Pasarela de impopulares
Freddy Sánchez jueves 12, Oct 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
La ley de la oferta y la demanda en materia de sucesión presidencial podría sufrir un colapso.
La razón es que cada vez son más los que se perfilan para disputarse el puesto ante un magro e indiferente electorado.
A esa conclusión se puede llegar si consideramos los antecedentes de las tres últimas elecciones en las que en promedio en cada una apenas la mitad de electores registrados acudieron a las urnas a ejercer su derecho al voto.
Esta vez habrá 14 millones más de potenciales electores que podrán votar por primera ocasión (al cumplir 18 años) y aun así cuesta trabajo creer que la contienda presidencial para el 2018 logre una extraordinaria participación ciudadana.
Ni siquiera cuando el PRI (después de casi 70 años de poder presidencial ininterrumpido), fue echado de Los Pinos por una contundente mayoría de los que votaron por Vicente Fox, se pudo derrotar notoriamente el abstencionismo en las urnas.
Quizás un mal de las democracias en el mundo, dado que incluso en los países más politizados, el fenómeno de la abulia electoral comúnmente está presente.
En algunos lugares y momentos de la historia mundial con mucha más participación ciudadana a la hora de elegir a su presidente, pero difícilmente con “casa llena” en las urnas.
Desinterés en la política, repudio por los políticos que se disputan un cargo presidencial o falta de confianza en la legalidad de los procesos electorales, el caso es que el abstencionismo en casi todas partes del globo terráqueo, suele ser una triste realidad en las elecciones presidenciales.
Y en México, lamentablemente, todo indica que no será la excepción para el próximo año.
De modo que con un electorado en gran porcentaje apático para ejercer su derecho a votar, entre más candidatos presidenciales salten a la palestra a competir por el cargo, la incertidumbre entre los votantes, obviamente contribuirá a repetir lo sucedido en las tres pasadas elecciones.
El que gane la primera magistratura podrá ser declarado como legítimo presidente, contando solamente con una mínima diferencia de votos a su favor por encima del segundo lugar, aunque lógicamente no recibirá la aprobación de la mayoría de los electores.
Y es que esa mitad habitual de los que no votan, inevitablemente significa una contundente desaprobación para el ganador en la contienda presidencial.
Algo que naturalmente para los aspirantes presidenciales que están a la vista y los que pronto aparecerán en la escena pública, obviamente los tiene sin cuidado.
Llegar a la presidencia, apenas con un tercio o menos de la aprobación de los que se animen a votar, seguramente para el futuro ganador será lo de menos, en tanto al amparo de la ley pueda ostentarse como presidente electo de los mexicanos, así sea una minoría la que le otorgue dicho privilegio.
Claro que en tal caso, el cargo presidencial en el 2018 lo asumirá, no el aspirante presidencial que más confianza inspire entre los ciudadanos, sino el menos repudiado en las urnas, sea éste un candidato partidista o independiente y cuya aceptación social sea no la más alta, sino la menos baja, si como todo indica la sucesión presidencial ocurrirá tras una pasarela de impopulares.