Frente Ciudadano, una visión del futuro cercano
Francisco Rodríguez jueves 19, Oct 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Los escritores críticos latinoamericanos siempre han transitado por el camino ancho y a veces peligroso de la libertad. Sus pasos son inconfundibles: siempre a la caza de un tirano, al lado de la voz popular y de sus reclamos; guías y compañeros de todos los sinsabores y, a veces, hasta de sus triunfos.
Casi siempre son recipiendarios de todas las abjuraciones contra la felicidad, simplemente porque nuestra tierra grita el clamor de la injusticia secular, dominada por caudillos, mandamases y vendepatrias. Lo que se hunde por la violencia siempre acaba salvándose por el pensamiento. Esta es sólo una hazaña de la imaginación.
Entre los auténticos guerreros del idioma, los guardianes eternos de la identidad y la idiosincrasia del latinoamericano universal se encuentra sin duda Alejo Carpentier, el autor de El siglo de las luces, obra que retrata tanto la llegada de la ideología de la Revolución francesa a las Antillas, como el arribo de Madame la Guillotine.
Carpentier detecta cuatro instituciones opresoras en América Latina: la cárcel, la Iglesia, la esclavitud y el imperialismo extranjero. De allí, su marcada influencia entre dos grandes: Fernando del Paso y el cubano Leonardo Padura. Recibió el premio francés Cino Del Duca, al lado de Borges y Jorge Amado.
La aparición de La consagración de la primavera reveló al mundo sus grandes habilidades como musicólogo y su vocación de melómano. Durante su vida, Carpentier prestó enormes contribuciones para el conocimiento de nuestra condición dependiente y para deshacernos de aldabones que impedían cualquier evolución.
Propuso en el Congreso Latinoamericano de Escritores, celebrado en Chile, en 1962 —unos meses después del ridículo gringo en Bahía de Cochinos—, al calor de la inauguración de la OLAS y de la Conferencia de la OEA en Punta del Este, Uruguay, que se creara una Federación de Estados Americanos para luchar por el desarrollo, junto a los pobres de Estados Unidos.
Carlos Fuentes, ensoberbecido, lo descalificó en el acto, aduciendo que cómo se atrevía a hablar por el pueblo de Estados Unidos si ese país había fracasado por la falta de colaboración entre el norte y el sur. Víctima de las invectivas de los rabanitos, Carpentier se quejó de que también José Donoso lo bombardeó con clichés propagandísticos repetidos hasta la saciedad. Tuvo que abandonar la reunión antes de ser linchado.
Carpentier fue defenestrado por los defensores de la industrialización alemanista. Los mismos que aplaudieron el abandono de la agricultura y la alimentación para que el Estado favoreciera a un reducido número de capitalistas nylon y a los exportadores agropecuarios cobijados por un macabro sonsonete de “desarrollo hacia afuera”.
Los escritores paniaguados del alemanismo, justificadores de todo, siempre opinaron falsedades para defender al patrón. Eli de Gortari argumentó que los libros de Carpentier eran unas “novelas difamantes”. Emilio Uranga, que tenían “una clara estirpe enajenante”.
Alonso Aguilar, sostenedor del “milagro mexicano del desarrollo estabilizador”, que “era simplemente demagógico”. Pablo González Casanova: “es rotundamente falso que el campo sea pobre como consecuencia de la industrialización”. Nunca se mordieron la lengua. Impidieron que el cubano entrara a nuestro país.
Sin embargo, a distancia, a la caza de los dictadores, Carpentier hizo una gran mancuerna con Frank Tannenbaum, el mismo investigador residente en el país que recorrió el territorio hasta a lomo de mula para llegar a conclusiones brillantes sobre las limitaciones estructurales de sus mandarines.
“Conocer México —opinaba Tannenbaum— es una obligación moral”. El FBI, a la caza de críticos sensibles trató de procesar a Carpentier y a Tannenbaum como instigadores de actividades comunistas en nuestro país. Todo por no sumarse a los paniaguados y no pensar que el camino de la industrialización era el indicado.
México, repetían incesantemente Carpentier y Tannenbaum, no estaba hecho para las grandes aventuras, pues tenía una población dispersa y muy pobre, además de una geografía telúrica y amenazante. No era un país para obras faraónicas, ni para la competencia transatlántica. Opinaban que debía tener un sentido de la proporción en su desarrollo.
La inversión extranjera que había atraído nuestro proceso criollo de industrialización, extrajo más de lo que aportó y la deuda amenazaba con poner en un grave entredicho la capacidad de pago del país. Debíamos centrar el desarrollo en las pequeñas comunidades, dotándolas de todo el acervo científico y tecnológico capaz de hacerlas autosuficientes.
Enfocar las baterías a desarrollar sus regiones productivas, a explotar sus potencialidades y recursos con un modelo casi parroquial. Desarrollar primero su mercado interno y emparejar sus disímbolas regiones. Abastecer necesidades urgentes, procurar su fortaleza a largo plazo, frente a los embates de la dominación exterior.
México, opinaban los dos sabios, necesitaba de una filosofía de las cosas pequeñas, no pensar en que su derrotero era la industrialización a cualquier costo, como el modelo norteamericano. Un pensamiento que después de ochenta años sigue siendo espectacularmente vigente.
Dinamarca, el mejor ejemplo. No todo está podrido, como dicen
Los escritos de Carpentier y Tannenbaum fueron tabú para cualquier mención de economistas e intelectuales al servicio del poder. Cayeron como bomba en esa atmósfera de optimismo infantil. Hasta Manuel Germán Parra llegó a preguntar: “¿vamos a comprar motores de combustión interna con jícaras de Uruapan?”. Realmente ridículo.
El tiempo les dio la razón. Dinamarca, impulsora del mercado interno y del cierre de puertas a la industrialización extranjera, es la economía emergente más importante del mundo. El primer lugar indiscutible en el desarrollo tecnológico y en la economía del conocimiento. Rebasa la extensión de esta columna ahondar en sus logros.
La aprobación del registro del Frente Ciudadano por México para las elecciones del 2018 volvió a poner en el tapete la discusión sobre el modelo de desarrollo que propone. Absolutamente centrado en el desarrollo del mercado interno. No faltarán paniaguados y comentaristas interesados que empiecen a bombardear esta visión.
Porque los moches y las comisiones pantagruélicas que se derivan en favor de los mandarines y valedores de los medios a modo, nacen precisamente de los favores concedidos a los inversionistas extranjeros, mismos que nos están dejando en la inopia y la indefensión.
Toda la economía ficción del caprichato pri-panista, asentada sobre lo que nunca será nuestro, tiembla ante la posibilidad del desarrollo del mercado interno y la exploración de nuestras posibilidades y capacidades. El desarrollo equilibrado de nuestras regiones productivas, la multiplicación de las fuentes de empleo, salud, educación, obras de infraestructura y gasto social depende en su totalidad de esta visión del futuro cercano.
Conceptos de equidad y mecanismos de equilibrio social que deben ser la base para actuar urgentemente en favor de los que menos tienen, de la población vulnerable que demanda ampliar las protecciones sociales para enfrentar los efectos de una crisis estanflacionaria que se atiza desde el desarraigo, la ambición y la apatía demoledora. ¿Usted qué haría?
Índice Flamígero: Resulta por demás sospechoso que lo poco que ya queda del Panal, repentinamente haya dado el sí a los impulsores del Frente Ciudadano por México. Y es que es público y notorio que, desde principios de 2013, el ¿aún? presidenciable Miguel Ángel Osorio Chong se ha adueñado tanto de ese partido, como de su nodriza sindical que es el SNTE. ¿Caballo de Troya? Conociendo a sus dirigentes, le puedo asegurar que por ahí va la cosa. + + + Por cierto, comieron en uno de los restaurantes más exclusivos del hotel St. Regis, el impresentable gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, y el dirigente formal del gremio magisterial oficial, Juan Díaz de la Torre. En todas las mesas vecinas se enteraron de los “apoyos” que se están repartiendo en todas las entidades… a favor del secretario de Gobernación, del que ambos son paniaguados. + + + Petróleos Mexicanos pierde alrededor de 15 mil millones de pesos al año, mientras que ciertos distribuidores de gas licuado de petróleo (LP), preponderantemente Grupo Global Gas, de Francisco Vizcaíno, y el monopolio Grupo Soni, de Salvador Oñate —también en el negocio del agio, a través de Banco del Bajío— acrecentan sus ganancias por los enormes descuentos de hasta 34% que la empresa productiva del Estado les otorga. Las amas de casa, en cambio, han visto incrementar el precio del tanque de gas hasta en un 44 por ciento en lo que va de 2017. Negocio redondo para Grupo Soni y Global Gas que compran muy barato y venden muy caro. Mal negocio para Petróleos Mexicanos y para los consumidores. Pésimo, para el país que requiere de recursos para hacer frente a sus cada vez mayores necesidades, apuntan los distribuidores que importan el producto, tras haber hecho cuantiosas inversiones en buques-tanque y terminales de almacenamiento. Mantener esta política de descuentos a ciertas empresas gaseras se ha pervertido. Funcionarios de Pemex Transformación Industrial que reciben “comisiones” también millonarias de los gaseros favorecidos, desvirtuaron las medidas dictadas por la Secretaría de Energía, en voz de su titular Pedro Joaquín Coldwell, quien en agosto de 2016 justificara la decisión de reducir el precio de venta a primera mano en 13 al 15%, debido a las utilidades, dijo, que obtenían los importadores, porque el precio del gas LP en el extranjero es más barato que en México. Ello, dijo entonces el secretario, redundaría en una significativa reducción de precios al consumidor. Ha sucedido todo lo contrario. El consumidor paga más ahora, y los descuentos se han elevado hasta casi el 35%. ¿Será que funcionarios están también, en este “bisne”? No lo dudo, porque nada pasa, no se pone orden, pese a las muchas denuncias públicas existentes.
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