Ricardo Bell, una campana que sigue tintineando
Espectáculos lunes 14, Ago 2017De la carpa a las letras
Arturo Arellano
Caminando por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México me vi de pronto haciéndome algunas preguntas, en un país de contrastes, con hoteles ostentosos al margen de Alameda Central, pero también la pobreza en cada una de sus esquinas, ¿Qué habría aquí, antes de todo esto?, hace más de cien años por ejemplo, me dispuse a investigar y con sorpresa descubrí, lo que hoy traigo para todos ustedes. Y es que justamente en el terreno en el que hoy se encuentra el Hotel Hilton, pero en 1906 existió un circo, el de Ricardo Bell, uno de los payasos legendarios en México, originario de Inglaterra, pero que hizo de este país su hogar.
La historia del circo en el mundo no está del todo documentada, al menos no como lo están otras vertientes artísticas, sin embargo, el ‘de boca en boca’, sobre el rey de los espectáculos, ha permitido que historias como la de Bell, mimo, clown y músico británico, no se pierdan en el tiempo. Todo comenzó con su prematuro debut en Lyon, Francia, apenas a los 2 años de edad en 1861, cuando en la pista del Gran Circo Chiarini, apareció en brazos de su hermano mayor Jack, que lo presentó como un nuevo miembro de esa gran familia circense.
Bell pisó tierra mexicana por primera vez en 1869, a los 11 años de edad, con Circo Chiarini, acompañado de sus hermanos Jack, Jim, Jerry y Dick, ofrecían un acto ecuestre y se cuenta, que cuando el circo visitó Oaxaca, les fueron robados los caballos por soldados, los niños asustados deciden hacer frente y contar su procedencia, ante esto un general de porte imponente decide devolverles los caballos y recomendarles que regresen a Inglaterra, se trataba nada más y nada menos que del general Porfirio Díaz.
En 1881, ya convertido en un gran payaso, Ricardo Bell regresa a México, para trabajar en el Circo Orrín, del que la prensa describía “El circo de Orrín no es un negocio, es una institución pública. Es una costumbre tan arraigada como la Semana Santa y las posadas. Es la médula de la alegre tradición del pueblo mexicano” Y es que la ópera y el circo fueron los espectáculos más importantes a finales del siglo XIX y principios del XX.
En 1906 se da un reencuentro entre Ricardo Bell y Porfirio Díaz, ya que la carpa del Circo Orrín tiene que cerrar y el payaso está lleno de deudas, pues había adquirido algunos carros de tren, así que recurre al presidente de México, ambos recuerdan su fugaz encuentro en Oaxaca, cuando Bell era niño y Díaz decide concesionarle los terrenos donde hoy se encuentra el Hotel Hilton frente a Alameda Central, para que fundara su propio circo, el Circo Bell, donde tuvo éxito con rutinas como el ‘contar de sus dedos’ e historias llevadas a la pantomima, como antes en Circo Orrín “El Baile de la Cenicienta” que incluía entre los invitados al festín, personajes como Washington, Napoleón, Hidalgo, la reina Victoria, el zar de Rusia y el mismo Porfirio Díaz, un atrevimiento para la época, pero del que el presidente estuvo feliz y de acuerdo “claro, que alegría que me pongan ahí”. Tal fue la amistad y admiración entre el dictador y el payaso que se cuenta que en una ocasión un reportero se atrevió a preguntarle a Porfirio Díaz “¿por qué no deja votar al pueblo?” y este respondió “porque votarían por Ricardo Bell para presidente”.
Previo a que estallara la Revolución armada en México, Bell sale del país, incluso existen fotografías donde se ven vagones ferroviarios del Circo Bell como transporte de las tropas revolucionarias. Lleno de tristeza, extrañando a sus niños y a México, Bell murió el 12 de marzo de 1911 a los 53 años de edad, fue enterrado en Nueva York. México recibió la noticia con gran tristeza y 50 años más tarde sale a la luz, una carta escrita por un niño, un reproche bello y doloroso: “Para Ricardo Bell, sé que estás en el cielo… Pero creo que si hubieras muerto aquí y no en Estados Unidos, nosotros los niños mexicanos hubiéramos podido cuidarte y cubrir tu tumba con flores de Xochimilco, gardenias de Córdoba, violetas de Tlalpan y rosas de Iztacalco… Te extrañamos siempre, nuestro querido payaso”. Hoy el tintineo de Bell (campana en inglés) sigue sonando, porque el Circo Bell no discriminaba, era el lugar donde las clases sociales convergían, pobres, clasemedieros y ricos por igual reían, aplaudían y eran bienvenidos bajo la carpa.