Inseguridad en las playas
¬ Augusto Corro martes 25, Jul 2017Punto por punto
Augusto Corro
Hace varios años que en muchos medios se advirtió sobre la violencia que amenazaba al puerto de Acapulco.
No se podía entender cómo uno de los centros turísticos más importantes de México se dejaba a merced de la delincuencia.
Las alarmas de inseguridad empezaron a sonar muy fuerte y nadie tuvo el interés suficiente para combatirla.
En el presente, no solo el puerto, sino todo Guerrero se encuentra en manos de bandas y cárteles de todo tipo. Los únicos que disfrutan las playas son los turistas que van en temporadas, porque los guerrerenses empezaron a dejar sus tierras de origen, presionados por la violencia y los delincuentes que extorsionan, secuestran y asesinan.
Ya no hay un lugar seguro para vivir en Guerrero, convertido en una de las entidades más peligrosas de México. No sólo por la participación activa y directa de la delincuencia organizada, sino también por las injusticias que cometen las empresas mineras, etc.
Acapulco, pues, se encuentra en franca agonía. El turismo internacional dejó de frecuentarlo desde hace mucho tiempo. ¿Quién va a disfrutar sus días de vacaciones en medio de balaceras, “levantones” o asesinatos?
Lo que ocurrió y ocurre en Acapulco nos lleva a reflexionar sobre la situación que se registra en Cancún, Playa del Carmen y recientemente en Chetumal, Quintana Roo.
Desde hace unos diez meses en los mencionados sitios, leemos en DiarioImagen, que dirige el periodista, José Luis Montañez, ya no se vive en paz. Por ejemplo:
“…la inseguridad nos ha tirado en la lona literalmente hablando, pues de ser ciudades pacíficas y con fama de atractivos turísticos a nivel mundial han pasado a ser campos de batalla del crimen organizado”.
Además, cualquiera “agarra una pistola y diciéndose “Z”, “Pelón” o “huachicolero” se dedica a asaltar a transeúntes, comercios, sucursales bancarias, tiendas de conveniencia y hasta los más modestos puestos de banqueta que venden panuchos o salbutes… Nada menos, ayer tuvimos al ejecutado número 90 del año en Cancún”.
Las noticias sobre aquella región de Quintana Roo son alarmantes.
Es necesaria la intervención de autoridades comprometidas con México, que frenen la ola de violencia. Habitantes de diferentes países del mundo ven a Cáncún y a Playa del Carmen como un paraíso.
Si los centros turísticos son pilares importantes de nuestra economía, ¿por qué permitir que la delincuencia actué sin ningún problema, con total impunidad, como si se tratara de un país del quinto mundo?
Los responsables de brindar seguridad en aquella región deben actuar con responsabilidad y premura, para que esa bella región de México no caiga en las redes de la delincuencia, porque lo lamentaríamos para siempre. ¿Quieren las autoridades otro Acapulco sangriento? Es posible que no; pero el clima de inseguridad empieza a sentirse.
En el oriente de la CDMX
Dos personas murieron y ocho más resultaron lesionadas tras una balacera registrada en el tianguis San Juan de la colonia Juan Escutia, delegación Iztapalapa.
Tarde o temprano tenía que ocurrir ese hecho sangriento, porque es intensa la lucha entre las bandas dedicadas al cobro de piso.
La delincuencia organizada o no tienen en los comerciantes informales su mina de dinero en efectivo a la mano.
¿Qué hacen las autoridades para proteger a los comerciantes llámense tianguistas o informales? Nada. Actúan cuando ya no hay remedio.
De no suceder la balacera en Iztapalapa, todo seguiría oculto, como ocurrió apenas en Tláhuac.
En esta delegación, los narcomenudistas actuaban a sus anchas, encabezados por Jesús Pérez Luna “El Ojos”, quien fue abatido junto con otros siete socios por elementos de la Marina, el jueves pasado.
Los dos hechos violentos se registraron en la zona oriente de la Ciudad de México, con fama de violenta.
Sin embargo, la presencia de las autoridades delegacionales en la lucha contra la delincuencia es opaca. Si hay redadas contra los maleantes, nadie sabe de los resultados. La despistolización ¿desapareció?
El cártel de Tlahuac, de Jesús Pérez Luna “El Ojos”, todo mundo lo conocía, pero las autoridades locales se hicieron de la vista gorda y no lo molestaban.
¿Cómo ignorar la larga lista de delitos que cometió? Si no era un capo, poco le faltó para lograrlo. Hasta tenía su corrido. Lo relacionaban con al menos 30 asesinatos.
El oriente de la CDMX podría convertirse en la tierra de nadie, si las autoridades locales no ponen su grano de arena para frenar el incremento en la inseguridad, en una de las metrópolis más grandes del mundo.