier Valdez Cárdenas, ocurrida en mayo pasado y de los criminales ni su rastro.
Las autoridades no informan en qué estado se encuentran las investigaciones. Es posible que la policía ya no se acuerde del caso.
El fin de semana, el titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Luis Raúl González Pérez, dijo que del total de 178 homicidios y desapariciones de periodistas, así como atentados a medios informativos, solo el 10 por ciento tiene sentencia condenatoria. En el 90 por ciento restante los agravios quedaron sin castigo.
El ombudsman participó en un foro sobre libertad de expresión en Mérida, Yucatán. También recalcó que la impunidad incrementa a su vez el número de agresiones. En lo que va del año 10 comunicadores fueron asesinados en diferentes partes del país.
No castigar a los asesinos de periodistas provoca que los atentados se repitan. Luego reprochó que las autoridades federales no cumplan con su deber de prevenir, investigar y sancionar los crímenes contra comunicadores.
El hecho es que los representantes de los medios informativos se encuentran sin protección alguna, en una franca desventaja. Las plumas de los periodistas no tienen el poder destructivo de las pistolas. Sin duda, hay una gran diferencia.
¿Y los damnificados?
México fue sacudido por los terremotos en el mes de septiembre. A dos meses de distancia, el posible regreso de miles de personas a su vida cotidiana, a la normalidad, no se ve cerca.
Son varios los factores que confluyen en la tardanza para la reconstrucción en la Ciudad de México y en el interior del país. Claro que no es una situación fácil de resolver. Sin embargo, la negligencia y apatía de las autoridades para encontrar soluciones, cada día se complica más.
Los sismos, como se ve ahora, volvieron a sacudir la tierra, pero también a los gobiernos, en sus diferentes niveles. No fueron suficientes los simulacros para evitar la muerte de cientos de personas y miles de damnificados. Tampoco el derrumbe de edificios, casas, etc.
En México ya teníamos la experiencia de otros terremotos, pero no quisimos entender que no se trata de un juego de niños. Los fenómenos naturales son impredecibles: no avisan de su llegada, ni de los daños que provocarán.
En este renglón, quienes nos gobiernan desde hace tiempo deberían contar con los recursos suficientes para actuar de inmediato en la reconstrucción de ciudades y pueblos dañados por los temblores.
No ocurre así. En cuanto empieza la tragedia, los funcionarios públicos se apresuran a tomarse la fotografía en las zonas de desastre, con los damnificados, para que el mundo contemple que están pendientes de lo ocurrido.
Pero la realidad es otra, los afectados por los terremotos, no todos, pero sí una mayoría, desde que ocurrieron los sismos su suerte cambió radicalmente. Perdieron familiares, casa, trabajo, etc., y ahora esperan que las autoridades les ayuden a levantar su casa, a obtener recursos para iniciar una nueva vida, etc.
Pero a esas autoridades les importa poco el sufrimiento ajeno. Se trata por ejemplo de “grillos” que por arte de magia alcanzan un asiento apoltronado en la Asamblea Legislativa. Desde sus cómodos asientos discuten sobre todas las ocurrencias, menos sobre lo que interesa para atender las demandas de justicia de los damnificados.
Además de sus manifestaciones de estos días, los afectados por el sismo, de diferentes zonas dañadas en la Ciudad de México, efectuarán, el próximo martes, un bloqueo en las inmediaciones de la Asamblea Legislativa, para inconformarse con la propuesta de Ley de Reconstrucción capitalina que se busca aprobar sin que los tomen en cuenta y porque no les garantizan el apoyo necesario.
El daño de los sismos se multiplica ante la indolencia e indiferencia de los políticos que se encuentran más dedicados a sus negocios personales, que a atender las necesidades de sus representados.
Nos queda claro, pues, que la reconstrucción de la Ciudad de México será muy lenta. ¿Tendría que ser de otra manera? Es posible; pero no en la capital mexicana, donde primero se atiende los caprichos de los políticos y luego las necesidades de sus habitantes.