Frente Ciudadano por México
Alberto Vieyra G. miércoles 13, Sep 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Nefasto precedente político se sentó la semana pasada en la Cámara de Diputados, cuando el Frente Ciudadano por México, llamado hoy Frente ciudadano contra México, secuestró a esa institución para doblegar al PRI-gobierno para que desistiera de la idea del fiscal carnal que tuviese pase automático por 9 años, de procurador general de la República a fiscal general.
La lectura de ese histórico hecho es que en la ponzoñosa partidocracia, o al menos en ese Frente ciudadano contra México, no existe la ciencia política, sino la barbarie para conseguir el poder por el poder y al precio que sea.
Nos dice también que Ricardo Anaya enarbola el nefasto principio yunquista que reza: “El poder no se vota, se toma”.
Ricardo Anaya, el niño chillón, que cobra todavía como jerarca nacional del PAN, votó en 2013 por el pase automático del fiscal; sin embargo, como las protestas ciudadanas cayeron a granel, Enrique Peña Nieto se vería obligado, en noviembre del 2015, a enviar una iniciativa de ley al Senado de la República para cancelar el pase automático del procurador.
Si bien la iniciativa presidencial fue recibida en el Senado, no se dictaminó por la división panista que imperaba en la Cámara Alta, donde hoy afloró la pugna entre calderonistas y anayistas.
Todo cambió cuando 5 panistas, entre ellos, Ernesto Cordero, apoyaron la iniciativa presidencial de Peña Nieto poniendo en evidencia al niño chillón que había votado por el pase automático del fiscal, sin saber lo que había aprobado
Ahí está el origen de la crisis política desatada primordialmente por Ricardo Anaya para reposicionarse como un teocrático aspirante panista a la candidatura presidencial.
Se revelaría que Anaya es partidario del síndrome de La Chimoltrufia, que así como dice una cosa dice otra y sabríamos los mexicanos, porque así lo reveló él mismo, que no se dio cuenta de que había aprobado el pase automático del fiscal, y que lo descubrió hasta que organizaciones ciudadanas pegaron el grito en el cielo.
A partir de entonces el niño chillón utilizó ese recurso para posicionarse como el virtual candidato presidencial panista, y también, de la alianza PAN-PRD, culpando a los priistas de no querer dictaminar la iniciativa de ley peñista.
Anaya se encargaría también de llevar al pie de la letra la máxima de Cantinflas de que: “Si no puedes convencer, confunde, chato”. Así que en la confusión, en el río revuelto, hubo ganancia de pescadores anayistas.
Por esa infame postura política los priístas se encargarían de reventar al niño chillón revelando que en menos de 14 años se hizo como Pedro: “De muchas mulas” pues entre él y su familia habían amasado más de 330 millones de pesos
El niño chillón montaría en cólera y al más puro estilo de los bárbaros del norte, que alguna vez encabezó, Luis H. Álvarez, se propuso meter al poder legislativo de México en la más severa crisis de constitucionalidad e institucionalidad en su historia, obligando al PRI a que se comprometiera a no dar el pase automático para el actual procurador Raúl Cervantes, arrollado, por cierto, por su colección de Ferraris.
Sí, la crisis política panista se la endosó al PRI. Los estudiosos y analistas políticos y los odiadores del PRI dicen ahora que Anaya y su Frente ciudadano contra México, doblegaron al tricolor y se agigantó rumbo a la cnadidatura presidencial de ese menjurje montonero de vil prostitución política. Todo eso es erróneo. Con esa crisis política desatada por el niño chillón, éste escondió nuevamente el escándalo por su fortuna que es el meollo del asunto y que la PGR debe investigar hasta sus últimas consecuencias.