Los sindicatos
Ramón Zurita Sahagún miércoles 2, Ago 2017De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Durante muchos años, los sindicatos mexicanos fueron provocadores del escándalo, donde el control se mantenía por décadas y se transfería de padres a hijos.
Los sindicatos mexicanos fueron cotos de poder, de donde proveía a sus dirigentes de dinero, poder y cargos públicos.
Ser dirigente del sector obrero era patente de corso, para la impunidad y el aprovechamiento de sus principales dirigentes. En el viejo sindicalismo, solamente Fidel Velázquez ponía orden, aunque muchos se saltaban las trancas, pero se les aplicaba el estate quieto por parte del viejo lechero.
Algunos de esos dirigentes hacían gala de la prepotencia, del dispendio, pero eran los menos, los demás buscaban la protección de los cargos públicos de elección popular.
Heliodoro Hernández Loza, Filiberto Vigueras Lázaro, Blas Chumacero, Netzahualcóyotl de la Vega, Joaquín Gamboa Pascoe, Leonardo Rodríguez Alcaide, Emilio M. González, Rigoberto Ochoa, entre otros, usaban con frecuencia el trapecio para pasar de una cámara a otra del Congreso federal.
Unas veces como senadores, otras como diputados, mantenía la doble función de dirigentes de sus federaciones y legisladores federales o, incluso, locales.
Joaquín Gamboa Pascoe fue el primero de esos viejos dirigentes en perder una elección federal, ocurrió en los 70’s en el Distrito Federal y fue una de las primeras derrotas visibles sufridas por el tricolor ante el panismo.
Eso no fue obstáculo para que Gamboa Pascoe, como dirigente de los trabajadores del Distrito Federal siguiera participando como candidato y tres años más tarde, postulado candidato al Senado y al poco tiempo designado coordinador de la llamada Cámara alta.
Filiberto Vigueras Lázaro fue otro de los que perdió unos comicios cuando nadie lo hacía de los sindicalistas priístas, pero el sí fue marginado casi de inmediato de los círculos del poder obrero.
La derrota de Vigueras Lázaro propició el nacimiento de un personaje motejado como el diputado “costales”, Félix Salgado Macedonio, quien después de ganar esos comicios, presentando como prueba boletas electorales quemadas, metidas en un costal, fue senador y alcalde de Acapulco.
Desde que se reconocieron las derrotas del tricolor, se constató que los dirigentes cetemistas no eran tan populares como se creía y se mantenían propensos a la derrota.
Muchos de ellos se quedaron esperando la oportunidad de gobernar sus entidades, ya que se permitía que lo fuesen en aquellos estados donde no se ponía en entredicho la presencia tricolor.
Lo consiguieron algunos que no eran parte importante de la estructura obrera. Si eran dirigentes en sus estados, pero no figuraban en las grandes decisiones del sector, con la excepción de Emilio M. González, quien esperó y consiguió gobernar Nayarit.
Los demás, Alfonso G. Calderón, Rafael Camacho Guzmán (dirigente de los trabajadores de la radio y la TV), no formaban parte del círculo cercano de Fidel Velázquez, donde sí estaba Blas Chumacero, que se quedó esperando la oportunidad gobernar Puebla.
Esos viejos dirigentes vivían bien, tenían negocios propios y la vida resuelta, pero jamás se dieron la vida que se dan los dirigentes de los trabajadores petroleros. La excepción hace la regla y los petroleros vivían y viven como jeques árabes, como si ellos fuesen propietarios del petróleo y no simples dirigentes, casi vitalicios (eso sí) de dicho sindicato.
Desde siempre, los petroleros se manejaron aparte, se mantuvieron dentro de la central obrera, pero se saltaban las trancas y no atendían las directrices de Fidel Velázquez.
Desde antes de que Joaquín Hernández Galicia “La Quina” asumiera el control del sindicato, los petroleros se manejaban aparte, mantenían su núcleo cerrado.
Los dirigentes que eran puestos por Hernández Galicia, solamente atendían su directriz. Salvador Barragán Camacho, José Sosa, Sebastián Guzmán Cabrera y muchos más, gastaban a manos llenas, se indisciplinaban ante el gobierno federal y no atendían al dirigente de la central obrera, manteniéndose aparte.
Se recuerda aquella frase amenazadora de Sosa ante el presidente Miguel de la Madrid, si se hunde Pemex, se hunde usted Sr. Presidente.
El respaldo de los dirigentes del sindicato hacia “La Quina” era incondicional, mientras ellos seguían disfrutando de lujos, excesos y poder.
Cuando llegó el derrumbe del cacicazgo de Hernández Galicia, se creyó que el sindicato perdería su fuerza, presencia y se terminaría con la vida de excesos de sus dirigentes, pero eso no ocurrió.
Primero, Guzmán Cabrera, distante de “La Quina”, fue rehabilitado sindicalmente para encabezar el sindicato, pero al poco tiempo fue relevado y Carlos Romero Deschamps emergió como nuevo líder.
El nuevo dirigente se la pasa de una cámara a otra, a las que ni siquiera es constante su asistencia, pero sí sus despilfarros y sus excesos son retratados por la prensa y otros medios digitales. Sus hijos dan cuenta de sus fiestas fastuosas, el padre como dirigente sindical proporciona dinero a manos llenas al partido en que milita y nada pasa. Él sigue inamovible en su cargo y va para largo, casi vitalicio.
Los petroleros siempre se han opuesto (cuando menos sus dirigentes) a la apertura, a la transparencia y se mantienen férreos en ese aspecto.
Múltiples ocasiones han sido requeridos para transparentar cuentas, se les inquiere sobre sus gastos y nada, responden con amparos. Al dirigente petrolero y sus súbditos no le importa que estén obligados a cumplir con la ley, simplemente la ley no se hizo para ellos.
Son décadas en que se espera el derrumbe de los viejos dirigentes petroleros y sucede en todos los demás sindicatos, menos en el gremio que encabeza Carlos Romero Deschamps, quien es protegido por los altos mandos de su partido, a los que financia en campaña políticas.