Lavado de cabeza
Freddy Sánchez jueves 16, Nov 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Una terapia colectiva nos hace falta a la mayoría de los mexicanos. Y no sólo para evitar el estrés postraumático, a causa de los sismos de este año, que muchos coterráneos siguen padeciendo por falta de atención sicológica, aparte de aquellos que no han podido dejarlo atrás desde aquel otro funesto y devastador movimiento telúrico acaecido en 1985.
Después de un terremoto, siempre será buena idea tomar una terapia. Como lo es también hacerlo regularmente cuando se lleva una vida de características “trepidatorias”, como es el caso de nuestro país, sacudido constantemente por los golpes emocionales derivados de uno y mil problemas sociales sin resolver.
De hecho, podría decirse que antes de la Conquista española y después de la Independencia, la Revolución y una sucesión de mandos militares y civiles de distinta afiliación partidista, México ha estado padeciendo de un interminable cataclismo de políticos y gobernantes cuyo desempeño altera el estado mental de la población, debido a sus incorregibles abusos, desviaciones y patrañas.
Cómo entonces no sentirse al borde del colapso emocional con toda esa basura gubernamental que afecta el estado de ánimo, enerva y provoca náuseas cada que está por concluir y comenzar un nuevo gobierno, con ofertantes de supuestos grandes cambios en bien de la sociedad, siendo que comúnmente, sean los que fueren los responsables de estas promesas, siempre quedan a deber.
Es cierto que muchas de las instituciones funcionales y dignas de respeto y reconocimiento social, se crearon con auténtico afán de servir al pueblo, pero cuánto más no se podría haber hecho a favor de la mayoría, si el factor común entre los que asumen cargos de representación popular, no hubiera sido ante todo y por encima sacar algún provecho personal en el ejercicio del poder y lo que es más grave e irritante para las masas, en sinnúmero de casos incurriendo en una voracidad sin límites cobijada por la complicidad y el encubrimiento de socios y comparsas en la ritual y casi sagrada e inamovible costumbre de llegar a un puesto público con el principal deseo de acumular riqueza y a veces no sólo para una sino varias generaciones de familias de políticos, funcionarios, líderes sindicales y grandes empresarios insaciables y corruptos.
De ahí que una alta cantidad de mexicanos, ajenos a tantos abusos de poder, inevitablemente padezcan de una crisis emocional recurrente que los sumerge en una continua desesperación y angustia, sabiéndose impunemente victimizados y sin poder hallar la debida cura a sus males.
Sucede lo mismo que con una esposa constantemente maltratada por un marido alcohólico y golpeador, al que no se le soporta debido a su incorregible conducta abusiva y prepotente, pero tampoco se sabe qué hacer para evitarlo.
Cualquier psicólogo o psiquiatra que se respete recomendaría ante un mal como esos, cambiar de actitud ante esa vida de sufrimiento, tratando de hacer algo para sufrir menos o de plano cambiar de vida lo que implicaría divorciarse definitivamente de ese torvo y malvado sujeto que abusa y se ufana de hacerlo.
Lo malo para el caso de la mayoría, es que aun estando dispuesta a echar fuera de su vida a esos nefastos políticos y gobernantes que el destino ha puesto en el camino de la nación, infortunadamente no hay mucho de donde escoger.
Políticos van y políticos vienen y casi siempre es lo mismo. El pueblo sigue sufriendo y el alivio lamentablemente no se logrará con terapia colectiva, sino con la voluntad de los políticos para recurrir al psiquiatra a tratarse de su megalomanía, narcisismo y sociopatía, a fin de que antes de ejercer el poder les den un buen lavado de cabeza.