Los métodos priístas
Ramón Zurita Sahagún martes 31, Oct 2017De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
La reunión del domingo entre mujeres priístas del Estado de México, y el secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña, muestra que el gran “dedo” apunta hacia este personaje como el posible candidato presidencial del partido tricolor.
Retomar los viejos métodos del priísmo para ungir a su abanderado presidencial fue solamente cuestión de trámite, donde lo único que se requería era tener un Presidente de la República surgido de ese organismo político.
Los priístas son fieles a su estilo, no se mueven un ápice del mismo, ya que cuando lo hicieron les fue terriblemente. Por eso, para ellos es mejor insistir en el gran elector presidencial y no recurrir a nuevos métodos o ensayos democráticos.
Dos ocasiones se salieron del guión y en ambas perdieron los comicios. Una con Francisco Labastida Ochoa y en la otra con Roberto Madrazo Pintado como candidatos.
Es cierto que jugaron a la democracia en otras ocasiones, pero finalmente el que decidía, siempre fue el Presidente de la República en turno.
Con Labastida y Madrazo se abrieron las urnas a la ciudadanía en general (lo que pedía hacer Margarita Zavala al panismo) y en ambos casos la participación hacía creer en la victoria de los priistas.
El intento resultó un fracaso, ya que los priístas acostumbrados a una serie de triquiñuelas, las usaron en ellos mismos y se acusaron de fraude en la primera en las que compitieron el mencionado Labastida, Roberto Madrazo, Manuel Bartlett y Humberto Roque. Madrazo acusó a la dirigencia partidista de inclinar la balanza a favor de Labastida, quien resultó ganador.
Los otros dos, Bartlett y Roque, decidieron mantenerse al margen a cambio de una senaduría, de las que se otorgan como premio, sin hacer campaña.
El lema de Roberto Madrazo “dale un madrazo al dedazo” prendió y así sucedió en la elección constitucional, en la que el PRI perdió por vez primera la Presidencia de la República.
Labastida Ochoa llegó muy debilitado como candidato y se enfrentó a un poderoso y avasallador Vicente Fox Quesada, abanderado del PAN que recurrió a un lenguaje nuevo en la política, con dichos y modismo que impactaron entre la ciudadanía.
El fracaso del priísmo fue terrible, solamente mantuvo la mayoría en el Senado de la República, perdiéndola nuevamente en la Cámara de Diputados (tres años antes sucedió por vez primera) y lógicamente la Presidencia de la República.
Seis años más tarde se recurrió al mismo sistema que había iniciado el desastre del priismo, no entendieron y ante el fracaso de la competencia entre Arturo Montiel Rojas (se le acusó de enriquecimiento) y Roberto Madrazo Pintado, entró un sustituto, Everardo Moreno Cruz, el único que se atrevió a competir contra el entonces dirigente del PRI.
Los comicios fueron catalogados como mascarada y Madrazo Pintado enfrentó muchos detractores, especialmente la profesora Gordillo Morales, la que usó la misma arma que Madrazo seis años antes, una frase destructora: “tú le crees a Madrazo”.
El lema surtió efecto y el tabasqueño fue enviado hasta el tercer lugar en los resultados del proceso electoral constitucional, todavía más atrás que Labastida Ochoa seis años antes.
Para los siguientes comicios, el PRI decidió proceder con un candidato de unidad (carecían de Presidente en el poder) y de esa manera, unidos todos, lograron recuperar el voto ciudadano y darle la victoria al actual Presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
Los dirigentes del partido entendieron que dentro de su partido, la democracia no importa, con todo y algunos detractores que hoy la piden, pero que cuando ellos fueron candidatos a gobernadores no la exigieron.
Los priístas tienen su estilo para fintar con la vida democrática, como lo hicieron en otras ocasiones.
Durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez, cuando el priísmo era invencible, se deslizó el nombre de seis prospectos presidenciales (luego se añadió uno más), de donde surgiría el abanderado para la contienda de 1976.
Porfirio Muñoz Ledo, secretario del Trabajo; Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación; Hugo Cervantes del Río, secretario de la Presidencia; Augusto Gómez Villanueva, secretario de la Reforma Agraria; José López Portillo (resultó el ganador), secretario de Hacienda y Carlos Gálvez Betancourt, director del IMSS, fueron destapados por el secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade. Después se incorporó el nombre de Luis Enrique Bracamontes, secretario de Obras Públicas.
El favorito era el secretario de Gobernación y la terna la conformaban López Portillo (el ganador) y Muñoz Ledo, el candidato del PRI se fue sólo a la contienda como candidato único, ya que los panistas no presentaron abanderado y otros partidos se sumaron a los priistas.
En 1988, los priístas jugaron nuevamente a una democracia simulada y abrieron una pasarela de seis aspirantes: Ramón Aguirre Velázquez, regente del Distrito Federal; Sergio García Ramírez, procurador general de la República; Alfredo del Mazo González, secretario de Energía; Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación; Miguel González Avelar, secretario de Educación Pública, y Carlos Salinas de Gortari, secretario de Programación y Presupuesto.
Cada uno de ellos desfiló, en forma individual, en una pasarela compuesta de selectos priistas, dando a conocer su proyecto de gobierno, aunque todos sabían que se trataba de una simple distracción y que la decisión la tomaría el entonces presidente Miguel de la Madrid, a favor de quien él mismo determinara.
Sucedió así y de la Madrid se decantó a favor de Carlos Salinas de Gortari, quien ganó los comicios en forma polémica, pero lo hizo.
Por eso, la elección del candidato por la vía de delegados está catalogada como otro elemento distractor, donde el Presidente de la República (priísta), seleccione a su alfil.