“El México negro”
¬ Salvador Estrada jueves 19, Oct 2017Folclor urbano
Salvador Estrada
Al mes de la tragedia sísmica en esta capital, donde los jóvenes se llenaron de gloria por su solidaridad fraterna y de ayuda humanitaria, se fueron descubriendo los hijos del averno, que haciéndose pasar por voluntarios, robaron y saquearon los departamentos de los damnificados.
Entraban a los departamentos, entre las ruinas, y se robaban lo que podían sacar y algunas veces encontraban joyas, dinero, pero casi siempre salían con tablets, computadoras, relojes y todo lo que fuera de valor.
Estos hijos del diablo, también transaban con los alimentos que estaban donando los ciudadanos a los centros de acopio y, por arte de la magia negra, aparecían en los tianguis de la ciudad “a mitad de precio”.
Las latas de atún se venden a cinco pesos, por ejemplo, y rollos de papel y agua embotellada están a la venta en los tianguis, lo mismo que productos en bolsas con el sello del DIF.
Esos malditos hacían negocio con la desgracia humana y no les importaba el dolor ajeno, ni el sufrimiento de los padres, para robar todo lo que pudieran, haciéndose pasar por voluntarios.
Y, otros vivales, no tan emparentados con los del averno, se hacían pasar por damnificados, y poniendo una fingida cara de dolor acudían a las autoridades capitalinas a pedir ayuda ante la pérdida de su vivienda.
Y, ante la desgracia, las autoridades actuaron rápido y sin tener un censo a la mano entregaron a mil 500 falsos damnificados igual número de cheques por 3 mil pesos cada uno.
Al ser descubierto el robo que estaban cometiendo, las víctimas ficticias, las autoridades pidieron se regresaran los cheques y de los mil 500 que lo recibieron sólo ¡cuatro! los regresaron.
Ante esta situación las autoridades capitalinas “ya no confían” en los que acuden en ayuda y ahora piden que estén censados, que estén registrados como damnificados, para poderles brindar ayuda. Y a algunos les piden papeles, comprobantes, pero “de dónde los saco señor, si todo se quedó en el derrumbe”.
Esos jijos de la jijurria, que no se conmovieron con las lágrimas y el dolor de las víctimas, pertenecen al “México negro”, el que no se conocía, según lo calificó el licenciado Juan Ayala, secretario general del Sindicato de los Trabajadores del Gobierno capitalino.
El líder dice que él vio, que no le contaron, que él fue testigo de la rapiña que hicieron los del “México negro”, porque acudió a las zonas devastadas junto con brigadas de su sindicato a prestar ayuda.
Juan Ayala entendió ante la tragedia de los sismos que existen tres Méxicos. Y así los calificó: el México solidario, el México ordenado y el México negro.