Llamarada de petate
Freddy Sánchez jueves 9, Nov 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
¡Que felicidad! La transformación de la juventud y de muchos adultos llegó para quedarse. Los sismos hicieron el milagro. Después del funesto 19 de septiembre pasado, todo cambió y tiende a mejorar.
Los brazos, piernas y manos que se dedicaron a remover escombros, rescatar a las víctimas del terremoto, acopiar alimentos, medicinas, ropa, materiales de construcción y demás objetos para el auxilio de los damnificados, ahora están empeñados en nuevas causas para el bienestar colectivo.
Y se han convertido en ejemplo de cambio entre los que se quedaron con las ganas de ayudar, los que se mantuvieron de espectadores, los que tardíamente reaccionaron y no fueron requeridos en las tareas de rescate, los omisos e indiferentes que casi nunca hacen nada en favor del bien común, siempre que ocurre una desgracia colectiva.
Pero, que seguramente han cambiado su actitud y están más que dispuestos a ser mejores personas a la espera solamente de un llamado que los invite a demostrar lo mucho que desean contribuir con un cambio en nuestro país para lograr una vida armoniosa, productiva y en paz.
Porque la juventud y no pocos adultos, dieron una muestra de solidaridad y se mantienen firmes en su convicción de actuar correctamente, dando cada día nuevas y mayores demostraciones de un espíritu inquebrantable en favor de la transformación de la nación.
Por eso, indubitablemente, si se los pidiera no pondrían reparo alguno en participar en una donación colectiva de sangre para que en caso de futuros eventos trágicos no falte éste elemento vital de vida que permita atender a los afectados en un accidente o a quienes lo necesiten cuando se proceda a practicarles una intervención quirúrgica.
Igual respuesta se tendría naturalmente, de pedir a esos jóvenes y adultos solidarios su expresa voluntad para donar órganos.
Para registrarse como voluntarios en toda clase de tareas que permitan el impulso a quehaceres institucionales y privados de distinta índole, como repartir apoyos de una u otra naturaleza en asilos de ancianos, orfanatorios y albergues infantiles.
A efecto también de orientar a otros jóvenes confundidos, drogadictos y alcohólicos con la intención en evitar que prosigan sumergidos en un caos de vida.
Y por supuesto, a ser ejemplo como lo fueron durante y después del sismo, adoptando un comportamiento futuro de personas conscientes y responsables, dedicadas sin regateos a procurar el bien común.
Por lo mismo pues, nunca más tirar basura en las calles, conducir un auto con exceso de velocidad, embrutecerse con alcohol antes de manejar, invadir arbitrariamente espacios destinados exclusivamente a discapacitados, ningunear y maltratar a los adultos mayores, ignorar el derecho preferencial de paso de un peatón en los cruceros de las calles, grafitear paredes públicas o privadas, acosar y abusar de una dama en los trasportes públicos, desatender una ocupación escolar o laboral, haraganear y drogarse en la calles, entre muchas otras cosas negativas que antes de los sismos pudieron llegar a hacer nuestros jóvenes, pero que después de los sismos no volverán a hacer jamás.
Porque ahora los integrantes de nuestra juventud son diferentes, mejores personas, ejemplares ciudadanos, interesados en proseguir asumiendo conductas solidarias y constructivas por el bien de ellos mismos y de la sociedad.
Sí, como no. La verdad es que un auténtico cambio juvenil y de personas maduras requiere mucha perseverancia en diversos órdenes de la vida nacional y no sólo ser una llamarada de petate.