Sismos
¬ José Antonio López Sosa lunes 25, Sep 2017Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Barcelona, España.- El 19 de septiembre de 1985 tenía 8 años recién cumplidos, vivíamos en la Unidad Nonoalco Tlatelolco, a 6 edificios del Nuevo León, mismo que cayera durante el sismo.
Recuerdo la histeria colectiva, el polvo del edificio Nuevo León tras haberse venido abajo, los heridos en colchones y sábanas rumbo a la Clínica 27 del IMSS que estaba sobre Lázaro Cárdenas.
Las explosiones de gas en el sótano de las torres Tecpan, el rostro de un amiguito de mi edad del que nunca supe después, posiblemente muerto en los escombros del Nuevo León.
Tantas caras desconcertadas, tanta gente corriendo de un lado al otro mientras mi hermana y yo nos aferramos a las manos de mi madre para no perdernos entre los tumultos.
Un día de terror que nos marcó a todos por el resto de nuestra vida.
Este 19 de septiembre justo en las escaleras, llegando al piso 3 comenzó el sismo, desde aquel lejano 1985 no sentía un estruendo tan fuerte, un sonido tan mortífero donde los crujidos parecían derribar las paredes.
Como pude salí, me quedé impávido al pensar que mi esposa y mis hijos estaban en el piso 8 y no había nada que yo pudiera hacer más que esperar.
Esos segundos que parecieran horas, esa impotencia de sentirnos lo que somos, tan pequeños frente a la naturaleza que parecía llena de ira sacudiendolo todo.
Sentí miedo, mucho miedo, como nunca lo había experimentado ni siquiera cuando estuvieron hace años, a punto de lincharnos en medio de una cobertura periodística en Caracas, Venezuela.
Somos afortunados quienes vivimos en la Ciudad de México y estamos hoy con vida, cosa que debemos agradecer a diario.
El sismo derribó algunos edificios, otros fueron derribados por un lado por el sismo y por otro por la impunidad, ¿cuántos de esos edificios caídos tuvieron estudios estructurales previos?, ¿cuántos no cumplieron con revisiones y mantenimiento preventivo y correctivo?.
El sismo del pasado 19 de septiembre, sacó también la mejor versión de nuetra sociedad: una cooperativa, organizada, que no necesita al gobierno para cumplir los objetivos.
Mucho aprendizaje nos queda en medio de la tragedia. Una de las principales lecciones: la clase política no se preocupa por el pueblo, sólo por los votos y así lo siguen demostrando hasta la tarde de hoy.
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