Violencia sin fin
¬ Augusto Corro martes 9, Nov 2010Punto x Punto
Augusto Corro
Más de 30 mil personas muertas en todo el país, miles de huérfanos y viudas, así como una sociedad aterrorizada, son el saldo de una guerra que nunca pidieron los mexicanos. Sin embargo, el problema aún no termina. El sino trágico que nos persigue continuará con más escaladas de violencia.
Para empezar, en la Comisión de la Defensa Nacional de la Cámara de Diputados se aprobó que el Ejército mexicano contrate a 10 mil soldados más. El legislador Ardelio Vargas Fosado advirtió que están por venir mayores índices de violencia.
Existe pues, la necesidad real de prevenir las consecuencias y lo que se derive del enfrentamiento de la fuerza pública contra los cárteles de droga en todo el territorio nacional. Las respuestas de los narcodelincuentes cada vez que se les ataca se convierten en hechos sanguinarios. Se multiplican las acciones vengadoras que difícilmente se controlan.
En el caso de la muerte de Tony Tormenta, los tamaulipecos fueron sometidos a las represalias de los elementos del cártel del Golfo y sus sicarios Los Escorpiones, una especie similiar a los Zetas, brazo armado de los narcotraficantes. Protagonizaron bloqueos en varias ciudades norteñas. Lo mismo ocurrió en Michoacán, donde la captura de dos narcos provocó bloqueos e incendios de camiones. En Monterrey es asunto de todos los días el cierre de avenidas o calles por parte de la delincuencia. En otras ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez, Acapulco y Tepic, la revancha de los cárteles cobra decenas de vidas humanas. Los delincuentes, en el caso de Tijuana, que perdieron 135 toneladas de marihuana, manifestaron que por cada tonelada de la droga se cobrarían con el asesinato de una persona y empezaron a cumplir su amenaza macabra.
También se suceden los secuestros, cada vez más impresionantes, porque las víctimas son presentadas en YouTube vivas con denuncias contra gente metida en el crimen organizado, como funcionarios, policías narcos. Después esos mismos denunciantes son localizados torturados y sin vida.
A un hecho sanguinario se le sucede otro peor. Ahora, los cavernícolas van por las calles con sus acciones violentas que privan de la vida a jóvenes, que festejan sus hechos cotidianos; o gente que recibe tratamiento para alejarse de las drogas como ocurrió en Tijuana y Ciudad Juárez.
Ante ese panorama, es lógico, pues, que la fuerza pública incremente sus elementos. El futuro es más que incierto. Los cárteles de la droga responden con violencia inaudita, no se intimidan. Y aquí es cuando empieza la verdadera lucha. No en balde el secretario de Gobernación, Francisco Blake, auguró, a unos cuantos días de los cruentos enfrentamientos en Tamaulipas y Michoacán, que se avecinan acciones más violentas, pero confió en que el trabajo conjunto permitirá restablecer la tranquilidad en el mediano plazo.
Sobra cualquier otra palabra. Si notamos que el gobierno federal va perdiendo la guerra ¿qué podemos pensar al respecto? La impunidad y la corrupción siguen a todo lo que dan. Sí bien es cierto que algunos delincuentes se encuentran en la cárcel y otros de relativa importancia fueron abatidos por la Armada y el Ejército, son cientos los que gozan de su plena libertad.
Un error en la guerra antinarco es la improvisación y consecuentemente la falta de una estrategia. Al iniciar las hostilidades no se contaba con los elementos apropiados (policías y soldados) y ni el armamento adecuado (potente y sofisticado) para la lucha. No se va a la guerra sin fusil. Sinceramente, la participación de las fuerzas armadas: el Ejército y la Marina es digna de elogio, porque su fin no es el de perseguir a narcotraficantes, es otro, y sin embargo, su papel es relevante. Sin duda alguna.
El narcotráfico se desarrolló y alcanzó alturas desmesuradas. Fueron muchos años en los que delincuentes y autoridades trabajaron de la mano en la creación de plazas y rutas de la droga rumbo al gran mercado de viciosos: Estados Unidos. Hicieron equipo para que funcionaria esa gran máquina de corrupción e impunidad.
Cuando se trató de volver al orden y la legalidad, el cáncer del narcotráfico no lo permitió, ya estaba muy avanzado. Ahora, erradicarlo será tarea de titanes. Se trata de un problema transexenal que tendrán que enfrentar otras generaciones de mexicanos. Enraizado el mal, la escalada de violencia que nos pronostican los funcionarios es de pronóstico reservado. Y si se pretende entender el mensaje, la población civil tendrá que poner más muertos: jóvenes, principalmente, adultos, mujeres, niños y periodistas.
De las demás aristas del problema en que se encuentra implicada la delincuencia, aparecen los secuestros, las extorsiones y los delitos que complementan las listas del crimen. No hay para donde hacerse, porque es increíble que México sea azotado por los criminales y no cuente con las leyes suficientes para hacer justicia. Los delincuentes se apoyan en sus discursos pueblerinos que nadie acepta y menos cree.
De los miles de delincuentes que de una manera u otra participan en los asesinatos o en cualquier otra acción ilegal, pocos son los que se encuentran tras las rejas. Las estadísticas sobre el tema reflejan más que laxitud de las leyes, una verdadera incompetencia e ineptitud de los encargados de aplicarlas. La impunidad en parte es el estimulo principal para delincuencia. Por eso, actúa sin temor o miedo.
Tal es el caso de la masacre de los michoacanos. Veinte personas, la mayoría jóvenes fueron levantados en Acapulco el 30 de septiembre pasado. Después de un mes sin conocer su paradero, la semana pasada sus cuerpos sin vida fueron encontrados en una narcofosa en la zona rural acapulqueña. La sociedad mexicana y la michoacana, en particular, presenciaron, de principio a fin, con horror el desenlace de ese drama. El hecho llamó la atención, pues según se comentó las víctimas eran personas entregadas a su trabajo (la mayoría eran mecánicos) gente honorable que por tradición organizaban sus excursiones anuales a diferentes partes del país. Los michoacanos tuvieron la mala suerte de llegar a un territorio donde imperan los cavernícolas y fueron sacrificados. El asunto debe ser investigado a fondo, es un clamor de la sociedad que se haga justicia. La solución del caso o el conocimiento de lo que realmente ocurrió nos dará un poco de la tranquilidad que tanto necesitamos.