Mentira y dolo, pilares esenciales de la corrupción y la impunidad
Francisco Rodríguez martes 17, Oct 2017Índice político
Francisco Rodríguez
El filósofo y escritor Fernando Savater, llegó a expresar: en los tiempos que corren, la ética es como la digestión; cada quien tiene la suya. Lo dijo después de observar el comportamiento de George Bush II tras el autoatentado a las Torres Gemelas, en un momento sospechosamente coincidente con su caída en picada en las preferencias electorales, recién iniciado su primer cuatrienio presidencial en Estados Unidos.
Sus declaraciones de inocencia, más sus falsos pronunciamientos en defensa de la patria amenazada por los musulmanes cargadas de perjurio y dolo, jamás fueron sometidas al arbitrio de la justicia estadounidense, tan proclive a ejecutar sentencias que involucren esos desacatos delictivos, en los que comúnmente caen los hombres públicos y empresarios deshonestos.
Al mismo tiempo que los sistemas jurídicos occidentales y orientales presumen realmente las inocencias de los inodados hasta que se demuestre lo contrario, es decir su culpabilidad, juzgan con igual rasero a quienes mienten en un proceso o declaración ministerial o les comprueban que en los ilícitos cometidos actuaron de mala fe.
Es el correlato sustancial al sedimento religioso, costumbres culturales y credos protestantes, heredados de viejas tradiciones eclesiásticas contrarias a las hipocresías fomentadas por un falso catolicismo vaticano. Las iglesias luteranas, calvinistas y puritanas crecieron contra esos dogmas de fe y generaron gigantescas masas de creyentes.
Cuando los castigos al perjurio y al dolo eran de a de veras en Estados Unidos, un senador demócrata, Gary Hart, candidato presidencial que fue pillado en épocas de campaña —la primavera de 1987— con una modelito de Playboy en su yate particular, pagó con el descrédito, la inhabilitación y el exilio por su atrevimiento de afirmar que no era él a quien habían sorprendido.
Los paparazzi del diario The National Enquirer reprodujeron por millones sus escarceos amorosos con la modelo. Hart no aguantó la verdad y se decidió tomar el portante e irse a los montes de Ubeda con sus inconexas declaraciones a la prensa, cargadas de falsedades y distorsiones.
La revista Life —una de las más emblemáticas del mundo cuché, junto con París Match y Der Spiegel— a los pocos días del escándalo Hart, sacó a plana completa la fotografía del aspiracional senador demócrata, en el ostracismo total, enfundado en un enorme overol pescando truchas en un fiordo noruego. Y hasta allí se supo de él. Defenestrado por la implacable justicia contra los juramentos falsos.
De la misma manera que Edward Kennedy pagó con el ostracismo político el escándalo de Chappaquiddick, y Richard Milhous Nixon las revelaciones verdaderas de “garganta profunda” a los reporteros de The Washington Post sobre el espionaje y la intromisión del poder y el FBI republicano en el cuartel demócrata del edificio Watergate.
Bush II jamás fue sometido a la prueba del ácido, incluso cuando junto con Dick Cheney juró por ésta que había hecho su servicio militar, cuando la verdad era que papá Bush los había escondido en una escuela de aviación privada en el Medio Oeste, para salvarlos de ir a combatir a Vietnam, o en cualquier oficina de la Marina gabacha.
Finalmente, Richard Cheney no aguantó la cruda moral de todas las sospechas, entró al túnel del pánico escénico y declaró que las mentiras de Bush II sobre las armas químicas y nucleares de Saddam Hussein eran falsas, así como el atentado de Osama Bin Laden a las Torres Gemelas neoyorkinas.
Osama Bin Laden era en la realidad el heredero de una familia del Golfo Pérsico socia petrolera de su padre, y Hussein el chivo expiatorio para vestir las aspiraciones de Bush II a la rutilante popularidad y desde luego a un segundo período presidencial en el gabacho. Lo logró, a costa de perjurio y dolo. La justicia se calló la boca.
Si de castigar con penas edificantes se tratara, México también obtendría el último lugar en el sótano de esta tabla jurídica. Es uno de los pocos, sino el único entre los miembros de la OCDE donde no se castiga el perjurio ni el infamante dolo. En todos los demás sí, con justa razón jurídica y humana.
Si de castigar el dolo y la mentira se tratara, el régimen del sexenio, hubiera durado el tiempo necesario para juzgar y condenar a los de funcionarios al minuto de ejercicio por el hecho de haber jurado obedecer y defender a la Constitución en el encargo. Y hasta ahí hubieran llegado, no a los reales tres meses que tardó su investidura.
En México, la violación a la ética profesional, la práctica pertinaz de la mentira política, social y jurisdiccional, así como el dolo empleado para cometer una serie de indeseables conductas delictivas, obedecen a un patrón de la corrupción imperante. La mala fe es desconocida por la ley, en todas sus mayores manifestaciones de punibilidad.
Salvo una tangencial mención en los delitos específicos del Código Penal federal, se hace referencia a un castigo infinitamente menor a quien cometa el ilícito no grave del abuso de confianza, tipificado suavemente y de manera expresamente amañada como “aprovecharse de la falta de experiencia y notoria buena fe del ofendido”. Tantán.
A ello se debe en gran parte el fundamento de la impunidad y la inmunidad de nuestros funcionarios, infames próceres de huarache. Mienten el Presidente, los encargados de despacho, gobernadores, alcaldes, legisladores y jueces de todas las categorías, sueldos y niveles. Amparados en este juego, mienten también todos los delincuentes organizados y los narcotraficantes que sirven a los mandarines de turno.
Mienten sus infames abogados y los corruptos empresarios favorecidos con el mendrugo de todos los tamaños. La mentira es el deporte nacional por excelencia. El dolo, su inseparable compañero en todas las fechorías. La inmunidad, el correlato social que la juzga como atrevimientos chistosos y expresiones de algarabía en un país muerto de hambre, sediento de justicia y trabajo. El sometimiento, como base de la esclavitud y la servidumbre humana.
El espíritu de la mentira y el dolo se posesionan poco a poco del cuerpo calloso del cerebro mexicano, y llega a inundar de lodo todas las actividades que redundan en beneficio de la defensa de derechos humanos y civiles en tribunales y en todo espacio de expresión. El caso ridículo del abogado huizachero, Alejandro Ponce Rivera, aparece en este pantanal.
Alejandro Ponce Rivera, un tinterillo enriquecido con el dinero y los embutes de lavadores reconocidos en los expedientes judiciales, tiene el morro de presentar, en este escenario de falsedades, sendas denuncias penales en la PGR contra 16 juristas mexicanos dedicados a defender los intereses fiscales de clientes atropellados por el gobierno. Barnizado en el honorable despacho del abogado Daniel Guzmán López, reconocido fiscalista defensor, el malagradecido Ponce Rivera arremete contra él y lo denuncia también por el delito de usurpación profesional y el atrevimiento de organizar un foro internacional sobre derecho fiscal, que se celebrará en los próximos días en Puebla, y cuyas conclusiones atentan contra poderosos capos del narcolavado y de las exenciones impositivas.
Los 16 ponentes del valiente foro fiscal denunciados por el huizachero, son también lúcidos colaboradores de la revista académica de Defensa Fiscal, cuyo prestigio está por encima de cualquier sospecha, pues cada vez son más los mexicanos beneficiados en sus haberes por los litigios contra el Estado persecutor de brujas que han incoado durante veinte años…
… los jurisperitos mencionados en la rastacuera y pedestre denuncia de Alejandro Ponce Rivera, quien sólo se atiene a la manera de procurar justicia del buitre de las carreteras, el recién renunciadito Raúl Cervantes Andrade, primo de quien usted ya sabe, temido por su inclinación endémica a defender a los enemigos declarados de la sociedad mexicana, como está suficientemente demostrado.
Este botón de muestra es emblemático, ejemplifica de manera inequívoca la complicidad de autoridades mentecatas y abogados del dólar, en la incesante tarea de demoler las bases esenciales del estado de Derecho mexicano, el que siempre se ha resistido a castigar ejemplarmente la mentira y el dolo, pilares esenciales de la corrupción y la inmunidad en nuestro país.
Debemos estar atentos a otro que puede ser el caso que dé la puntilla al derecho fiscal mexicano, que se abre paso en este páramo yermo, plagado de hambre, incertidumbre jurídica, atracos sociales, violencia, ejecuciones extrajudiciales, asesinatos y mentira, por si fuera poco.
Definitivamente, ¡la ética no puede ser como la digestión!
Índice Flamígero: Desde Torreón, Coahuila, escribe don Miguel Ramírez: “Mejor que la última pelea del Canelo está resultando el pleito entre Peña y el PRI en contra de Anaya y el FCM. Al no haber réferi que lo controle, se están presentando toda clase de golpes y marrullerías. En Los Pinos no se olvida que por la intervención de Anaya y demás frentistas, el pase automático del fiscal carnal a la futura FGR fue anulado. La guerra sucia con que se está atacando a Anaya no le debe ser desconocida a éste, ya que en el PAN la usan cotidianamente en contra de sus adversarios políticos. Los golpes que han lanzado en contra de Anaya, son acusaciones de enriquecimiento inexplicable y posesión de empresas y bienes inmuebles, a los que Anaya ha respondido, señalando la corrupción todo terreno y los innumerables conflictos de interés que caracterizan a Anaya. Los dos tienen muchos flancos débiles, por lo que no se ve nada difícil que al término de la pelea ambos terminen noqueados.” + + + Esa renuncia a la titularidad de la PGR de Raúl Cervantes ¿es para que EPN lo postule como candidato a la Fiscalía General de la República? Lo que en los corrillos se dice; empero, es que el candidato de Manlio Fabio Beltrones a ese cargo es su yerno, Pablo Escudero, quien solicitara licencia en el Senado la semana anterior. + + + “México le debe mucho al PRI”, es la frase del ya casi candidato presidencial del tricolor José Antonio Meade, que se presta a muchos memes, pues parece guasa ¿no cree usted?
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