El bálsamo priísta
Ramón Zurita Sahagún jueves 10, Ago 2017De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Mejor regalo no pudieron tener los priístas para iniciar sus escarceos de la XXII Asamblea Nacional, que uno de los suyos, Alfredo del Mazo Maza, recibiese la constancia de mayoría como gobernador electo del Estado de México.
De nada valieron los amagos e impugnaciones por parte de las candidatas derrotadas, Delfina Gómez Álvarez, abanderada de Morena y Josefina Vázquez Mota, del PAN.
Las autoridades electorales ratificaron el triunfo del priísta Del Mazo Maza, con lo que el partido tricolor se aseguró el estado más poblado del país, desde donde pretende expandirse a otras entidades para refrendar la victoria en los comicios del 2018.
Saben que los comicios presidenciales serán sumamente competidos y que tener algunos estados gobernados por miembros de su partido es necesario para tener el armamento necesario para competir en igualdad de condiciones.
Por el momento, con el referendo del Estado de México, el PRI consolida su presencia, ya que las siguientes entidades con mayor número de población no corresponden a uno de los suyos.
La Ciudad de México, es gobernada por el PRD, Veracruz por el PAN, Jalisco por otro priísta, Puebla y Guanajuato por panistas, Michoacán por perredista y Chiapas por un ex aliado del Verde.
Así se sigue por otros estados, como Nuevo León, donde gobierna un independiente y otras entidades más. Los priístas dominan los estados pequeños, con menor número de habitantes como Tlaxcala, Colima, Campeche, etc.
De ahí, que el bálsamo reconstituyente que representa el Estado de México, es oxígeno puro para entrar en deliberaciones sobre el futuro del partido y el rumbo que seguirá, con candidato propio o prestado, sin importar si los acuerdos están o no pactados con anterioridad.
Para los priístas, la XXII Asamblea podría delinear su futuro y ayudarlos a convertirse en un partido moderno, alejado de ciertos sistemas y métodos que arrastran de antaño, como es el caso se sus prospectos presidenciales que son maniatados en los tiempos de Presidente de la República del mismo partido.
Así ha sido siempre, sin importar aquellas pasarelas de la época de Miguel de la Madrid o el destape de siete aspirantes en los de Luis Echeverría o los simulacros de consultas a la base de Ernesto Zedillo.
Los priístas siguen el ritmo de su jefe máximo, que es el Ejecutivo federal, quien dicta la última palabra y se acata sin miramientos de ninguna clase.
En los tiempos remotos del priísmo como partido único e inamovible, no importaba el momento en que se designaba al ungido, ya que se sabía era el siguiente Presidente de México. Todo eso aconteció desde que Lázaro Cárdenas inauguró los sexenios, bajo el tutelaje de Plutarco Elías Calles y siguió con Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Luis Echeverría, José López Portillo y Miguel de la Madrid.
El último de ellos decidió innovar con otros métodos y organizó una pasarela que solamente fue de entretenimiento, ya que la decisión estaba tomada a favor de Carlos Salinas de Gortari.
Ahí fue donde las cosas se enredaron por vez primera para los priístas, ya que la nominación de Salinas de Gortari no fue bien recibida en algunos círculos, como el sindicato petrolero y los resultados de la elección fueron considerados fraudulentos.
Por eso, Carlos Salinas decidió regresar al método anterior de controlar la sucesión, dejando dos nombres como finalistas, para decidirse por uno de ellos.
Víctor Manuel Camacho Solís y Luis Donaldo Colosio Murrieta fueron los seleccionados para esa final, que no gustó al primero, al decidirse el Presidente por el segundo de ellos.
La historia de Colosio es ampliamente conocida, no logró llegar a la elección, ya que fue asesinado, beneficiando a Ernesto Zedillo Ponce de León como un candidato emergente.
Lo complicado de la situación, el establecimiento de los candados que restringía el derecho de participación para aquellos que no contaban con un paso por los cargos de elección popular, provocó que se convocara a una elección abierta a toda la ciudadanía la selección el candidato priísta.
El método fue considerado como atractivo, aunque se olvidaron que los priístas no cambian y que chango viejo no aprende maroma nueva.
Los participantes se quejaron de lo mismo que hacía la oposición, el acarreo, la compra de votos, el taqueo y otras linduras que han sido consideradas como clásicas por parte de la militancia del tricolor.
El priísmo se fracturó, aunado a un mal candidato condujo al partido por vez primera a perder la elección presidencial.
Seis años después y con un Presidente de la República ajeno al partido, los gobernadores priístas le jugaron al judas y fueron los principales contribuyentes a que su partido perdiera nuevamente una elección presidencial, al no estar de acuerdo con el candidato de su partido.
Con otro Presidente no priísta, los aspirantes pudieron abrirse de capa, con cierto pudor y se dieron cuenta que uno de ellos, el actual presidente Enrique Peña Nieto, los aventajaba por mucho y a los demás prospectos de los otros partidos.
Ahora, le toca al mismo Peña Nieto definir cómo será la fórmula para la postulación del candidato, aunque los tiempos lo comieron y los aspirantes de otros partidos llevan una amplia ventaja que será difícil pueda recortar el priísta, cuando sea destapado. Será después de la clausura de la asamblea cuando se vean las señales de los tricolores y de su jefe máximo sobre quién será el abanderado de su partido.
Por lo pronto, disfrutan el mantener como coto de poder el Estado de México, la entidad más poblada, por mucho del país.