U. Anáhuac, prácticas de sangre y corrupción
Francisco Rodríguez lunes 31, Jul 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Durante muchos años los medios de comunicación mexicanos evitaron publicar y hablar sobre los abusos y violaciones sexuales sufridos por los alumnos de clase media y alta en las escuelas y universidades confesionales. No era algo privativo de esos reductos de poderosos, pero resaltaba la seriedad del asunto, porque imperaba la hipocresía rampante.
Una llaga lacerante de la sociedad mexicana que vino a reventar hasta hace pocos años, cuando se revelaron las andanzas pederastas del fundador de la mayoría de las escuelas confesionales de la Ciudad de México. Un sacerdote jalisciense, Marcial Maciel, El Titán del Proxenetismo, quien de paso hizo una fortuna descomunal…… y se convirtió en una de las mayores fuentes de financiamiento del Opus Dei, los Legionarios de Cristo —secta que él mismo fundara— y el mismo Vaticano, a través del Banco Ambrosiano. Confesor de purpurado y altísimo consejero de portadores del báculo de Pedro, Maciel era un auténtico intocable. Por encima de cualquier sospecha.
Un grupo de mexicanos cincuentones que habían estudiado en sus colegios lo acusó violentamente en medios televisivos —posteriormente sancionados por el poder público— de acosador, violador degenerado y abusador de la fe pastoral de los ingenuos adolescentes, que tardaron más de 40 años para denunciarlo.
Delataron las villanías y depravaciones de un “santo barón” de la Iglesia, fundador de la Universidad Anáhuac, alma mater de una enorme cantidad de egresados que se uncieron al cabús de la tecnocracia para acabar de romperle toda la madre a este pobre país.
El escándalo, que desató la indignación mundial, no pudo ser contenido ni por la Iglesia, menos cuando ésta perdió credibilidad y se ubicó como encubridora de pederastas, al lado de Norberto Rivera, quien escondía a los nefastos abusadores de niños en Los Ángeles, California, para protegerlos entre la grey de sus pastores.
Varios litigios condenaron a la iglesia angelina a pagar 700 millones de dólares como indemnización a las víctimas de los pederastas de sotana. Pero como México es un país mágico, aquí no pasó nada. El escándalo mediático y la indignación de la opinión pública, no sacaron ni un responso, ni un rubor al purpurado Norberto Rivera, una joya de la desfachatez.
Todo mundo sabía que el togado católico, junto con un obispo de la zona metropolitana, aficionado a la tauromaquia, eran surtidos a manos llenas con pececillos de diversos orígenes sociales en sus albercas acapulqueñas por conocidos agentes gubernamentales de relaciones públicas, levantacejas dedicados a surtirles carne humana.
Desde el Vaticano, el furioso Papa Ratzinger, inquisidor de la fe entre los jerarcas romanos, no tuvo más remedio que castigar “con extrema rudeza” los excesos de Maciel, condenándolo a no ejercer su oficio durante un veranillo, necesario para que el mundo se olvidara de sus procacidades. Fue un ejemplo de inmunidad absoluta.
La coronación de la obra de Maciel, consistente en llevar a los altares a más de 30 cristeros michoacanos y jaliscienses que pasaron a adornar los retablos de los santos mexicanos, el impulso a la labor de los Legionarios de Cristo para continuar la destrucción de los estados latinoamericanos, a través de la democracia cristiana y el aseguramiento del triunfo de la rapiña sobre la conciencia, quedaron sellados a cal y canto.
Pudo más el color del dinero que toda la fe del mundo. Las finanzas vaticanas y la demoledora acción sobre el presupuesto mexicano, ejercida por la legionaria Marta Sahagún respiraron tranquilos. El daño había sido hecho, y los denunciantes acosados y violados, se guardaron sus vergüenzas forever and ever, como reza El Mesías, adoratorio coral de Haendel.
Al recibir esa desastrada bendición pastoral de la justicia, los colegios Cumbres y Anáhuac siguieron en las mismas. Hasta peor, pues hoy la máxima escuela de Maciel, reflejada en la famosa y carísima Universidad Anáhuac, cuyo campus norte se ubica por el rumbo de Huixquilucan, ha caído en prácticas de sangre y de corrupción que, tal vez, ni el jalisciense Maciel hubiera imaginado. Pero la sociedad debe saberlo, pésele a quien sea.
Heredero directo de las mañas y la tradición de Maciel, el doctor Ricardo Alfredo Sodi Cuéllar, actual director de la Facultad de Derecho de la Universidad Anáhuac México Norte —también magistrado de la Segunda Sala Colegiada Penal de Toluca. del Tribunal Superior de Justicia del Estado de México—, conocido en el medio académico como El narcoabogado, por haber sido defensor de la llamada Reina del Pacífico, Sandra Ávila —entre otros trasegadores—, es una joya de la corrupción.
Preso en el Reclusorio Sur de la Ciudad de México por fraude y lavado de dinero, abogado de Herón Varela Flores, subteniente asesino del comandante del XX Regimiento, coronel Salvador Juárez Villa, a quien ultimó de un balazo en la cabeza el 14 de febrero de 2003, en Ciudad Juárez, Sodi Cuéllar logró para el militar, a través de Marta Sahagún, el indulto de Vicente Fox, convencido de su alma piadosa.
A tal grado logró la exculpación de su defendido que el llamado narcoabogado Sodi Cuéllar logró que el asesino del alto militar, Herón Varela Flores, cursara y obtuviera la licenciatura en Inteligencia Estratégica (?) de la Universidad Anáhuac, y que hoy se despache como huachicolero mayor, en el jugoso cargo de subdirector de Salvaguarda Estratégica de Pemex, haciendo mancuerna con otro ratero de la Nación, el general Eduardo León Trauwitz, chupeteador de los recursos del subsuelo mexicano.
Otro de los nefandos contlapaches y socios de Sodi Cuéllar —quien presume que Alfredo del Mazo lo llamará a formar parte de su equipo de trabajo— es el general Rafael Paz del Campo, habilitado como director del Postgrado de Derecho de la misma Universidad Anáhuac. Estando preso Herón Varela, éste presume haberle hecho el favor de quemar vivo a un infeliz reo del Reclusorio Sur de la Ciudad de México. Una estupenda tríada. Elementos muy competentes.
Protectores de sicarios al interior de esa casa de estudios, tomaron bajo su protección a Wilson Aristizábal, estudiante de la licenciatura de Inteligencia Estratégica, hoy sumado al batallón de huachicoleros asesinos. De origen colombiano, acusado y condenado por fraude en su país de origen. Miembro destacado de la banda de Interlomas.
El equipo de Herón Varela Flores se enriquece también con otros protegidos: Rogelio Palma, hijo menor de El Güero Palma, bellísima persona, Valeria Cancino, hija del coronel Alfonso Cancino Aguilar y Samuel Jiménez, hijo del oficial mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional, que gracias a sus palancas forman la banda delictiva que, señalan los vecinos, asuela Interlomas y sus alrededores día y noche. Sus hechos sangrientos harían ver a Maciel como un niño recién destetado.
Recientemente, el doctor Sodi Cuéllar, laureado académico de la Universidad Anáhuac, dio posesión a Magdalena Alcocer Vega como coordinadora de los estudios de Inteligencia Estratégica. La misma que trabajaba al servicio del cártel de los Beltrán Leyva, proporcionando información confidencial a la DEA de sus ex jefes en altos cargos de la Policía Federal.
Esto, sin demérito de las rabiosas investigaciones que los genios del SAT llevan a cabo sobre las defraudaciones y evasiones fiscales de la empresa Investigaciones y Estudios Superiores, SA de CV, que administra los bienes y recursos de la Universidad Anáhuac. El círculo cuadrado.
Los alumnos de las materias impartidas por estos asesinos —condenados e indultados por la gracia de los nefandos Fox— y pelafustanes han formado grupos de investigación con la comunidad de inteligencia naval y militar, descubriendo todos los días asuntos que paran los pelos de punta, sobre todo, sabiendo que los dos hijos de Enrique Peña Nieto, alumnos de la institución están en riesgo extremo. Sobre todo Enrique Peña Prettelini, quien estudia en la misma Facultad de Derecho de la Anáhuac del Norte.
El Estado Mayor Presidencial, que supuestamente se encarga de la seguridad de la familia presidencial, no ha dicho ni pío. Ellos están contentos de los miles de millones que reciben anualmente de nuestros exprimidos bolsillos para supuestamente hacer esa desconocida labor.
Lo delicado sería que estuvieran también en ese ajo. Porque entonces se confirmaría la convicción de que usted y yo vivimos bajo, sometidos al borderline de los descastados, criminales y rateros que han sembrado la desesperanza en esto, que aún intentamos llamar país.
Índice Flamígero: El líder nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho en varias ocasiones que, de llegar a la Presidencia de la República, desaparecería al Estado Mayor Presidencial. De ello, escribió hace unos días Agustín Hernández González, en el diario jalisciense El Occidental: “… Sus argumentos para ello son, en el primer caso, que él no necesita de guardaespaldas, pues tiene su conciencia tranquila y por tanto no tiene miedo de que lo agredan. Y respecto del segundo, que el presidente debe vivir en forma modesta, acorde con la realidad de nuestro pueblo… es incuestionable que electoralmente suena muy bien, y desde luego así planteado; es decir, con esa intención, se explica. Sin embargo, las funciones del órgano ejecutivo-militar denominado Estado Mayor Presidencial van mucho más allá de la sola protección del Presidente de la República y de su familia, pues tienen que ver con logística y organización de un sinnúmero de actividades del Ejecutivo federal, incluyendo lo relativo a visitas a México de dignatarios extranjeros, todo lo cual evidentemente no puede ser realizado por edecanes, ni es factible estar contratando ante cada evento a empresas particulares, como si de una boda o bautizo se tratara. Los antecedentes del Estado Mayor Presidencial se remontan a los tiempos de la fundación de la República, pues fue Agustín de Iturbide quien dispuso su creación, para en 1846, con motivo de la intervención norteamericana, constituirse legal y formalmente como tal, mediante Decreto emitido por el presidente Mariano Jiménez y Arrillaga. Basta leer el Reglamento que hoy día lo rige para comprender la importancia de sus labores, no sólo para la Presidencia de la República, sino para contribuir a la estabilidad política y social del país y de sus instituciones…” Sí, pero, ¿por qué el resto de la milicia llama al EMP “La Guardia de la Reina”?
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