Crisis política a la vista
¬ Armando Sepúlveda Ibarra miércoles 8, Nov 2017Deslindes
Armando Sepúlveda Ibarra*
Aun cuando algunos ilustres santones del gobierno, entre su creciente angustia y temor a la derrota en las urnas en 2018 que los sentaría en el banquillo de la justicia, fanfarronean y alucinan, para engañar otra vez los inocentes, con la oferta de que heredarán a los mexicanos con sus hazañas y maravillas por venir una tierra o país que destile leche y miel hasta indigestarlos, por el horizonte asoma ya una nueva crisis política y social, quizá de dimensión insospechada, por los peligros que encierra la ausencia de un Estado de Derecho, el retorno del autoritarismo, el uso del burdo carrusel de los fraudes electorales y la insaciable corrupción con garantía de impunidad de los clanes en el poder: todo un coctel de irritaciones sociales que menguan la armonía y la convivencia pacífica y avanzan como un reto junto a un panorama explosivo de violencia entre la brutal “guerra de Calderón El Pequeño”, la inseguridad general, la violación imparable de los derechos humanos y las alarmas de los territorios bajo el control o gobernados por el crimen organizado con autoridades cómplices a su servicio y, por si algo faltara, crece el desastre de una economía en picada con una pobreza y miseria rasante entre más de la mitad de la población nacional y el riesgo de que resuciten el socorrido y trágico “error de diciembre” de 1994, pesadilla al final del tenebroso salinato.
Antes de que, como recordaba Homero a los mortales, “la victoria cambie de hombres” al compás de la desbocada y perseverante decadencia del régimen y enderece su paso hacia la transición de verdad, para abrirle espacio al cambio, podrá reinar la confusión y el desorden según los oráculos y el barco navegará entre el miedo y los escollos como el trapecista nietzscheano, pero sin abismarse ni ceder a los embates agónicos de las dinastías que lanzarán, acosadas por el pánico a verse tras las rejas, coletazos de desesperación para intentar el milagro de sobrevivir al brazo de la ley, siempre que la heroica conciencia nacional saque a relucir su temple y vergüenza y arroje con su coraje a los farsantes de la democracia que andan ya agazapados en las cúpulas de partidos y gobierno, cavilando intrigas, en espera de que surja otra oportunidad de perpetuar sus detestadas siluetas a la sombra de las farsas y la simulación, con la maestría de los impostores.
En un escenario posible y, para muchos mexicanos, deseable y esperanzador por las lastimosas condiciones adonde la maldad e impericia de gobernantes postraron al país entre ruinas, surgen indicios a la vista desde ahora con sólo medir el grado de rechazo y desprecio casi unánime entre los compatriotas contra la clase política y su rapaz trayectoria, como para imaginarse en un recodo del camino rumbo al crucial julio de 2018 que el tiempo confrontará a los gobernantes con los anhelos de la sociedad durante el desarrollo de este proceso electoral para elegir Presidente de la República con los dados cargados y, por entonces, la fortuna de los empoderados (como intuía la visión de Maquiavelo sobre las estirpes corruptas) pudiera cambiarles en un suspiro y el destino forjarles una mala jugarreta como reacción divina y terrenal a la vez, a toda la avalancha de estratagemas sucias que preparan entre su inquieta esperanza por retener a toda costa el mando del sistema y evadirse de los jueces con el sagrado manto de la impunidad, allí donde se guarecen los ex funcionarios y politiquillos saqueadores.
Han de saber que los frecuentes zarpazos oficiales a instituciones de cierta autonomía o, en teoría, en camino a lograrlo con el empuje de la sociedad y, al mismo tiempo, la ya proverbial torpeza de los gobernantes para maniatar su función o domesticarlas antes de que su independencia atente contra los privilegios y pillajes de sus clanes o familias, refuerzan los rumores y versiones sólidas sobre este miedo al juicio popular y al banquillo de los acusados o guillotina y también la idea de muchos analistas políticos de que es factible, entre las posibilidades que valoran, que en un país sometido, pisoteado y saqueado por los hombres del régimen a niveles de enloquecida codicia y lujuria por las riquezas ajenas, renazca milagrosa una fuerza social decidida y contundente que alcance por fin el tránsito hacia otros horizontes luminosos como vital oxígeno a una nación devastada por la inmoralidad de quienes han usado el poder para golpearla, robarla y empobrecerla, desde presidentes de la república de las cortes priístas y panistas a alcaldes y gobernadores, hasta diputados y senadores y cárteles de los partidos sin distinción de colores, sabores y humores, porque vienen o se han cebado de la misma teta o raíz tricolor.
En esas condiciones, óptimas para sondear en el futuro inmediato, salen las profecías de entre la sociedad y de sesudos futurólogos del gobierno y partidos que han visto a las instituciones desmoronarse junto con la debacle del sistema y el desprestigio fenomenal de los clanes en el poder, para describir cómo alcanzaría por fin la desgracia a la clase política tecnócrata con su esperado reemplazo del poder después de haberse encumbrado, bajo la tutela de la dictadura perfecta, desde los tiempos del timorato y entreguista Miguel de la Madrid, a los de la frustrada alternancia de 2000, cómo fuerzas de sangre nueva e ideas distintas a la política nopalera, con ganas de modernizar al país, terminan por jubilar al viejo sistema político mexicanos y sus personajes de corte carnavalescos si alguien compara sus estilos con los de políticos de democracias de primer mundo.
Según vaya avanzando el proceso electoral hacia el 1 de julio de 2018, las tensiones y el encono irán en ascenso en un país dividido por los intereses cupulares y, como es natural, luego rodarán cuesta bajo como una avalancha de tempestades, que buscará desfogarse sobre posiciones y actitudes imprudentes y cabezas torpes ayunas de cautela y empecinadas en arrebatar al contrario y burlarse de la inteligencia de la gente, con amenazas reales de que desencadenen conflictos entre una ciudadanía ubicada entre la espada y la pared de la partidocracia. Si las castas que usurpan la voluntad popular arropadas en los cárteles conocidos como partidos, habilidosos para repartirse talegas de dineros y puestos de gobierno por cuotas como botín de piratas equivalentes a las rapiñas, pretendieran en un momento dado ascender más alto con ambiciones titánicas que superaran sus propias fuerzas entre una sociedad que las repudia, entraría el país a una senda peligrosa y explosiva, un corolario indeseable, mas la reflexión y la sensatez deberán imponerse a las emociones e intereses desenfrenados como principio del Estado de Derecho, ausente por ahora.
Mientras dure la crisis política de aquí hasta el desenlace de la elección de Presidente de la República y tal vez un poco después, la sociedad ha de guiarse por la virtud y la firmeza de principios para crecer ante los enemigos de la democracia y la modernidad política, ascender por peldaños y engrandecerse: sólo de esta manera podrá acotar la perversidad en un momento histórico e irrepetible.
*Premio Nacional de Periodismo de 1996