Mexpuecuetoca, la megaurbe del Altiplano
Francisco Rodríguez miércoles 19, Jul 2017Índice político
Francisco Rodríguez
En 1980, el Conacyt, dirigido por Edmundo Flores, forrado de petrodólares, convocó a un simposio internacional de expertos urbanistas, cibernéticos y futurólogos para atisbar el entorno y las perspectivas mexicanas ante el mundo de los avances científicos que ya se registraban en otras latitudes.
Podíamos hacerlo. Éramos muy ricos, administrábamos la abundancia a que se refería don José López Portillo. Vivíamos en Jauja, porque Rudesindo Cantarell Jiménez, un humilde pescador carmelita, había descubierto una mancha de chapopote en el Golfo de Campeche y, de ahí, al boom petrolero. La paraestatal jamás le dio la plaza de trabajo al padre de la estabilidad, quien murió en mayo de 1997 en la pobreza y olvidado.
Pero, eso sí, los embajadores chichimecas en Europa se daban el lujo de pontificar sobre nuestro grado de desarrollo emergente, frente al neonazi Willy Brandt, lo mismo que con el poderoso jefe de los sindicatos energéticos y químicos mundiales, Charles Levinson; con el portentoso Kadaffi, alma de la OPEP, y los entonces aún pobres sultanes árabes, así como con los mandamases gabachos del Club de Houston.
Los Diálogos Norte-Sur, de los que los mexicanos no podían ser excluidos, so pena de faltar a la verdad de las cúpulas internacionales petroleras: éramos toda una potencia petrolera y debíamos intervenir en los procesos: desde la fijación de precios de los bitúmenes, hasta su distribución y enredos en el mercado spot de Ámsterdam, a nuestras costillas.
La frivolidad absoluta. Los nuevos ricos del continente que no sabían comportarse ante la prudencia de los ricardos de verdad. En medio de tanto desatino, de un mar de despropósitos, lujos faraónicos y tremendas puñaladas al presupuesto, al menos se agradecía que el grupo de bohemios del Conacyt, Edmundo Flores, Enrique Loubet Jr., Tito Monterroso, et al, tuviera la ocurrencia de sentar en México a las eminencias del talento.
Hoy, ni eso: los presupuestos del Conacyt sólo sirven para financiar las aventuras académicas en la alcahueta Universidad de Harvard de los juniors.
Los talentos locales deben conformarse con los cursos de los institutos Patrulla o equivalentes.
Por aquellos simposios del Conacyt nos enteramos in situ de lo que pensaban sobre el trayecto científico nacional de gente como Isaac Asimov, Henri Lefebvre, Richard Clark, quienes sorprendían al mundo sobre la nueva ciencia-ficción, los cibernantropos digitales que habían llegado para quedarse, los componentes del ácido desoxirribonucleico, la famosa doble hélice del ADN, que hoy pone a parir a tantos berracos, que reconoce a tantos pueblos.
Juan Antonio Alcázar, un estudioso nacional, compendió en una edición de Conacyt los momentos brillantes del simposio. Bajo el título 1980: El futuro nos visita, produjo un libro que recogió con maestría esos momentos, festivos y dramáticos, que pasaron a formar parte de nuestra historia moderna. Imprescindible para cualquier interesado en el tema.
Durante los debates, Edmundo Flores, un experto en economía agrícola, pero aficionado a las trivialidades de la prospectiva, a las artes adivinatorias, hizo un recuento de las vicisitudes del Altiplano mexicano, y llegó a la conclusión de que, para el año 2000, la concentración demográfica, sumada a la falta de planeación, iba a producir un monstruo necesitado de todo.
El nuevo Leviatán se llamaba Mexpuecuetoca, la afortunada contracción gramatical de poner en un solo nombre a las ciudades de México, Puebla, Cuernavaca y Toluca que, según Flores, llegarían a ser absolutamente conurbadas, totalmente inviables para cualquier servicio y saturadas por un hacinamiento monstruoso de casi 60 millones de habitantes. Superaba la imaginación de George Orwell en 1984.
Hace 40 años llegaban a CDMX 5 mil desplazados diarios
Flores no estaba muy errado. Tenía muy poco que Víctor Urquidi, el sucesor de don Daniel Cosío Villegas en la dirección de El Colegio de México, maestro de una brillante generación de demógrafos, donde sobresalían Ciro Murayama (el padre del actual favorito de Lorencito Córdova), Ricardo Alvarado, Mario Ojeda y otros, acababa de dar a conocer algo desquiciante:
Al Distrito Federal llegaban diariamente 5 mil desplazados del interior del país en búsqueda de pan y algo de ingresos.
Una pequeña Calcuta, que estaba a punto de reventar, inconsciente para regular su crecimiento, incapaz para controlar un modelo de desarrollo atrofiado. Un trabuco de catatonia institucional.
Visionarios como Mario Moya Palencia, que seis años antes había propuesto algo para el desarrollo demográfico descontrolado, fueron tachados de inmediato como traidores reaccionarios, que se plegaban a los designios del Banco Mundial, de Robert McNamara, un auténtico devastador de pueblos indígenas. Cualquier idea de avanzada iba contra el futuro luminoso del México petrolero.
La emergente Mexpuecuetoca tenía que aguantar vara. Proporcionar ingreso, empleo, educación, alimentación, seguridad, salud, vivienda y vestido, los llamados mínimos de bienestar, a los habitantes y a los errabundos desplazados por el sistema económico que dejó de apoyar todas las actividades agropecuarias, para tirar los recursos en el sector servicios.
Un aparato gubernamental rebasado por todos los flancos.
Que producía a diario boomerangs que se enfilaban contra su propia ineptitud. El desperdicio absoluto del arsenal presidencialista de atribuciones, que reflejaba el real contenido del viejo refrán mexicano: en manos de los pendejos, ni la pólvora arde.
Como sucede hoy, cualquiera que proponía algo novedoso, era de inmediato deturpado por textoservidores y loros radiofónicos que todavía no se daban cuenta de que estaban construyendo el patíbulo y el mecate, en y de donde después serían colgados. Léase la bancarrota del monopolio televisivo de Azcárraga y sus cuatro favoritos.
Tanto dueños como paniaguados arrimaban el hombro para deturpar en los noticieros cotidianos a todo aquél que se atreviera a decir verdades, pues éstas eran y son tomadas como agravios. Éstos estaban confeccionados para loar a los corruptos, divinizar públicamente a los traidores a la nación, a sus cómplices.
Mientras, Mexpuecuetoca, el Leviatán del Altiplano, una ocurrente construcción gramatical de las desgracias por venir —muy aplaudida por la opinión científica internacional de los 80´s, como ocurrencia del rancho grande— seguía alimentándose de su coctel preferido: una mezcla de ignorancia, imprevisión y deshonestidad absoluta.
Hoy, Mexcuepuetoca es afortunadamente una visión fallida de la zona metropolitana, gracias al olfato de la población informada y politizada del centro del país, que optó por cambiar el modelo de la regencia sumisa al Ejecutivo, para elegir gobiernos comprometidos con las zonas vulnerables, con el hacinamiento y las formas burocráticas de las etapas anteriores, las que fracasaron frente al terremoto del ‘85. Desgraciadamente es una visión exacta del país en su conjunto. Un retrato fiel de una nación exprimida por sus claques, desesperada en su miseria, sin esperanza alguna sobre lo que vendrá.
Porque los de Toluca, Puebla, Cuernavaca y anexas siguen atentando contra las bases nacionales. Mexpuecuetoca no ha dejado de existir en lo político y económico. Donde ha dejado de existir es en el hartazgo de la población.
Ha llegado la hora de remediar a fondo la descomposición burocrática que lesiona al país y a las partes sensibles del tejido social, que lastima la dignidad popular asociándose con narcotraficantes violentos, vendiendo la soberanía y el patrimonio de todos.
Índice Flamígero: El desplazamiento hacia la megalópolis de la Ciudad de México y de las áreas metropolitanas de Guadalajara y Monterrey se ha incrementado desde que Felipe Calderón lanzó su guerra —sin inteligencia— en 2006. Son 11 las entidades las que, de acuerdo a cifras extraoficiales porque el INEGI ha soslayado el tema, han expulsado a cerca de un millón de personas de sus lugares de residencia. El gobierno sólo reconoce 25 mil. Y el tema ha llegado hasta Naciones Unidas que en este asunto, y seguramente en otros, ha dicho que México es ya un foco rojo. + + + Apenas ayer, el diario Noroeste daba a conocer que “desde que inició el 2017, cada día se desplazan de la sierra hasta cuatro personas, principalmente de Concordia, San Ignacio y Badiraguato. De acuerdo con datos de la Secretaría de Desarrollo Social, a la fecha ya suman 705 personas que fueron desplazadas de la zona serrana de esos tres municipios. Sólo en Concordia se tiene datado que 525 personas se desplazaron de las comunidades de Pánuco, Las Charcas, Las Juntas, El Cuatantal, La Caña, Capilla de Taxte, Santa Lucía, La Petaca y La Válvula. Apenas el 4 de mayo un grupo armado atacó a cuatro maestros en el poblado El Cuatantal. De ese ataque tres maestros perdieron la vida…”
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