¿Conoceremos el contenido de las cajas de Pandora en Cancún?
Francisco Rodríguez martes 7, Nov 2017Índice político
Francisco Rodríguez
En las sociedades secretas, invariablemente regidas por sus propias leyes de opacidad, misterio y silencio, los escándalos en que incurren sus miembros —que pudieren llegar a revelar situaciones incómodas para la secta mafiosa— se castigan con suma rudeza.
No porque hayan violado las leyes de observancia obligatoria, las que vinculan a toda la ciudadanía a su cumplimiento y sanción, sino porque ponen en entredicho público el honor de la famiglia, la autoridad del gerifalte de mando que ejerce el padrinazgo absoluto sobre todas las actividades delincuenciales.
Así ha sido y así es desde los tiempos más remotos de la humanidad. Los últimos 2 mil años ese comportamiento cupular ha sido adoptado por la Iglesia católica, sometida en sus inicios a la persecución del Imperio romano, y por las sociedades gangsteriles en toda la faz de la Tierra.
Otras sociedades secretas se suman a ese imperium mafioso de secreto y atraco social, basado en la confidencialidad, en la omertá, en la lealtad incondicional de los miembros hacia las verdades sagradas que forman la plataforma de su dominio.
Así sucede con los grupos francmasones, con el famoso Grupo Bilderberg, con la Camorra napolitana, la mafia siciliana y la N’dranguetha calabresa, amén de los Illuminatti, los Big Masters de Albany, la mafia rusa, los financieros neoyorkinos egresados de Lehman Brothers, y hasta con los aprendices que asuelan estas tierras.
Violar los grandes secretos equivale a caer en el escándalo, primera piedra de cualquier investigación policial o periodística que llegue hasta los sillones de los mandamases. Es algo que no pueden permitirse, máxime porque siempre los desvaríos de la conducta son cometidos por novatos venidos a más.
Se castiga el escándalo, jamás el delito. Este es materia terrenal no divina. Ellos están para aparentar que son aunque no sean. Ser respetados a toda prueba, a costa de la libertad, la integridad y la vida de alguno de los atrevidos que se quieren comer la luna a dos carrillos, que quieren hacer con el mar un buche de agua. Lo que ha pasado con los gobernadores, ejemplo del nuevo PRI, en los enjuagues cuyos emblemáticos ya forman una lista de 16 encarcelados, procesados o prófugos por extraditar, es digno de ser tomado en cuenta cuando de juzgar los procederes mafiosos se trata.
Todos los demás se han salvado, pues tuvieron el tino, la mesura si usted quiere, la moderación y la cordura de robar, asesinar y atracar con salvajismo, pero guardando las formas. Nunca exponiendo al escándalo los entrambuliqueso, donde ellos fueron los operadores locales, una especie de cónsules en las provincias priístas… donde ellos fueron la correa de transmisión entre las oportunidades del arrase con cualquier activo, bien inmueble, playas turísticas, moches con empresas extranjeras que trabajan a base de adjudicaciones sin concurso, reparto de comisiones con los narcotraficantes, compra de cadenas comerciales de renombre, pasto para los hambreadores.
En el anaquel de los perversos gobernadores que faltaron a la confianza del jefe de las instituciones nacionales, se encuentran sin duda Javier Duarte, su socio en la Comercial Mexicana, Soriana y compañías adyacentes, y Eugenio Hernández, al que se le pasó la mano…. … en las indiscreciones del negocio de contrabando del gas patrimonio del pueblo a los gabachos, utilizando el gasoducto que en principio era concesión de empresas gringas que invirtieron sus miles de millones de dólares en Los Ramones, orgullo del llamado sexenio, en la Cuenca de Burgos.
Los dos, coyotes de la misma loma, aquejados del mismo mal, abrieron demasiado el abanico y la boca. Expusieron al ludibrio público, al pasto para las fieras al Ejecutivo, su patrocinador original en todas las atrocidades que cometieron. Pero no lo hicieron con sigilo, desembucharon todo, y he ahí las consecuencias.
Y lo inaudito: unos días antes de que se gire la fatídica orden de aprehensión contra esos personajes, los diarios a modo y las empresitas radioeléctricas se dan vuelo cantando las loas a su honestidad y eficacia. Apenas son aprehendidos por cualquier corporación de medio cachete, los mismos medios sacan a plana y pantalla casera completa sus caras de locos y rateros dignos de atar.
Mario Villanueva Madrid, el ex de Quintana Roo, todavía paga en chirona su osadía de manchar el pelaje de Ernesto Zedillo. César Duarte, el de Chihuahua, estuvo a punto de ser salvado por los oficios de su socio Emilio Gamboa Patrón. Hoy está prófugo, porque las reverencias del yucateco no alcanzaron para cubrir sus trafiques.
Pero en el caso del también ex gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo, se han roto todos los estándares de tratamiento y de castigo. Primero, encargándoselo a los celadores panameños, expertos en este oficio desde la comedia de Manuel Noriega, con la tremenda consigna de hacerlo callar a como dé lugar, al cabo es una orden transnacional, ¡faltaba más!
Roberto Borge, socio en el robo de playas y terrenos turísticos de la Riviera Maya, se fue de la mano rematando en dos pesos una riqueza ancestral del dominio público de los mexicanos. Los mares azul esmeralda y las playas de talco fueron subastadas sin recato, muy por debajo de su valor, contra la Constitución y todas las leyes del cielo y de la tierra.
Pero tuvo la desgracia de asociarse en los enjuagues con su valedor, Félix González Canto y la ex policía judicial federal Leticia Rodríguez Lara, Doña Lety, para formar un cártel sumamente peligroso en esa costa del Caribe mexicano, a semejanza de sus socios calabreses de la N’dranguetha, que se les salió de todo control.
No sólo han robado, han asesinado a mansalva, sembrando el terror y atentando contra los turistas europeos, canadienses y gabachos, la inmensa mayoría de huéspedes de ese paraíso tropical. Acabaron con la industria sin chimeneas, con las costas y los presupuestos de ese sufrido estado.
Borge, preso en Panamá, ha sido metido en una jaula para enfermos mentales en esa barandilla de la justicia mexicana. Vive como lo que es, un simio. Ahora se queja de que esas condiciones de confinamiento han afectado sus capacidades mentales, ¿cuáles?
La Interpol ha querido extraditarlo a México, país de sus crímenes de baja estofa, pero los mandarines de aquí señalan a cada intento que todavía “no existen las condiciones” para repatriarlo. ¿Será que no han encontrado el momento exacto para diseñar los subterfugios que lo exoneren?
Preocupado por los secretos que lo involucran, seguramente guardados en cajas bancarias de seguridad, toma una decisión desesperada: hace ya tres semanas que ordenó a la Marina Armada y a la SEIDO incautar mil 500 cajas de seguridad de los cancunenses, depositadas en la empresa privada First National Security, que seguramente también custodia los valores y efectivo de toda la mafia, formada por Borge, Félix González Canto y Doña Lety, el brazo ejecutor del grupo mafioso.
Como de leyes —y de casi nada—no conoce ni sabe una jota, incurre en un despropósito marca caguama. Sus genízaros no llevan órdenes de cateo. Y ante las protestas, los afectados piden un amparo que un juez les niega. Así, traslada la culpabilidad a los civiles que tienen sus ahorros en esa empresa de seguridad, a falta de confianza en los bancos concesionados.
De hoy en adelante, dicen, tendrán que ir todos a las oficinas de la SEIDO en la Ciudad de México a probar que los valores referidos son de su propiedad. Sólo a un estulto pudo habérsele ocurrido este atropello salvaje e ignorante.
De un plumazo se ha decidido que todos los cancunenses sean sospechosos. Éstos desconfían de hacer presencia en la PGR, por aquello de la inveterada costumbre de los funcionarios de sembrar pruebas en los portafolios de los inculpados y de los que no lo son. O de dar el pitazo a sus cómplices para que los hoy afectados, ya con sus propiedades en posesión, sean asaltados en las calles o hasta en los aeropuertos capitalino y/o de Cancún.
De hoy en adelante, la SEIDO, la Armada y los oficiantes de ministerios públicos, la presunción de inocencia en favor de los cancunenses, se convirtió en presunción de culpabilidad, debido al miedo cerval del presidentillo mexicano. Y es que el pánico ya no anda en burro. Son los jumentos los que andan en pánico. ¿Qué buscan en las cajas de seguridad ilegalmente incautadas? ¿Papeles que lo incriminen, dejadas ahí por Borge como “seguridad”? ¿Dinero de algún “bisne” que no le entregaron…? ¿Qué? Viola la Constitución y todas las leyes. Está desesperado por encontrar lo que busca en una o varias de las cajas incautadas.
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