Las trasnacionales de la nieve y el pulque
Francisco Rodríguez viernes 10, Nov 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Se ha dicho con justa razón que las únicas trasnacionales realmente mexicanas han sido las cadenas de paleterías “La Michoacana”. También el pulque. Las primeras, neverías de gran prestigio en el territorio y en Estados Unidos y Centroamérica, fueron construidas con grandes esfuerzos. El pulque, por su parte, forma parte de nuestra tradición interrumpida.
En un desastrado arrebato de sumisión colonial, los mexicanos abandonamos la cultura del pulque, producto de una planta que se da en todo el Altiplano y nos encuerdamos, por nuestro afán de imitamonos, en producir vino, cuando la vid es un cultivo propicio sólo en regiones minúsculas del país.
Las grandes fortunas mexicanas de 300 años a la fecha se forjaron a base del maguey. Molina Enríquez, Esquivel Obregón, Rabasa y los precursores intelectuales de la Revolución tildaban a los porfiristas de ser cómplices y paniaguados de la aristocracia pulquera. No les faltaba razón. El término fue retomado por José Vasconcelos.
Los grandes caciques de Hidalgo, el Estado de México, Puebla y Tlaxcala, señores de horca, cuchillo y derecho de pernada, construyeron los cascos de haciendas que todavía enseñorean los alrededores del Valle de los Volcanes. Los titanes del alambique son precursores de una manera de ser y de reprimir.
Cuentan que cuando Nazario Ortiz Garza, zar absoluto del brandy mexicano estaba a punto de morir, convocó a sus familiares más cercanos alrededor de su lecho, para confiarles su último secreto: “el vino, hijos y nietos, también se puede hacer de uva”.
Coronaba la última artimaña de quien también nos engañó con el cuento de la fiebre aftosa, y el uso de su rifle sanitario que liquidó el ganado mexicano de alto registro y abrió las puertas a la colonización de los vacunos texanos, ayudado por sus eficientes ujieres, Raúl Salinas Lozano y Carlos Abedrop, que acabaron como los grandes capitostes del sistema político y financiero.
Dejamos en el camino la cultura del pulque, además de olvidar entretenimientos muy nuestros, como los juegos del rentoy y de la rayuela, el consumo de oligoelementos sumamente necesarios para la salud, la infinidad de empleos que generaba el tlachicotón, como aquellos que desempeñaban los hábiles curtidores… … de las pieles de borrego para manufacturar las vejigas que lo almacenaban y cargaban, los artesanos fabricantes de los acocotes, viajes en forma de probetas que usaban los chimizcleros para succionar el vientre del maguey, los burreros que transitaban los caminos con sus recias de mulas portadoras del líquido muchachero… … los maestros, expertos en las variadas artes y ciencias de la fermentación en los grandes tinacales que tenían zonas prohibidas a la intromisión de las embarazadas, por aquella leyenda de que impedían lograr la exacta espirituosidad del carablanca. Hoy en día el pulque sólo es un elixir para conocedores de la tradición hermética.
Muy pocos pueden disfrutar de los chivitos y las catrinas, medidas de los tarros del enorme pulque, que por su alto contenido de hierro hasta regresa la leche a las amamantadoras, pues es una enzima casi milagrosa, y rejuvenece los gastados cuerpos de grandes amantes, obsesivos de la sexualidad, como nuestros antepasados. Hasta el fenomenal Pedro Navajas, padrote de la leyenda urbana, se rindió ante su fenomenal influjo revitalizante. Ya ni vestigios quedan en el norte de la Ciudad de México, de la famosa Garita de Peralvillo, la aduana por excelencia del pulque proveniente de los llanos de millones de hectáreas productivas, que recaudaba con eficiencia, no por cacería de incautos, las alcabalas del gobierno, para mantener sus ineficientes burocracias de favoritos.
La aristocracia pulquera, sostén del porfiriato y de las enormes fortunas mexicanas de los emuladores del más grande hacendado, Ignacio Torres Adalid, propietario de la mansión colonial que se encuentra en la avenida Juárez, frente al Hemiciclo del Benemérito, cruda moral de Don Porfirio. La aristocracia magueyera, con el remoquete puesto por el enorme Andrés Molina Enríquez, pasó a mejor vida.
Pero dejó una horrenda tradición de represores sanguinarios, entre los que hoy podemos contar a muchos jerarcas nativos de doble apellido, infamante para la mayoría hambrienta y necesitada. Rafael Moreno Valle, el emblemático, que robó la heráldica del abuelo, de estirpe chalchicomula, diazordacista.
No canta mal las rancheras el también perfumadito Omar Fayad, asentado en el feudo caciquil hidalguense, en donde ha desarrollado sus costumbres licenciosas, propias de un sultancito afectado en sus emociones primarias y seres inferiores que ha creado el caos en unos cuantos meses en esa región dominada por señores de horca y cuchillo que ya debían estar sólo en el recuerdo ingrato.
Omar Fayad, el esposo formal de la actriz telenovelera Victoria Rufo, ha cometido el desacato de emitir un decretillo administrativo — en la peor tradición del cacicazgo y la represión académica— que tiene como único objeto agredir la autonomía y el autogobierno de la exitosa Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo,
Si durante 30 años, los esforzados maestros hidalguenses construyeron un enorme Centro de Estudios de prestigio internacional, con campus que envidiaría cualquier universidad en el mundo, con macizas investigaciones del entorno geográfico, con indudable ascendencia entre los profesionales y académicos de renombre, está hoy a punto de ser arrasada por la ambición de Fayad, quien quiere intervenir sus finanzas.
Una pavorosa mancuerna de émulos de la miseria homínida, que han sembrado el desconcierto en el Altiplano colindante a la capital de la República. El de doble apellido, Rafael Moreno Valle, consentido en los negocios, con cejas plásticamente diseñadas, parecidas asombrosamente a aquéllas de la Princesa Atzimba, danzarina de prostíbulos, arrasó en Puebla con los mismos afanes.
Una enorme lista de perseguidos políticos y luchadores sociales, mantenidos bajo tortura en las cárceles poblanas, por el delito de oponerse a los febriles atracos de Moreno Valle, impulsor de obras faraónicas que dejaron grandes beneficios.
Peña Nieto empuja con toda la fuerza de nuestros impuestos la fallida candidatura del poblano nacido en las capitalinas Lomas de Chapultepec, Rafael Moreno Valle. No le basta con haber sido derrotado en su afán por imponer a la habilitada Margarita, la del rebozo chancualeado y mordido, defenestrada por los panistas honorables y tradicionales del blanquiazul. Ahora va por su Plan B. Utilizar a Margarita para cachar los votos ingenuos a la damita “independiente” para trasladarlos en automático en favor de cualquiera de los mentecatos que se mencionan para la campaña tricolor, y a Moreno Valle para canalizar los votos panistas al mismo fin. Una treta de pésimo gusto y peor diseño, condenada absoluto fracaso de la oposición en su conjunto.
Omar Fayad, empleado del cacicazgo hidalguense, más Moreno Valle, quien pretende imponer a Martha Ericka Alonso, su esposa de facto en la gubernatura camotera, son el último grito del sueño guajiro del de Atlacomulco, empeñado en sumir al país en la absoluta indefensión democrática.
Aparte de injuriar y deturpar a cuanto dirigente ambicione cambiar el estado actual de la corrupción galopante, Peña Nieto cree que su gobierno puede atajar la ola cívica que se forma para liquidar sus restos.
¿No habrá una alma piadosa en su selecto círculo íntimo que lo anime a aceptar la realidad, esa enemiga incómoda de los alucinados?
Por lo que se ha visto, no. Sólo le dicen que su credibilidad va viento en popa…
Índice Flamígero: Antes de que la demanda popular pida un incremento al salario mínimo que de verdad cumpla con lo señalado por la Constitución —” “Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos…”—, el sindicato, no reconocido como tal, pero sí como grupo de presión, al que conocemos por sus siglas Coparmex, se adelanta y propone que en el 2018 sea de 95 pesos con 24 centavos. ¡Una fortuna! ¿A poco no?
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