Ignorancia, rapiña y cinismo
Francisco Rodríguez miércoles 16, Ago 2017Índice político
Francisco Rodríguez
A través de los siglos, el pueblo mexicano se ha visto constreñido a formarse un carácter tolerante hasta cierto punto comprensivo y paciente —con un natural esperanzador—, producto de la incesante lucha por sortear una posición geográfica que lo enfrenta con las ambiciones de un Imperio insaciable e invasivo.
Pero la verborrea modorra insulta. El pueblo es sensible, detecta y reprueba con su inteligencia histórica a aquellos gobernantes que, presos del teleprompter o de amanuenses y redactores abusivos, hacen cera y pabilo de los conceptos e inducen a los ignorantes a pronunciar arengas y silogismos que quieren jugar con su miseria, que se mofan, desde la ventaja, de su condición.
Enrique Peña Nieto fue convencido por sus teóricos de huarache a pronunciar aquél retintín de que nadie se espantara de la corrupción desbocada, pues se trataba de un fenómeno cultural, tratando de solventar sus desaguisados y ambiciones, llegó a un lugar sin límites.
Esa posición sí que es inaguantable, desde el punto de vista que se le mire. En momentos de Jauja relativa, cuando existía cierto confort en las clases medias, la corrupción fue pasto de chistes políticos y comentarios tolerantes, como aquéllos relativos a que el Presidente robaba, pero era simpático, o dejaba robar, o no sacaba el dinero y lo invertía aquí.
Pero llegó el momento en que esa paciencia se agotó. Cuando arribaron los tecnócratas insensibles y soberbios, el pueblo fue enardecido. Saber que gentuza proveniente de capas acomodadas, desarrolladas y empoderadas con los presupuestos públicos —como la familia Salinas de Gortari— ejecutaban el saqueo sin algún carisma o simpatía popular, aquello fue un aquelarre.
Por un lado, cuando el secretario de Hacienda y Crédito Público, Pedro Aspe Armella —hoy convertido en experto empresario petrolero y achichincle de empresas extranjeras, gracias al regalo de concesiones para hidrocarburos otorgadas por sus ex empleados en esa encomienda—, llegó a decir que la pobreza era un mito genial, fue el acabose.
Por otro, escuchar del propio Presidente que nos iba a llevar en un sexenio al Primer Mundo, que la firma del entreguista Tratado de Libre Comercio era la panacea a todos nuestros males y carencias, mientras se dedicaba en cuerpo y alma a recortar el gasto social, a demoler el Estado, mientras agigantaba su riqueza personal, tocó fibras sensibles que no han podido resarcirse.
El sexenio de Carlos Salinas de Gortari, uno de los más inconsecuentes que se recuerde, fue también el de la mentira rampante, el de los latiguillos retóricos inaguantables, pesados y obtusos, inspirados por el verdadero mandón de Los Pinos que siempre fue el espía internacional José Córdoba Montoya, un mercenario que se aprovechó de la ignorancia de Salinas.
El arribo del equipo depredador del felón Zedillo fue la consecuencia lógica, aunque el pueblo sabía que sólo era el procónsul de la familia Clinton para administrar el rancho y generar una alternancia con el panismo que fue tan desastrosa como la que se estaba viviendo. El gesto vengativo, agrio y triste hizo el complemento. No hubo una sola actitud chistosa, pura tragedia.
El equipo de Zedillo se dedicó a seguir la liquidación del Estado y de nuestros bolsillos. Deudas bancarias, carreteras y de consumo sin parangón, todo para obedecer a los patrones que lo habían sentado, y quienes finalmente recogieron su humanidad para convertirlo en un achichincle delator de los secretos básicos de la infraestructura y el comercio exterior mexicano, a su servicio por monedas verdes . Otra vergüenza nacional con la que el pueblo no tuvo ni tolerancia, ni compasión.
Fox y Calderón, los supuestos alternantes, colmaron la indignación popular. Uno por ignorante atrevido y mandilón de a de veras, otro por sangriento, también mandilón y corrupto, los dos cayeron como vinagre en las heridas del pueblo mexicano. No se recuerda de alguna absolución o argumento a favor de esos sujetos despreciables, ignorados, reprobados en toda la línea. Cínicos, hipócritas y aprovechados.
Un gran escritor latinoamericano, Alejo Carpentier, agregado cultural de la embajada de Cuba en Francia, encarcelado por sus críticas al machadato tiránico, Premio Cervantes en 1978, amigo de Buñuel, Bretón, García Lorca, Alberti y los grandes asilados, vicepresidente del Consejo de Cultura cubano al triunfo de los barbudos, dio la explicación pertinente al escribir El recurso del método, una genial parodia del sistema de análisis filosófico de las ciencias, utilizado por Descartes en el siglo XVI para fundar las bases de la geometría analítica y del conocimiento empírico.
Inscrito en la tradición de los enormes novelistas latinoamericanos que detrurparon con sus obras los procedimientos de dictadores y déspotas sufridos por estas tierras, en Yo el Supremo (Roa Bastos), El otoño del patriarca (García Márquez), El señor Presidente (Asturias), y tantos otros títulos preciados, Carpentier lo expresó: el método de los dictadores es simplemente que no se ajustan a ningún método. Todos tienen el propio.
Del asombro a la repulsa: el caso Oderbrecht… ¡y aquí no pasa nada!
Cuando se observa lo que ha pasado en México los últimos cinco aciagos años, se llega a la conclusión de que nadie advirtió ni supuso que se iban a superar todos los récords de estulticia de los últimos tiempos. Son los campeones de la corrupción, la represión.
Cuando los niveles de corrupción y de codicia asesina provocan la muerte directa de los usuarios de carisímas obras, como sucedió en la desgracia del socavón de Cuernavaca, eludido por los infames al costo del desprecio popular. Cuando se sabe y comprueba que la corrupción ha llegado al extremo de subastar franjas enteras de territorio, costas, subsuelos y haberes patrimoniales, no puede esperarse compasión ni gracejos.
Cuando se comprueba que los ilícitos cometidos en México por empresas extranjeras (Oderbrecht) coludidas con funcionarios de Pemex (Lozoya), juzgadas, sentenciadas y condenadas en sus países de origen y aquí no pasa nada, ni se toca con un adverbio a los responsables enriquecidos, el asombro pasa a la repulsa.
El colaboracionismo a todo lo que da, el entreguismo de toda una patria a cambio de centavos, la ofensa sistemática a la dignidad, el honor, la tradición histórica, los símbolos nacionales y el sentimiento popular, no tienen referencia alguna, ni perdón posible.
Por la vía de la corrupción endémica, esa claque de malnacidos ha contribuido de manera inequívoca a arrojar al hambre y la miseria cruel a ciento un millones de connacionales, ha rebajado al país a los últimos lugares educativos, productivos y competitivos del planeta. Han convertido al país en pasto del escándalo y la condolencia en todas latitudes, en símbolo de lo que jamás debe hacerse.
La complicidad manifiesta con los clanes asesinos más sangrientos que han asolado a esta tierra por la vía del narcotráfico, los levantones, secuestros, torturas y destazamientos humanos, constituye un crimen de lesa humanidad que nadie en su sano juicio puede dejar que permanezca impune.
El método de la ignominia asesina y el saqueo desenfrenado es de ellos, producto de su baja formación, de su poca estofa, de su ralea demencial y enferma. No puede ser de otra manera, menos es producto o fenómeno cultural. Corresponde a una manera de ser de los rateros esquizoides que llegaron para enterrar el cadáver que ellos mandaron al otro mundo.
Las exequias del sistema político alcanzan para eliminar cualquier vestigio de su paso por esta tierra, que jamás los mereció. Debe ser ejemplo para un pueblo escarnecido, y también para cualquier lucha de liberación que de hoy en adelante se intente en cualquier páramo de miserables. ¿Usted qué haría?
Índice Flamígero: Albarda sobre aparejo: EPN y su secretario de Economía no escarmientan y, apenas, han nombrado como titular de la Procuraduría Federal del Consumidor al neoleonés —paisano de Idelfonso Guajardo, de quien depende— a Rogelio Cerda. Que ¿ya no se acuerdan que este individuo fue echado de la Secretaría General de Gobierno de NL, ¡por presuntos —siempre se dice así— vínculos con el narcotráfico! Y en ese nombramiento que en nada los honra, ¿qué tuvo que ver el subsecretario de Gobernación, Roberto Campa Cifrián, ex de la Profeco, a quien Cerda llenaba de regalos cuando fungía como delegado de esa inútil y cara institución en Nuevo León? Carísimas bicicletas, invitaciones a ranchos cinegéticos, armas de alto poder, beautiful señoritas, etc.? Se les viene otro escándalo. ¿O es para tapar el de Lozoya? + + + Dos epigramas, dos, nos obsequian don Alfredo Álvarez Barrón y su alter ego, el cada vez más lúcido Poeta del Nopal:
1) Niega Emilio Lozoya, ex director de Pemex, haber recibido sobornos de empresa brasileña…
Las fake news son una lata,
dice Lozoya indignado,
en México estoy salvado
¡pues la justicia anda a pata!
2) La sexy árbitro Denise Bueno, paralizó Instagram con fotos muy reveladoras…
Aún estando operado
algún milagro ocurrió:
a mí también me dejó
¡bastante paralizado!
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