Partidos, rechazo social
Ángel Soriano viernes 22, Sep 2017Desde el portal
Ángel Soriano
El resentimiento social afloró —y aflora—, en esta etapa de desgracia en gran parte del país, y se ha manifestado en contra de políticos y funcionarios considerados como corruptos y beneficiados en gran escala con los recursos públicos, entre ellos el INE y los legisladores, que son blanco fácil de la sociedad en general cuando de protestas se trata.
Y no es para menos. Dueños de partidos políticos viven y viajan como príncipes; en un día se dan el lujo de recorrer varios estados de la República y todavía viajan hacia el exterior en busca de la foto con jefes de Estado o dirigentes políticos afines, con el propósito de impresionar al electorado mexicano por sus ligas en el extranjero.
Evidentemente que el resentimiento social en ocasiones llega a extremos de la exageración. En Juchitán hubo muestras de inconformidad contra el titular de la SEP, Aurelio Nuño, y otras supuestas en la CDMX contra el titular de la Segob, Miguel Ángel Osorio Chong.
Habrá que entender que los funcionarios acuden en cumplimiento de su deber y no pueden, humanamente es imposible y jerárquicamente también, ponerse a retirar escombros.
Para eso el Estado mexicano cuenta con el Ejército, la Marina, distintas corporaciones policiacas y unidades especiales de Protección Civil, y una serie de instituciones adiestrados para este tipo de contingencias, de tal manera que la tarea de los altos funcionarios es coordinar sus acciones y atender todas las emergencias.
No pueden estar en un solo sitio ni son responsables de los fenómenos naturales. Si acudieron a Juchitán, le llaman pasarela de presidenciales; si no se aparecen, les acusan de ser ajenos y omisos a los hechos. Como el cohetero, de todos modos les chiflan.
Sin embargo, en el caso de los partidos políticos la sociedad en general tiene una misma opinión: es ofensiva la cifra que se les destina para el ejercicio de sus actividades; aparte de las extraordinarias prerrogativas, tienen sueldos y bonos insultantes; hacen negocio al amparo del poder y todavía obtienen privilegios de todo tipo: viajes, dietas, pago de servicios y, como el caso de los ex presidentes, una impresionante escolta a su servicio.
La clase política en nuestro país está muy desprestigiada, al igual que los partidos, por eso han recibido el rechazo de los rescatistas y de los damnificados. Evidentemente, como ocurre en todo, hay sus excepciones: desde luego que hay políticos y dirigentes sociales con vocación social, pero serían contados; los partidos, en su generalidad, son instrumentos de poder para hacer negocios y acumular riquezas.
Y habrá que ver los departamentos en Miami de la lideresa del PRD, las becas en Atlanta del líder del PAN, las numerosas concesiones de taxis del dirigente nacional del PRI, los incansables viajes del propietario de Morena y sus incondicionales; la colosal fortuna del líder del Senado, del de los petroleros, de los altos funcionarios actuales que otorgan concesiones a empresas con las que comparten ganancias por obras irrisorias, y en fin, una cadena interminable de corrupción.
Los gobernadores presos serían sólo chivos expiatorios o porque no cumplieron con las cuotas de rigor. El país, luego del sismo, indudablemente que cambiará; ya nada será igual: la sociedad está harta y, seguramente, promoverá un cambio real en el 2018.