La próxima oferta electoral
Francisco Rodríguez viernes 20, Oct 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Aunque muchos analistas en diversas partes del mundo quisieran desarrollar el Atman —en el marco de la religión hinduísta, el término sánscrito ‘alma espiritual’— para conectar el cuerpo calloso, la parte superior del cerebro con otras frecuencias, no es necesario ser un iniciado para recordar experiencias de tales ondas de frecuencia.
En México, el método es más sencillo, casi intuitivo para saber que lo que ya nos pasó en este inconcluso sexenio presidencial, no debe volver a ocurrir, por ningún motivo y a pesar del intermitente soborno a las élites políticas, los cochupos y las promesas mediáticas de funcionarios que se aferran con locura irrefrenable al poder.
Nuestro país sólo puede remontar este desastre político, económico y social —que ya arroja cientos de miles de víctimas— logrando tres cosas esenciales: eliminar para siempre el nefasto paternalismo, integrar masivamente a la población al empleo productivo e insertarse inteligente y patrióticamente en el nuevo escenario del intercambio de productos y servicios que ofrece el mundo.
Tres cosas indispensables que deberían integrar la base nodal de cualquier programa de gobierno, sin pensar en lo grandilocuente inalcanzable. Tres pequeñas y grandes medidas que serían la guía del futuro cercano. Cuestiones que siempre hemos traído pegadas al cuerpo y al cerebro colectivo. Sólo hay que concentrar todos los esfuerzos nacionales en ese sentido.
Implican resaltar la importancia de la autenticidad ciudadana frente a cualquier pronunciamiento de política neoliberal, corporativa y entreguista. Porque el liderazgo real y representativo debe asentarse sobre el rescate de los auténticos valores de la nacionalidad, de lo que siempre hemos tenido como objetivo histórico.
Dos valladares a vencer: el primero, que la mayoría de los “benefactores de la humanidad” coquetea hoy con el libre cambio a ultranza y con las posiciones de la derecha neofascista; el segundo, que debemos dejar de identificar al populismo como sinónimo de regresión y saber que el riesgo es tomarlo como sinónimo de autenticidad ciudadana, gracias al fracaso del neoliberalismo.
El populismo en México tiene una historia muy larga: se remonta a nuestros orígenes como colonia española. Uno de los grupos étnicos más atrasados de la península ibérica, el extremeño, trasladó a estas tierras vicios sociales que arraigaron muy hondo en nuestra estructura de convivencia. Que contribuyeron a que perdiéramos la memoria histórica.
Entre nosotros inocularon dos condiciones que, paradójicamente, hoy integran la parte medular de nuestra resistencia al cambio, de nuestra desconfianza hacia todo y hacia todos: la falta de respeto a la voluntad popular y el desprecio desde las cúpulas virreinales y monárquicas al trabajo.
Durante siglos, nuestra estructura social se asentó sobre la simulación, el engaño y el despojo como fuentes de prestigio, como pilares de la displicencia y la apatía. El resultado fue una sociedad interdicta, desorganizada, expuesta a los caprichos del primer caudillo que se presentara a la vuelta de la esquina.
Una sociedad insultada hasta la denigración, para la que se pervirtió el concepto del tutelaje social, tanto para hacerla inviable, disminuida en su capacidad de autoestima, autogestión y autonomía, como para apuntalar los rasgos benevolentes del virrey o de cualquier gobernante en turno. Todos decían y siguen alardeando que saben cómo hacerlo.
La falta de respeto a la voluntad popular tiene dos ejemplos significativos y dolorosos: el que desde 1521 Hernán Cortés se autonombrara Jefe Político del primer ayuntamiento de América en la Vera-Cruz y el otro, que Benito Juárez dijera públicamente que si el gobierno no operaba las elecciones ¿entonces quién lo haría?
A raíz de los acontecimientos que todos conocemos: el movimiento estudiantil popular del ‘68, la tragedia de San Juanico, los descomunales fraudes electorales, los terremotos del ‘85 y del 2017, que revelaron la existencia de otra sociedad, al margen de cualquier control partidista y el rostro del valor y la organización del mexicano universal, todo ha cambiado.
Ahora, sabemos que el eje de la modernización y del desarrollo con justicia social se identifica con aquéllos que la Colonia había despreciado: los ciudadanos exigen ya respeto al sufragio y respeto al trabajo. Recuperamos la esencia del ser colectivo, a base de tragedias.
Ante esta realidad, el concepto de modernidad presupone con inflexibilidad nuevas reglas en el trato con los grupos políticos encallecidos que darían lugar a una relegitimación política del Estado mexicano, a partir del establecimiento de modalidades precisas entre Estado, obreros, campesinos, iglesias, empresarios y fuerzas armadas para definir el nuevo escenario para este sistema, si quiere subsistir. Antes de que aparezca lo que se ve venir: la intromisión del narcotráfico para pulverizarnos, como sucede en Barcelona.
Una moderna visión de esta sociedad requiere un proyecto social auténtico de actualización que tome muy en cuenta que el gobierno debe postergar el tutelaje horizontal que practica sólo entre coyotes de la misma loma y alentar el empuje ciudadano. Es ya la única alternativa para que prevalezca el poder constitucional legítimo.
El proyecto económico, político y social de esta comunidad, la captación de recursos frescos y absorción de tecnologías generadoras de empleo bien remunerado y aliento de gran calado a la creatividad e imaginación popular, debe estar amarrado al redescubrimiento de nuestras raíces.
¿Cómo concebir en el estrecho horizonte actividades actual un nuevo tipo de organización política que responda a la nueva realidad social, que llene los espacios del rebasado e inútil corporativismo y del fracasado neoliberalismo que ya nos tiene hasta las gárgaras, que contribuya al desarrollo social, impulse el proceso democratizador y dé estabilidad al sistema?
No se trata de plantear lo que desgraciadamente es, ni lo que utópicamente debería de ser, sino lo que sólo es posible en las condiciones reales de nuestro país, avasallado por claques dinásticas y bandas de rateros en la silla presidencial. ¿Cómo reducir la complejidad del futuro posible a un presente real?
La viabilidad del arribo a un nuevo tipo de organización dependerá de la voluntad política para aprovechar las necesidades objetivas de la sociedad plural, salud, empleo, justicia, respeto elemental a los derechos humanos, educación, vestido, seguridad, y de la capacidad de los actores para ajustar las condiciones de su aprovechamiento.
Eliminar la corrupción es la primerísima condición. Sacar del poder a los abusivos que han defraudado la conciencia nacional, juzgar sus procederes a todos niveles de gobierno federal y local, erradicar las prácticas nocivas de enriquecimiento turbo, hacer imperar…
… una correcta procuración y administración de justicia, borrar todo vestigio de complicidad con el trasiego de drogas y las actividades delincuenciales que lo alimentan, tapar los oídos a los cantos de sirena de los candidatos independientes, castigar penalmente esas habilidades nocivas, hacer que impere la ley, que se respete el sufragio auténtico y el trabajo.
¿Que esto está tan cerca y tan lejos? Lo sabemos. Pero si países infinitamente menores que el nuestro, con menos almácigos de talento, con mayores deficiencias en el reservorio de legislación positiva lo han logrado,¿ por qué no nosotros?
Índice Flamígero: “La verdad, he visto ausencia de líderes políticos de partidos y mucha presencia del gobierno”, aseguró Carlos Slim Helú en conferencia sobre los esfuerzos de reconstrucción tras los sismos del 7 y 19 de septiembre pasados, reportan. Fue un reconocimiento a la sociedad que voluntariamente se aprestó al rescate de víctimas y alabó la presencia gubernamental. Tras la pregunta “¿Piensas abandonar a tu viejit@”, don Arturo Sandoval informa y comenta: “El pleno del Congreso de San Luis Potosí, México, aprobó la modificación a su Código Penal para tipificar el delito de ‘abandono de persona adulta mayor’, estableciendo sanciones y supuestos de comisión. Con la adición del artículo 204 bis se establecen sanciones de 2 a 5 años de prisión, más la reparación del daño, a quien abandone a un adulto mayor en situación de vulnerabilidad y a quién o quiénes estando a cargo de un establecimiento público o privado en el que se brinde asistencia integral a adultos mayores, no la proporcione de manera adecuada y oportuna. En el caso de que el abandono traiga como consecuencia la muerte de la persona adulta mayor, se aplicarán las penas establecidas para ‘homicidio por omisión’. El abandono de una persona adulta mayor implica dejar de proporcionar alimento, vestido, habitación, atención médica y hospitalaria”.
www.indicepolitico.com
pacorodriguez@journalist.com
@pacorodriguez