Ola sangrienta
¬ Augusto Corro martes 23, Nov 2010Punto x Punto
Augusto Corro
¿Qué sigue? ¿Nadie va a parar el baño de sangre? Los hechos demuestran hasta el cansancio que los delincuentes no tienen respeto ni temor a las autoridades. ¿Ya se tocó fondo? ¿Cuántos muertos faltan en la suma fatal? ¿Quién sigue? Porque el domingo pasado pereció el ex gobernador de Colima, Silverio Cavazos Ceballos, víctima de un atentado. Frente a su domicilio un sicario lo mató de tres balazos.
La policía estatal, durante la persecución de los delincuentes cometió el error de disparar contra un civil, el doctor Mario Eduardo Robles Gil Bernal, quien murió al ser alcanzado por las balas. Cavazos Ceballos recibirá un homenaje de las autoridades y de su partido; Robles Gil Bernal únicamente pasará a la lista de muertos, que supera los 30 mil.
En cuanto se conoció el hecho, las autoridades de todos los niveles condenaron el atentado y exigieron que se investigue. No es difícil pronosticar que el caso será atendido con atención unos cuantos días y luego pasará al archivo, al olvido, es la historia que se repite.
La lista de crímenes sin solución es larguísima. Cada vez que ocurre un asesinato, como el del ex gobernador Cavazos Ceballos, miembro de la jerarquía política, el ciudadano común se llena de miedo, de terror. Si eso le ocurre a los políticos que tienen el poder y los medios para protegerse ¿cuál es la suerte de la gente de a pie? ¿Quién la protegerá de los embates de la delincuencia? La población civil lleva las de perder, porque se encuentra indefensa.
Aunque las autoridades federales anunciaron que la guerra contra el crimen organizado durará un largo tiempo y que habrá más muertos, la sociedad no acepta ese conformismo o impotencia de quienes combaten a los criminales. Las organizaciones no gubernamentales no dejan de criticar la ineptitud de los encargados de velar por la seguridad pública.
La señora Isabel Miranda de Wallace, titular de la organización Alto al Secuestro, dijo que la reunión del XXIX Consejo Nacional de Seguridad es un acto político “que está previamente acordado”.
Agregó: “Me parece lamentable que mientras nosotros planeamos, los delincuentes siguen actuando”. También advirtió que el consejo mencionado y su formato no están funcionando como tal. Dijo que los gobernadores no están cumpliendo lo pactado.
De lo anterior se desprende que las autoridades tratan con frivolidad la lucha contra la delincuencia organizada. Por lo menos así lo refleja la cantidad, cada día creciente, de hechos sangrientos y de acciones que manifiestan el poderío de los cárteles de la droga o de secuestradores y sus sicarios.
Por ejemplo, las muertes de políticos o ex funcionarios públicos casi se vuelven una constante; las masacres de jóvenes, las decenas de “levantados”, los bloqueos en las ciudades por parte de la delincuencia y el resquebrajamiento de la sociedad también empiezan a parecer algo común.
La ola de violencia se extiende por todo el territorio nacional. Avasalla y se multiplica. No se acaba de asimilar una tragedia, cuando ya aparece otra más impactante que la anterior.
En Michoacán, el domingo se efectuó una manifestación de los familiares de los “levantados” el 30 de septiembre pasado en Acapulco. Después, los michoacanos fueron localizados en una narcofosa. Los parientes de las víctimas exigen justicia y ayuda para los huérfanos.
En dicho caso, las repercusiones afectan a gente inocente que cambia su vida radicalmente, porque la ola sangrienta llega a la parte más vulnerable de la sociedad: los niños. Solamente en dos años, del 2006 al 2008, murieron por homicidio 2 mil 305 menores de entre cero y 17 años, de acuerdo con estadísticas oficiales. En la última década, las entidades más castigadas por la violencia del crimen organizado son las que reportan las tasas más altas de mortalidad.
Por homicidio en adolescentes se encuentran las siguientes entidades: Chihuahua, Tamaulipas, Durango, Michoacán, Sinaloa, Baja California y Guerrero, según datos del reporte anual La infancia cuenta en México 2010.
¿Y qué hacen las autoridades para proteger a la niñez y a los jóvenes? Se supone que nada. En Juárez, una de las ciudades más dañadas por la violencia criminal, los programas de rescate y ayuda a la sociedad no funcionaron. Son los propios juarenses los que rechazan a los representantes de la fuerza pública.
Pero lo más criticable en la guerra contra la delincuencia organizada, es que no se contempló una estrategia para vencer al enemigo. El gobierno federal panista no calculó las repercusiones y en su enfrentamiento ni siquiera contaba con leyes que lo apoyaran.
No es posible que a esta altura del conflicto se hable de la necesidad de leyes contra el crimen. El secretario de Gobernación, Francisco Blake, dijo: “necesitamos dotar al Estado de mejores instrumentos para luchar contra quienes amenazan a las familias, dando eficacia a la extinción de dominio de bienes producto del crimen y proveyendo de herramientas para mermar la estructura económica y financiera de los delincuentes, a través de una nueva ley para la prevención e identificación de operaciones con recursos de procedencia ilícita y financiamiento al terrorismo”.
¿Y para cuándo quiere el funcionario esos instrumentos legales? ¿No puede mejorar sus relaciones con el Poder Legislativo para la aprobación de esas leyes? ¿No puede sentarse a dialogar con diputados y senadores sobre la necesidad de esos instrumentos? No es posible pensar que los legisladores de cualquier signo político se nieguen a crear leyes que protejan a la sociedad que viven los peores momentos de violencia.
Pero si las reuniones de los encargados de la seguridad pública son actos de simulación, poco se logrará en el combate a los cárteles, a las bandas de secuestradores y a la delincuencia en general. Si no existe una verdadera responsabilidad por parte de los encargados de brindar seguridad, todo será en vano. Seguirán los enfrentamientos de la fuerza pública contra los narcodelincuentes con más pérdidas de vidas. ¿Cómo entender que faltan leyes para combatir a los narcos? Urge pues, parar la ola de sangre que baña a México.