Los rezos y el marqués de Pombal
Alberto Vieyra G. miércoles 27, Sep 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Años antes de que el italiano, Giusseppe Mercalli (1850-1914), y el norteamericano, Charles Francis Richter (1900-1985), dieran a conocer sus famosas tablas sísmicas en las que se mide la intensidad de los temblores y los terremotos, nuestros antepasados en las culturas mesoamericanas solían medir la intensidad de los movimientos telúricos por medio de rezos en los que se podían escuchar muchos padres nuestros y muchas aves marías.
Muchos años antes, en 1755, la capital portuguesa, Lisboa, sería devastada por un terremoto equiparable a una intensidad de 9 grados Richter.
El gobernante portugués era Sebastião José de Carvalho e Mello, mejor conocido como el marqués de Pombal, quien milagrosamente salvó el pellejo en ese terremoto y a él le tocaría la reconstrucción de Lisboa.
¿Cómo? Lo hizo con una inmensa sabiduría, bajo el lema de: “¿Y ahora? Se entierra a los muertos y se da de comer a los vivos”, el marqués de Pombal levantaría a la nueva Lisboa con cimientos profundos con grandes capas de arena en la base, anchas paredes y techos a prueba de derrumbes.
Y para apuntalar la tierra en los cimientos de las edificaciones, simularía los terremotos con grandes masas de soldados marchando al trote alrededor de las edificaciones nuevas, con lo cual daba inicio al estudio de la sismología como ciencia.
Hoy en día, estas construcciones forman parte del atractivo turístico e histórico de Lisboa.
El ejemplo del marqués de Pombal, bien podría servir a los gobernantes mexicanos, que sólo van y vienen y pululan por los lugares devastados por el terremoto de 7.1 grados escala Richter, acompañados por enormes séquitos de guaruras, pero nadie ha tenido la sensibilidad de unirse mano con mano a las cadenas humanas para salvar vidas de entre los escombros.
Eso sí, muchas declaraciones a los medios electrónicos, principalmente en aquellas cadenas radiofónicas y televisivas a las que, el Estado mexicano, les paga muchísimo dinero cada año, pues fuentes bien informadas hablan de que el gobierno de México designa alrededor de 27 mil millones de pesos anuales para que esos medios de comunicación sean los grandes voceros del gobierno o para que callen lo que deberían decir.
Es urgente, en México, hacer periodismo que sirva a la gente; es urgente señores gobernantes, dejarse de tanto bla bla bla, dejarse de tanto ruido y pocas nueces.
El inquilino de Los Pinos, Enrique Peña Nieto, se ha valido del factor sorpresa para visitar hospitales y algún edifico colapsado en el que murieron muchos niños, seguramente por la corrupción en la construcción de ese colegio al sur de la Ciudad de México.
El presidente ha encabezado las labores de rescate; hay que resaltar la labor de nuestros Juanes que también han estado a la altura de las circunstancias, aunque si hubieran llegado más puntualmente a los sitios de la tragedia, probablemente otro gallo nos cantaría.
Mis 3 lectores y radioescuchas, y este átomo de la comunicación nos preguntamos: ¿Y los presidenciables del PRI, esos otros corruptos del Frente Ciudadano contra México y el dueño de Morena… On´tan? ¿Por qué no han dejado la comodidad de sus palacios?
¿Por qué no han tenido la sensibilidad humana para mezclarse con ese pueblo solidario de oro y bronce para que juntos, brazo con brazo, mano con mano, y a una sola voz entonen el Cielito lindo cada vez que se rescata de entre los escombros a un compatriota vivo?
¿Será que no están ahí porque mis compatriotas los repudian o será porque ese divorcio entre el genuino y estoico pueblo de México y la clase política es irreconciliable?
¿Con qué calidad moral esos presidenciables podrán pedir el voto de mis conciudadanos en las elecciones federales del 2018; habrá nacido ya el gobernante mexicano que ponga orden en las anárquicas ciudades surgidas sin planeación alguna y bajo el signo de la corrupción?
¿El ejemplo del marqués de Pombal les servirá de algo para evitar que muchos compatriotas sigan midiendo los terremotos con rezos?