Rechifla
¬ Augusto Corro lunes 22, Nov 2010Punto x Punto
Augusto Corro
Cada quien con su festejo del Centenario de la Revolución Mexicana. El jefe del gobierno capitalino, Marcelo Ebrard y su “patiño” Cuauhtémoc Cárdenas, en el remozado monumento a la Revolución; Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en el Hemiciclo a Juárez y el presidente Felipe Calderón Hinojosa frente al edificio de Bellas Artes.
Ebrard y AMLO reconfirmaron que ambos van en distintos carriles rumbo a la sucesión presidencial del 2012. El primero se organizó su Cumbre Internacional de Alcaldes, remozó la Plaza de la República con su respectivo monumento y su reinauguración.
En esa ceremonia conmemorativa estuvo presente el llamado líder moral del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Cuauhtémoc Cárdenas, quien recibió una sonora rechifla y abucheos por parte del respetable público que esperó más de tres horas el inicio del acto. El dirigente criticó al gobierno federal por su falta de visión, voluntad y patriotismo.
Nada nuevo bajo el sol. Cuauhtémoc cumplió con su discurso para salir del paso. Desaprovechó el momento para planteamientos más directos e importantes para sacar a la izquierda de la división y la pulverización en la que se encuentra.
Ebrard se refirió a sus aspiraciones legítimas de su participación en la próxima justa electoral presidencial. Dijo que podemos construir otro México con esfuerzos progresistas y de izquierda.
El jefe del gobierno capitalino también desperdició su oportunidad y su discurso no alcanzó a salir de la mediocridad. Su mérito consistió la remodelación y reinaguración de la multicitada plaza y su monumento.
Cerca del lugar, frente al Hemiciclo a Juárez, AMLO y sus seguidores se reunieron para un acto con más de lo mismo. El tabasqueño llamó a los mexicanos a una insurgencia cívica, masiva, ordenada y contundente.
También desperdició el momento y la oportunidad para una convocatoria diferente en el Centenario de la Revolución Mexicana. Parece que se trató de actos de cajón, de aquellos que se realizan casi mecánicamente. No se escucharon los discursos encendidos que ameritaba la ocasión.
Pero algo sí se notó. Las diferencias que existen en la llamada izquierda mexicana, o lo que queda de ella, pues se trataba de un momento para manifestar que todos los dirigentes de esa corriente política se encuentran unidos, aunque debajo de la mesa se golpeen las espinillas.
Es un hecho que la división entre la jerarquía del PRD los intereses son irreconciliables. Por un lado, Jesús Ortega, el chucho mayor, se encargó de pulverizar esa organización política hasta dejar el puro cascarón.
La militancia partidista va a la deriva. No saben si irse con melón o con sandía. Los perredistas de izquierda de hueso colorado siguen a AMLO, los colaboracionistas con el régimen panista ven a Jesús Ortega como su salvador.
Y en el aire queda volando Ebrard que se apoya en algunos delegados políticos. Queda de manifiesto que la izquierda no intentó demostrar un mínimo de unidad. Así, divididos tendrán que enfrentar a sus adversarios políticos que a pesar de que también registran problemas, no son tan evidentes y complejos como ocurre en la organización perredista desmantelada.
También Felipe Calderón Hinojosa habló en otro acto conmemorativo del Centenario de la Revolución en la explanada de Bellas Artes. Instó a impedir que se manipule la democracia.
Se trató de un discurso dirigido a la jerarquía política nacional que sí lo pudo entender. El común de los ciudadanos no se dio por enterado. De esa manera el orador cumplió con su compromiso sin mayor problema.
El máximo representante del panismo no tenía ninguna obligación de honrar a los héroes revolucionarios. Su partido, el blanquiazul fue creado con el propósito de activar la contrarrevolución. Por eso se vio la falta de interés del gobierno calderonista de darle un mayor realce a los festejos centenarios.
Salta a la vista que se consideró otro trato a las fiestas del Bicentenario de la Independencia. El propio secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, reconoció que faltó involucrar a los gobernadores “y a todos los mexicanos posibles”.
Queda, pues, de manifiesto que a los panistas, es decir al gobierno blanquiazul, de espíritu conservador no le interesó festejar en grande los cien años de la Revolución Mexicana. No tenían por qué hacerlo. México vive uno de los peores momentos de su historia: inseguridad, violencia y una situación económica difícil.
De la inseguridad todo mundo sabe que el gobierno calderonista inició una lucha contra el crimen organizado y van más de 30 mil muertos en una guerra que no se le ve el fin.
Los cárteles de la droga desataron una violencia tal que nadie escapa a las acciones belicosas y sanguinarias. Los jóvenes, principalmente, resultan los más afectados porque son los más indefensos ante los embates de la narcodelincuencia y de la propia fuerza pública.
Por otra parte, la crisis económica provocó que se duplicara el número de hogares con hambre en México, catalogados como “inseguridad alimentaria severa”. Así la revela un estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) (“Reforma”, 19 de noviembre de 2010).
El estudio “La Niñez y la Adolescencia en el Contexto de la Crisis Económica Global: el Caso de México”, indica que el deterioro de la seguridad alimentaria afectó a todos los grupos sociales del país independientemente de su nivel de ingresos.
Llegamos al Centenario de la Revolución con crisis muy severas en la niñez. Cada vez, más niños se ven involucrados en actividades del crimen organizado obedece a las condiciones económicas y sociales que vive el país.
Son los priístas quienes sí festejan a lo grande los cien años de la Revolución Mexicana, porque se sienten revolucionarios, a pesar que la mayoría de ellos son más conservadores que los propios panistas. Que el PRI lleve lo de Revolucionario Institucional en su divisa, se trata de un simple formulismo intrascendente, obsoleto. De revolucionarios no tienen ni un pelo.