Las formas de la esclavitud en Iberoamérica
* Especiales, _• Letras Iberoamericanas •_ viernes 19, Nov 2010Edgar Gómez •
Estimados lectores, ahora les escribo desde Port Elizabeth, Sudáfrica, en una experiencia que ha modificado mi forma de pensar sobre algunos aspectos, tanto de la vida cotidiana como del razonamiento general. África para las personas que vivimos en América Latina es un lugar lejano, pintado con estereotipos conocidos por cada uno de nosotros: Personas que viven en la miseria, animales salvajes que rondan sus estepas o sus pastizales (“los big five”) y etnias muy rudimentarias que conviven con su entorno natural de una manera muy salvaje. Sin embargo, al llegar al continente Africano vía Johannesburgo para después conectarnos a la Bahía de Nelson Mandela, nos recibe un África alegre, pintoresca, de bellos paisaje y personas fraternas en su trato cotidiano. Es en este contacto que encuentro el daño que hace la globalización al intentar estereotipar a las regiones y a las naciones del mundo. Las tomas visuales de las cadenas mundiales de televisión CNN, BBC, FOX, entre otras, logran que las conciencias del mundo se rijan (aunque no lo queramos) por los encasillamientos de sus imágenes.
En este sentido, me pregunto: ¿cómo se ve Iberoamérica desde el mundo? ¿Qué piensa un Etíope cuando escucha algún comentario sobre México, o un Marroquí cuando escucha un comentario sobre Colombia, o un Tailandés cuando lee un artículo breve sobre Brasil? la respuesta seguramente nos sorprendería.
Desde Sudáfrica, en un intento por tratar de explicarles queridos lectores mi experiencia, podríamos dividir al África en tres regiones: la África árabe compuesta por aquellos países que se encuentran al norte del continente y que bañan sus costas con el Mar Mediterráneo (Egipto, Libia, Túnez, Marruecos y Argelia); la África Subsahariana que se encuentra, como su nombre lo dice, por debajo del desierto del Sahara y la Sudáfrica, país que se encuentra en el cono sur del continente y que ha empañado su historia con el régimen denominado apartheid que en Afrikáans (lengua proveniente del holandés, utilizada por los blancos sudafricanos) significa “separación”. Y, es en este preciso aspecto donde quiero ahondar mi disertación de este día. Después de 16 años de rompimiento del apartheid donde los pobladores de esa nación de raza negra tenían una segregación social, económica y política, lo cual les daba una condición de esclavos; podemos ver en las calles los vestigios de esa realidad que aun, como fantasma, ronda los lugares públicos de esta noble nación. En los restaurantes donde los comensales son de raza blanca y los meseros de raza negra, donde los barrenderos son de raza negra y los dueños del capital de raza blanca. Es en este primer contacto que me surge la pregunta, ¿es la esclavitud compañera natural de los humanos? ¿La esclavitud tendrá distintas formas de presentación? A esto, me viene a la mente Friedrich Engels cuando señala que el trabajo moderno es una nueva forma de esclavitud. Empero, trataré de ir un poco más allá del razonamiento económico y me pregunto: ¿el hombre busca un ancla en algún lugar de su vida para sentir seguridad? Seguridad que paga muy cara; ya que en algunos casos tiene que entregar parte de su libertad que debiera ser un bien natural apreciado por los hombres.
Por otro lado y a esta distancia (14,500 km. aproximadamente) me duele ver cómo los habitantes del continente europeo, asiáticos, los estadounidenses y los canadienses pasean por estas tierras africanas de una forma cotidiana, cuando nosotros los latinoamericanos tenemos que estar sometidos a las ineficiencias de nuestros gobiernos, lo que hace que el “mundo nos quede tan lejos”. A esto pongo de ejemplo las facilidades que tienen los estadounidenses para estar en Johannesburgo en un vuelo de Atlanta donde sólo tienen que invertir 16 horas de su tiempo, mientras nosotros tenemos que invertir por lo menos 23 horas vía Sudamérica o 35 horas vía Europa, sin contar el costo adicional que tenemos que pagar por un vuelo similar. En este sentido, creo que en América Latina y tal vez en menor grado en Portugal y España, los habitantes de nuestras naciones nos hemos vuelto esclavos de nuestros estados; ya que son nuestros estados, quienes con sus políticas económicas, políticas y sociales nos alejan (económica, política y culturalmente) de la realidad de otras latitudes, la cual nos sería muy útil para conocer nuestro presente y darle forma a nuestro futuro.
En este orden de ideas, nuestros pueblos también viven esclavos de sus ideologías. El excesivo cuidado de la soberanía, el odio yanqui (que en algunos países se ve incrementado – Cuba, Venezuela, Bolivia, etc.), su proteccionismo económico que no ha generado el bienestar esperado, la interminable disputa entre la derecha y la izquierda, entre otros aspectos, nos han marcado como una región que crece lentamente, que ha creado un capital intelectual mínimo para hacer frente a la competitividad del mundo y por lo tanto una región que se trompica para avanzar.
Ante esto, ¿qué hacemos los ciudadanos de Iberoamérica?, parece que el ir a votar periódicamente en las elecciones generales o locales (según nos corresponda) es nuestra única obligación. Mas no hemos encontrado la vocación ciudadana que nos permita zafarnos de las inercias de nuestros estados que lo único que buscan es una estabilidad pasajera que le dé certeza al régimen partidista o totalitario que rige en nuestros países.
Amigos lectores, desde estas tierras sudafricanas he visto los vestigios de un régimen esclavizador. Sin embargo, estos vestigios me hacen ver que la esclavitud tiene distintas formas y en Iberoamérica las experimentamos. Ya sean los Estados, el capital, “el confort” o las ideologías extremistas, hacen que nuestras conciencias pierdan su libertad natural y se vean sometidas a realidades ajenas, a la adopción de pensamientos, que modifican nuestra esencia y hacen de nuestra identidad y soberanía una utopía vivida en el paraíso etéreo de los discursos únicamente.
Estoy seguro que cada lazo que nos vayamos quitando de nuestra historia, de nuestras creencias y de nuestros pensamientos, nos hará ver el mundo de manera distinta y aunque África, Asia, Europa o Australia se encuentren a varios kilómetros de distancia su realidad no nos será ajena y nos ayudará a entender la nuestra.
• Tiene estudios de posgrado en Ingeniería Económica y Financiera, y es graduado del Programa Internacional LEAD relacionado con temas de Desarrollo, Población y Cambio Climático.