Fosa profunda
Alberto Vieyra G. jueves 24, Ago 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Cuando el loco Adolfo Hitler arribó al poder en Alemania, en 1933, se gestaría el más feroz mundo de odios.
¿Pero de dónde le vino tanto odio a ese Lorenzo? Tenía padrino. En 1922, el periódico norteamericano, The New York Times, publicó versiones de que Henry Ford, el magnate automotriz gringo, estaba financiando los movimientos nacionalistas y antisemitas de Hitler, en Múnich. Henry Ford sería condecorado por Adolfo Hitler.
Tanto Henry Ford como Hitler, tenían la peregrina idea de que la raza blanca debería permanecer pura para tomar el control del mundo algún día.
Ambos racistas sostenían que la raza judía era una “raza” venenosa, que “vivía a costa” de otras razas y las debilitaba. Hitler ordenaría a médicos castrar a las razas que no fuesen blancas para evitar su reproducción. Ello explica por qué el exterminio racista contra judíos, en Alemania durante Segunda Guerra Mundial.
Muerto Adolfo Hitler, decenas de exterminadores nazis irían a prisión, y muchos huirían a Argentina y otras latitudes del mundo.
Las nuevas generaciones de alemanes llegaron a pensar que esa raza blanca que pregonaban, Henry Ford y Hitler, era la mala sangre, e incluso algunos nazis no se casaron o decidieron no tener descendencia para no perpetuar esa mala sangre.
Esa mala sangre también huiría hacia los Estados Unidos, donde conformarían nuevos grupos fascistas que hoy protagonizan, junto con el Ku Kux Klan, una feroz rebelión racista atizada por otro loco fundamentalista y odiador de las razas que no sean blancas, llamado Donald Trump.
Sí, el padrino de esos grupos racistas está en la Casa Blanca. La bestia trumpiana llegó a echarle gasolina y prenderle fuego a los Estados Unidos.
Llegó a dividir y no a unir a los norteamericanos. Ya dividió a los Estados Unidos, y está dado a la tarea de cavar una fosa lo más profunda posible, en la que seguramente será enterrado políticamente por dividir a los norteamericanos, en lugar de reconciliar a esa nación conformada por razas de todo el mundo.
Los propios republicanos en el Senado, y fuera de él, le han retirado su apoyo, y como reguero de pólvora, van y vienen las versiones de que la bestia trumpiana no salvará su presidencia.
Esa demente división que lleva a cabo Trump, hará sin duda que los demócratas ganen la mayoría en ambas cámaras del Congreso Norteamericano, y entonces, la bestia trumpiana irá derechito a esa fosa política profunda, que está cavando con sus propias manos y sus locas ideas racistas.
Los analistas esperan solamente que antes de que ello ocurra, no vaya a ser que el imperio de las barras y las estrellas estallé en mil pedazos. Yo me pregunto, ¿quién podrá salvar a la bestia trumpiana y a los Estados Unidos de más estallidos sociales?