El “dedazo”, sólo para salvar su pellejo
Francisco Rodríguez lunes 20, Nov 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Fiel a sus costumbres, el gobierno empieza a repartir, para ser reproducidos a precios fantásticos entre medios afines y textoservidores, una serie de boletines oficiales de corte ansiolítico, aquellos que se utilizan para regular las corrientes emocionales que atacan el cuerpo de los pacientes antes de algún tratamiento cardíaco o vascular.
Tienen como finalidad repetir incesantemente los retintines de rigor: no habrá crisis de fin de sexenio… las finanzas del aparato están en condiciones excelentes de salud… el Seguro Social se encuentra en números negros… ya se venció la emergencia financiera… golpe al narco… no más gasolinazos… se crean tres millones de empleos en el sexenio… y un curioso etcétera rocambolesco en el que por supuesto figuran las encuestas ¡que colocan al PRI en los primeros lugares de las preferencias electorales!
Para quienes vivimos en medio de este desaguisado, los mensajes encriptados no quieren decir otra cosa que la rendición anticipada ante lo inevitable. Un catálogo de deseos truncos, recetados al respetable antes del hachazo final, el que vendrá inexorablemente de seguir las cosas como van.
Porque una economía que ha sido arrasada desde sus cimientos no puede responder mágicamente ante los acontecimientos negativos. La estanflación que nos devora desde la llegada de los mexiquitas, que sólo produce inflación y encarecimiento generalizado, depreciación de la moneda y nulo empleo funciona solita, en tractos sucesivos.
Ni el peso se recupera, ni bajan los delitos de alto impacto, ni se ha creado un solo empleo formal con prestaciones y salarios justos, ni se detienen las alzas en gasolina, luz y diésel, ni aminora el efecto salvaje del narcotráfico en la vida cotidiana de los mexicanos: son fallas estructurales, no cifras que puedan manejarse al contentillo de un régimen en estertor.
Lo asombroso es comprobar en los hechos que el régimen se encamina hacia su fin, entre coletazos y toneladas de lodo a los adversarios, de las cuales no hemos visto más que la puntita. Vienen meses de intenso bombardeo mediático en pos de nada, sino de decepcionar a los mexicanos sobre cualquier alternativa de régimen político distinta al PRI y a los que hoy lo mangonean.
La tirada es dejar la absoluta convicción de que, después del PRI–Verde–Panal llegará el diluvio. Que no hay otra forma de organización que no deba basarse en el presidencialismo absolutista, en las cámaras adocendadas, en la Judicatura dominada y envilecida, en un poder administrativo al servicio de la delincuencia.
Fuera de ahí todo debe ser Cuautitlán. Llegaría el infierno de todos tan temido. La defensa de la soberanía popular es física y naturalmente imposible. La lucha por eferrarse al poder encuentra en estas expresiones fatalistas su razón de ser. No quieren el poder, exigen la impunidad de los mexiquitas.
A su llegada, fintaron a la población con los cuentos chinos de buscar el poder como una devoción al servicio público, estaban hechos para eternizarse en el mando, buscaban instaurar una dinastía graciosa con proyectos a 25 años, como correspondía a un país necesitado de estabilidad en el cambio profundo.
Ellos eran los que sabían cómo hacerlo, regresaban para imponer el orden y la democracia, para dar continuidad a programas de gran calado, como las fallidas reformas estructurales que nunca supimos para qué servían, pero que retrasaron el crecimiento, anularon la esperanza, secaron la economía… y jamás fueron puestas en práctica para ningún efecto.
Se trataba de borrar toda huella de algún sistema anterior. Llegaban a fundar un modo de ser, una manera de vivir, de respirar y de actuar en política y en diplomacia. Cuando nos dimos cuenta de cuál era su verdadero perfil, y nos topamos con su incapacidad absoluta, esto ya no tenía reversa. Se dedicaron a lo suyo: robar, reprimir, deshacer.
Ahora su objetivo de aferrarse al hueso no tiene una explicación de largo aliento, de permanencia en beneficio de algo, todo se reduce a repetir para salvar el pellejo, ante la inminencia de un proceso electoral cuyo resultado puede acabar con su molicie y su libertad personal. El triunfo de cualquier miembro de la oposición los recluiría en bartolinas.
Cualquier partido político de los que participan en el actual proceso electoral sabe que, de triunfar, habrá de proceder irremediablemente en contra de los causantes del desastre. De no hacerlo en los primeros días de su gestión, el poder se les desvanecería entre los dedos en unas cuantas horas.
Hoy, el bono democrático es la restauración de la credibilidad en la política. Ya no lo es tanto operar, crecer, impartir justicia, imponer el orden, restablecer la seguridad perdida, volver a los ritmos del crecimiento económico. Hoy, la razón de ser de cualquier opción diferente al PRI – Verde se encuentra en procesar a la pandilla de bandoleros.
Y no se trata de instaurar un Estado vengativo. Es simplemente una necesidad urgente, un correctivo ontológico del que depende la supervivencia del país y del sistema mismo. El daño causado es demasiado grande, sumamente vil, irreparable en términos del sistema común y corriente de ejercicio.
La viabilidad de cualquier régimen político mexicano depende de ese ajuste de cuentas indispensable, irremisible, impostergable. Se trata de una razón de Estado sin la cual no se entendería a ningún Estado posible. Eso lo saben, por eso se aferran al hueso; es su forma de aferrarse a la libertad y a la custodia de lo malhabido… que no es poco.
Desesperado, Enrique Peña Nieto recurre a la ronda V de negociaciones del TLCAN para lograr la bocanada de oxígeno que permita sobrevivir a la opción de hacer candidato a Videgaray, único héroe a la altura del arte: el palomeado por el yernito gabacho.
No hay otra explicación del retraso en la ceremonia del ungido. Aunque por todos los flancos del ring siga insistiéndose en destapar a los incautos —Meade a la punta de la estampida— quienes saben en el fondo que son tancredos al servicio del dedo mayor. No hay otra alternativa para Peña que recurrir a su soporte emocional en estas horas de angustia existencial.
Los mexicanos debemos estar preparados para sufrir el asedio de cataratas de majada política que lloverán de todas partes, en busca de la desacreditación de cuanto candidato no sea del agrado de las espaldas de Los Pinos que deben cuidarse antes que al país.
Resistir este último tramo es vital para tomar una decisión acertada, para redactar en los libros de la historia futura la voluntad de deshacernos de los impostores, de los que traicionaron la confianza y la voluntad popular, de quienes entregaron el país sin decir agua va.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Inició la purga tricolor. El primer eliminado formalmente es Miguel Ángel Osorio Chong a quien ayer se exhibió en una cadena de corrupción que involucra a dependencias bajo su (supuesto) cuidado, a constructoras que tienen su sede en Hidalgo, terruño del titular de Gobernación, y a muchos miles de millones de pesos de los contribuyentes. La información del periódico Reforma señala: “En cinco años, nueve constructoras hidalguenses han obtenido por lo menos 63 contratos que suman más de 2 mil 560 millones de pesos. Los contratos millonarios han sido entregados por funcionarios cercanos al actual secretario de Gobernación. Tres de las empresas involucradas están vinculadas con Jesús Murillo Karam, ex titular de la PGR y (también) ex mandatario de Hidalgo. Se trata de las constructoras Alvarga Construcciones, Kouro Desarrollos, Demovial, Construcciones y Terracerías Gocatsa, Piram, Itrio Arquitectos, Gromac Construcciones, Grupo Xamay de Desarrollo y Grupo Constructor Tulancingo. Los contratos han sido otorgados por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), principalmente por su delegación en el Estado de Hidalgo. Ambas dependencias tienen una característica en común: desde enero de 2013 son dirigidas por ex funcionarios del gobierno de Osorio Chong en Hidalgo.” + + + Fuego amigo: Antes, desde el jueves anterior, comenzó a circular, vía WhatsApp, un bien elaborado texto en el que se dice que El Chino –como le llaman quienes lo tratan— ya tiene la bendición de ¡Donald Trump! Se lo transcribo, por si usted no lo conoce: “Miguel el candidato. Fiel a su costumbre, Miguel Ángel Osorio Chong se levantó a las 10 de la mañana. Como siempre, había salido del Palacio de Cobián (sic) a las 3:15 de la madrugada y había llegado a su casa de las Lomas de Chapultepec casi a las 4. Iba camino a su oficina cuando sonó el celular —encriptado por técnicos finlandeses— por el que sólo se comunicaba el presidente Peña Nieto.
—Urge que te vengas a Los Pinos.
—En este momento, señor presidente. ¿Pasa algo malo?
—Aquí te cuento.
Llegó a la residencia oficial media hora después. El presidente lo esperaba en el Salón Adolfo López Mateos. Estaba en mangas de camisa y con la corbata roja desanudada. El secretario se quitó el saco e hizo lo mismo. Peña le dio un saludo rápido y le mostró un documento que revisaba con Erwin Lino.
—Es una encuesta hecha por el gobierno estadunidense. La embajadora Roberta Jacobson me la trajo muy temprano. Hablé con Trump por teléfono.
El documento mostraba que López Obrador aventajaba a Osorio Chong por cinco puntos y al Frente Ciudadano, sin candidato, por casi diez.
—Siéntate, secretario. Déjanos solos, Erwin —ordenó resoplando.
Osorio no atinaba qué pensar.
—Sabes que no eres mi candidato. Te aprecio mucho. Todo este tiempo te he dado pruebas de mi confianza.
—Lo sé, presidente, y es recíproco.
—Voy al grano. El presidente Trump me dijo que si quiero firmar el Tratado de Libre Comercio el candidato de nuestro partido debes ser tú. ¿Quién es tu contacto con Trump?
—No, señor presidente, para nada. Sabes bien que no tengo contacto ni con el presidente Trump ni con nadie de su Gabinete.
—¿Entonces de dónde saca que tú debes ser el candidato?
—Soy el primer sorprendido, señor. Ni siquiera hablo inglés.
—Estamos en aprietos, secretario. Trump se puso muy necio en ese tema. No me deja opciones.
—Dime qué hacemos, presidente.
—No sé. Ya cité a Videgaray, a Meade, a Nuño, a Narro y al general Cienfuegos.
—Yo haré lo que tú me digas, presidente. Mi lealtad ante todo.
*Peña Nieto le dijo a Osorio Chong que no se fuera, que lo esperara en su privado, que iba a hablar con los otros secretarios antes de tomar una decisión. Lo miró con cierto recelo cuando dijo estas palabras, como si desde Bucareli le hubieran arrebatado algo. Osorio fue conducido por Erwin Lino. Nadie decía nada. Sólo se escuchaba el sonido de los zapatos italianos contra el piso de mármol. Lino le ofreció café. “No, gracias”, respondió Osorio. Se quedó solo. Escuchaba su respiración. Se tocó el pulso. Estaba más alterado que cuando le dijeron que el Chapo Guzmán se había escapado.
*El presidente entró al privado. Lo miró sin decir palabra. Se sentó detrás del escritorio. Osorio se cambió de silla. Peña Nieto respiró profundo. Por fin habló. Le dijo que había vuelto a hablar con el presidente Trump y que éste había sido más enfático que la primera vez, que no quería cambiar de opinión, que estaba obsesionado —así se lo dijo— con su postura. Osorio Chong no parpadeaba para no perder detalle. Le quedó claro que el presidente seguía contrariado.
—Ya hablé con tus compañeros secretarios. Ya te imaginarás las reacciones. No todos vinieron. Pepe Meade y Narro se conectaron porque andaban de gira… Nadie te quiere, Miguel Ángel.
—Ignoro las razones, presidente.
—¡No! Sí las sabes. ¡Claro que las sabes! Aquí el problema es que tengo que tomar una decisión a contrapelo. Me rompiste los tiempos, secretario.
—Señor, no tengo nada que ver en eso. No conozco a nadie del entorno del presidente Trump. Pero pongo mi lealtad por delante. Renunciaré a mi cargo y me iré a mi casa, presidente.
Peña Nieto lo vio con una mirada cargada de ambivalencia. Mitad odio, mitad aprecio.
—Ése no es el camino, Miguel Ángel. Sólo te pido que no te vayas a poner en mi contra cuando seas candidato y luego presidente.
—Jamás lo haría, presidente.
—Llámame Enrique. Así lo has hecho desde que éramos gobernadores.
—Eres mi amigo, Enrique. Jamás te traicionaría.
—También te pido que seas generoso con Videgaray, con Meade y con Nuño. Narro y Cienfuegos ya sabrán qué hacer. Pero a mi gente no la toques, Miguel Ángel.
—Así será, Enrique.
—Ya le dije a Pepe Meade que se prepare para irse al Banco de México en lugar de Carstens. Videgaray me presentó su renuncia. Por supuesto que no se la acepté.
—Muy bien, señor.
—¿A quién quieres en el PRI? Con Ochoa Reza te llevas de la chingada.
—Me gustaría Claudia Ruiz Massieu.
—Ok. Que suba. Prepara tu salida de Gobernación para que el partido te destape en los tiempos que marca la ley.
—Sí, presidente. Muchas gracias.
—Llámame Enrique, Miguel Ángel. Enrique.
*Apenas llegó a Gobernación, llamó a Jorge Márquez, su oficial mayor. En media hora le hizo la crónica puntual de su visita a Los Pinos. Márquez lo abrazó y convocó a Rosario Robles y a otros funcionarios que se la habían jugado por él desde el principio. Toda la tarde fue de acuerdos y abrazos. Abrazos discretos, para no herir al inquilino de Los Pinos. “Muerto el perro se acabó la rabia, mi candidato”, le dijo entre susurros la titular de la SEDATU.
Caía la noche cuando el secretario se llevó a Márquez a comer unos tacos a San Cosme. Los taqueros lo reconocieron cuando bajó de la Suburban negra.
—¿Cuántos le preparo de cachete, licenciado? ¿Los de siempre?
*Llegó a la casa cuando Laura, su mujer, dormía. No la quiso despertar. Salió al jardín y se sentó en una banca. Pensó en el abuelo chino cantonés que un día regresó a su patria y dejó a la abuela sola. Pensó en las carencias de la infancia: su padre, ligado al sindicato del IMSS, ganaba lo suficiente para mantener a la familia. Pensó en sus hermanos mayores —Eduardo y Luis— trabajando como intendentes para ayudar en los gastos familiares. Se vio iniciando en la política gracias a un protector que terminó en estado de coma. Recordó sus encuentros terribles con los estudiantes de la Normal “El Mexe”. Lanzó un suspiro largo cuando se puso de pie y revivió el diálogo ríspido con el presidente. No tenía sueño. Estaba entero. No quería dormirse y despertar sabiendo que todo, hasta la mirada rencorosa de su amigo Enrique, era parte de un sueño. Un intransitable y generoso sueño. Se preparó un café. El primero del día. Y por fin dejó escapar una sonrisa. El niño pobre del Gabinete se había comido a todos los juniors y yuppies de la comarca.”
www.indicepolitico.com
pacorodriguez@journalist.com
@pacorodriguez