¿Derechos humanos de Lozoya? ¡No son para las “ratas”!
Francisco Rodríguez lunes 30, Oct 2017Índice político
Francisco Rodríguez
La vida de los pueblos confirma lo que siempre se ha pensado sobre la historia. Que aparte de dialéctica, es circular y transita un obligado camino: del despotismo a la inconformidad, a la eclosión, al movimiento armado y de éste sólo falta un milímetro para el retorno del autoritarismo. Al abuso de los conceptos fundamentales que la originaron.
Es preciso recordar los acontecimientos que dieron forma a los derechos del hombre y el ciudadano, que hoy campean en la utilización desquiciada de los derechos humanos, al servicio del mejor postor, del más impune, del más corrupto y del mejor armado.
La anécdota sobre el inicio de la Revolución francesa es meridianamente ejemplificadora. Al regresar Luis XVI de sus cotos de caza anotó las piezas cobradas y debajo de “otros sucesos”, escribió lacónicamente: sin novedad. Cuando se presentó el Duque de Liancourt para decirle que el pueblo había tomado La Bastilla, el rey enfadado contestó: “Pero oiga, monsieur, esto es un motín”. El Duque le respondió: “Se equivoca, sire; es la revolución”. París era la ciudad más grande del continente europeo. Tenía 650 mil habitantes y hervía desde hacía tiempo. Mientras la alta nobleza disfrutaba de una existencia palaciega en las magníficas…
… galerías de Versalles, hubo revueltas callejeras causadas por el hambre; en salones y clubes ingeniosos los nobles progresistas, clérigos y burgueses ilustrados, debatían ideas revolucionarias. Las malas cosechas, el ejército decadente —los soldados en harapos y mendigando, mientras los oficiales eran nobles inexpertos corruptos— y se precipitan la bancarrota del Estado dinástico.
Bullía un gigantesco complejo de pórticos, cafés, tiendas, glorietas y salones, territorios inmunes a la policía, que pertenecían a la rama opuesta a la Casa Real, la familia monárquica de Orleáns. Las masas hambrientas tomaron medio millón de fusiles del arsenal de Los Inválidos y se hicieron de la prisión de La Bastilla. Los enciclopedistas habían tambaleado las escalas de valores. Entre otros, Montesquieu con El espíritu de las leyes, Rousseau con El contrato social y Mably con Los derechos y obligaciones del ciudadano, discutían acerca de la libertad, igual que los colonos en América se la exigían al rey inglés.
La burguesía se estableció como partido, y el abate Sieyès publicó su escrito ¿Qué es el tercer Estado? incitando al pueblo llano a la rebelión. El antiguo régimen, que ya se acercaba a su agonía, hizo lo que hacen todos los sistemas en decadencia: coqueteaba con lo nuevo, jugaba con frases explosivas y se manifestaba progresista, porque eso estaba de moda.
Al leer el manuscrito Las bodas de Fígaro, de Beaumarchais, el rey había comprendido de qué se trataba y prohibió durante años su presentación como libreto teatral. Pero la Revolución se desarrolló en varias fases: al principio era un asunto de la alta burguesía directora.
Ricos e influyentes banqueros, comerciantes, poseedores de grandes fortunas, le apostaron. Catedráticos, sobre todo abogados, pero también nobles como Mirabeau o sacerdotes como el obispo Talleyrand, se convirtieron en portavoces de la deliberante Asamblea Nacional, que dos años más tarde implantó la guillotina como medio de ejecución.
María Antonieta, la odiada austríaca, gastaba en un solo vestido bordado de pedrerías un millón de libras de oro, mientras las mujeres de París, con sus hijos a la espalda, morían de hambre haciendo cola ante el horno de un panadero. Cualquier semejanza no es simple coincidencia. Es absolutamente real.
El 21 de enero de 1793 cae la cabeza del rey; Madame Guillotine se llena de cadáveres. Arden castillos y conventos, una ola de crueldades, asesinatos y violencia recorre los departamentos de las provincias francesas. Se impone el terror y devora no sólo a María Antonieta, sino a los radicales precursores de la Revolución.
Al terror rojo siguió el igualmente cruel y arbitrario terror blanco. La debilidad del gobierno del Directorio, la difícil situación militar, la inflación, el desorden y la ideología desesperada conducen finalmente al gobierno de los militares… repletos de nobles empoderados.
Un general, Napoleón Bonaparte, doma la moribunda revolución y la conduce al nuevo siglo. Él llevará sus ideas a los países de Europa. La revolución fue un acontecimiento formidable y para la generación que la vivió estuvo plagada de saqueos y múltiples crueldades.
Empero, lo que permaneció y surtió efectos en Europa y después entre los pueblos del mundo fue el inicio de una nueva democracia y la inflamación del nacionalismo que se impuso como religión, desde el siglo XIX. La historia se desarrollaba como decían los clásicos, de la forma inferior de libertad, a la superior.
La Revolución francesa cambió la historia del mundo. Hacía tiempo que el absolutismo de los reyes se había pasado de la raya, apoyado en los estamentos privilegiados. Tribunales señoriales, absurdas cargas impositivas, nepotismo feroz y un cruel ejercicio de la represión fueron abolidos.
Si se hace una comparación histórica con el panorama que hoy observamos, es indudable que las condiciones de vida de los mandarinatos no cantan mal las rancheras: tribunales vendidos y acaparados… … cargas fiscales regresivas impuestas por Videgaray y su escudero Meade Kuribreña, nepotismo de las dinastías de papel cuché, y represión y salvajismo generalizado, ejecutados con la complicidad manifiesta y harto comprobada de la claque de palurdos y mentecatos en un poder que los mexicanos no merecemos.
La interpretación de los famosos derechos del hombre y del ciudadano, que decantaron en la aplicación de los mentados derechos humanos con un sesgo favorable a los que se ostentan como poderosos, ha resultado fatal. Los procedimientos legales de la nueva justicia penal, han sido modificados para ser utilizados en su favor.
Todos los responsables del caso Odebrecht, una de las mayores infamias que se han cometido contra la dignidad y la soberanía de los mexicanos, exigen que sus derechos humanos prevalezcan sobre la aplicación de la justicia. Sólo porque se le ocurrió como argucia huizachera a los patanes, convertidos en caifases de la ley.
Los tribunales señoriales, las maniobras legaloides de los parlamentarios paniaguados que fuerzan a dejar pasar el tiempo para cebarse sobre los investigadores, el mutismo cómplice de los medios de comunicación, las declaraciones del Ejecutivo… están provocando que Peña Nieto, Videgaray, Lozoya y Meade… … sean exonerados y liberados de toda participación, por las argucias del torturador Javier Coello y de Diego Fernández de Cevallos, protegidos de Carlos Salinas de Gortari. Otra vez la misma burra al trigo. Y nadie dice nada. Ante la evidencia y la lógica contundente todos permanecen callados, apuntalando la corrupción que devora México.
No se trata de defender a Santiago Nieto, quien se ha prestado a las maniobras huizacheras de Diego y Coello. Se trata de que se imponga el respeto a la población y se castigue a los chantajistas y corruptos que están acabando con este país.
Gobernantes corruptos hasta la médula, juzgadores comprados, senadores de huarache, periodistas vendidos, abogados mentirosos, medios al gusto, están formando un coctel peligroso que ahora tiene el morro de escudarse… ¡en los derechos humanos!
Pero ya decía Arturo Montiel, que esos son sólo para los humanos, ¡no para las ratas! ¿Se acuerda usted?
Índice Flamígero:Y por su parte, don Miguel Ramírez, desde Torreón, Coahuila, escribe: “La desclasificación que Donald Trump hizo de 2 mil 800 documentos relacionados con el asesinato de John F. Kennedy —300 aún permanecen en reserva— causó gran expectación. En los EU, donde son muy aficionados al juego del Tío Lolo, se llegó a pensar que esto ayudaría a encontrar alguna prueba de que el eje Moscú-La Habana intervino en el magnicidio, siendo que los grupos ultraderechistas estadunidenses y dueños del billete verde figuran como principales sospechosos. Para encontrar validez a esta teoría deben considerarse dos factores: el bajísimo perfil del supuesto asesino solitario, Lee Harvey Oswald, a quien no se le ven tamaños ni para terminar con una mosca y el asesinato de éste realizado por un personaje ligado a los centros nocturnos y al hampa, Jack Ruby. Cuando se apresó a Oswald y se le llevaba a una cárcel de Dallas, se permitió que Ruby entrara tan tranquilo al lugar en donde se encontraba Lee Harvey y desenfundara una pistola para matarlo. ¿Cómo es posible que a un acusado de magnicidio las autoridades policiacas no le dieran una protección completa para evitar que se le hiciera daño? Cualquiera conoce la causa: eliminarlo para impedir su declaración, con la que se caería el teatrito que ya se estaba fabricando.” + + + Agradezco al colega y amigo Fabián Giles, lo mismo que a la editorial Aguilar, el envío de su más reciente libro: México 2018. Guía para sobrevivir al apocalipsis. Con mordacidad e irreverencia, Fabián desmenuza a quienes aspiran a sentarse en La Silla dentro de 13 meses. ¡Éxito!
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