Vaya Centenario
¬ Augusto Corro lunes 15, Nov 2010Punto x Punto
Augusto Corro
El Centenario de la Revolución llega en momentos muy difíciles para los mexicanos. El país no avanza y el progreso se encuentra estancado, porque es muy pesada la carga de problemas ancestrales y cada vez surgen conflictos que amenazan la paz social. De la democracia ni hablar, la simulación se adueñó de ella.
El errático manejo de la economía nacional logró el crecimiento de la pobreza extrema, la falta de empleo y la incertidumbre del valor de nuestra moneda. El comercio informal es lo único que avanza incontrolable. Vamos al garete, pues, con la incertidumbre propia de un país abandonado por los inversionistas.
México ya no representa un lugar seguro para la inversión extranjera, menos para la nacional. Estas encuentran mejores condiciones en otros países. Los empresarios no lo pensaron dos veces para llevarse sus capitales a otros lugares, principalmente a Estados Unidos, donde sí funciona la seguridad.
Uno de los hechos que pone a temblar nuestra economía es el alza constante de los combustibles. El sábado anterior, la Secretaría de Hacienda fijó nuevos precios a las gasolinas Magna, Premiun y diesel en ocho, cuatro y cuatro centavos, respectivamente.
Específicamente, el precio de la gasolina Magna que es la de mayor demanda en el país pasó de 8.60 a 8.68 pesos, en tanto que la gasolina Premiun sube de 10.02 a 10.06 y el diesel, usado por el 80 por ciento del autotransporte de carga y pasajeros, se eleva de 8.96 a 9.04 pesos por litro.
La clase media (si aún existe) va rumbo a la pobreza. Más del 75 por ciento de los mexicanos compran su ropa en los tianguis, lejos de los lujosos almacenes como ocurría en épocas de bonanza. Los cuentahabientes, que suman millones, enfrentan deudas con los banqueros usureros, a pesar de programas atractivos para saldar cuentas de tarjetas bancarias. Nadie paga.
Los presupuestos de Ingresos y Egresos de la Federación se planean y se aprueban de acuerdo con los intereses de la jerarquía política y el Congreso de la Unión, de tal manera que ellos siempre resultan beneficiados. El dinero se inyecta directamente a los gobernadores, esos virreyes que despilfarran los impuestos.
La alta burocracia no será tocada en sus ingresos: los ministros de la Suprema Corte, y el desprestigiado Instituto Federal Electoral (IFE) y otros tribunales, así como el presidente municipal de Tlalnepantla (gana cerca de medio millón de pesos mensualmente) continuarán con sus privilegios, que a los ojos de un ciudadano común, resultan más que ofensivos. Es de escándalo, por ejemplo, que al pendenciero secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, le autoricen 7 mil pesos diarios para su comida.
ESTANCAMIENTO TOTAL
El estancamiento de México es integral. La educación pública, en manos de un sindicato dirigido por líderes corruptos impide su desarrollo. El secretario de Educación, Alonso Lujambio, secuestrado por el sindicato charro, poco hace para hacer valer su autoridad. Todo le sale mal.
Su jefe le dio la tarea de encargarse de los festejos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución y a la fecha se encuentra enredado en las cuentas de los gastos que no le cuadran. El famoso Arco de Luz conmemorativo del Bicentenario quedó en proyecto. La inauguración de la sede nueva del Senado se efectuará por partes. Lo demás, no tiene importancia, el lucimiento de los juegos pirotécnicos es lo de menos. Cualquier sacristán puede estallar cohetes sin mayor problema.
Por cierto, algo tan fácil como el control de la venta de comida chatarra en las escuelas, se convirtió en un monstruo invencible que le quitó el sueño al flamante secretario de Educación. No pudo con la voracidad de los industriales que movieron cielo, tierra y mar para continuar con la venta de productos dañinos que engordan a los niños. No en balde ocupamos el primer lugar de gordos en el mundo.
En el sector salud, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) enfrenta una de sus peores crisis. El director Daniel Karam un día dice que ese instituto se encuentra al borde del caos, al otro día él mismo se desmiente. Luego vuelve a rectificar y así se la lleva.
Después revienta en el IMSS un asunto de extorsión, en el que involucran a laboratorios médicos. Sin decir agua va, se enloda el nombre de un funcionario del IMSS, César Mora Eguiarte, a quien acusan de participar en acciones ilegales. Sin importarle el daño moral que le causan, ya fue juzgado y sentenciado por la televisión.
Por otra parte, la paz social vive amenazada por el avance del crimen organizado en todo el país. La guerra, sin estrategia alguna, que declaró Felipe Calderón Hinojosa, no dio resultados. Al contrario, dio de palos al avispero y ahora la situación es incontrolable, así lo demuestra el saldo de más de 30 mil personas muertas. Y como lo dicen las propias autoridades, habrá más violencia y más víctimas.
La tragedia gigantesca no es obstáculo para que el propio Felipe Calderón Hinojosa se jacte de sus juegos para combatir al crimen organizado. En una entrevista, con respuestas frívolas se refirió a su búnker secreto que cuenta con todo lo indispensable para enfrentar a la delincuencia. Algo así como esos centros de las películas donde se planea el desmantelamiento de complots y de acciones propias del cine contra enemigos fantásticos.
Por otra parte, la sociedad mexicana, principalmente, tiene que vivir a salto de mano: los pueblos son abandonados por el temor de sus habitantes a caer en manos de los “zetas” o de cualquier cártel de sanguinarios. Las repercusiones de la guerra contra el crimen organizado dejan profundas huellas en la sociedad, como son los miles de huérfanos y viudas.
En la otra cara de la misma moneda, se registra la corrupción y su compañera inseparable: la impunidad que permite a los sicarios incrementar sus crímenes sin pisar la cárcel. Nadie persigue ni exige cuentas a millares que viven al margen de la ley. Los propios jueces manifiestan que los ciudadanos no confían en ellos. Por algo será.