¿Y los grandes sindicatos?
Ramón Zurita Sahagún jueves 13, Jul 2017De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Durante décadas, los grandes sindicatos, afiliados a la CTM y otras organizaciones que se aglutinaban en el Congreso del Trabajo, formaban una masa amorfa, pero controlada, por los beneficios que recibían sus dirigentes.
Fidel Velázquez Sánchez, el eterno dirigente obrero, quien controló la central desde principios de los 40 hasta finales de los 90, tenía el control de los principales sindicatos, mientras que los que no pertenecían a la CTM, como eran maestros y burócratas, estaban todavía más controlados.
En la CTM convergían todos, petroleros, electricistas, ferrocarrileros, transportistas, textileros, de fundiciones, lecheros (el propio Fidel inició ahí), de la industria automotriz, etc.
La vieja central obrera, como tal, era tan poderosa que a su dirigente nacional se le consultaba sobre la sucesión presidencial (aunque no se tomaba demasiado en serio su opinión) y se le otorgaba el lujo de destapar al candidato presidencial del PRI.
Fueron grandes años para la industria y para los empresarios con escasas huelgas o paros de parte de los trabajadores, donde las negociaciones de los eternos dirigentes, sometiéndose, en parte a los deseos de los grandes capitales, frenaban todo intento de colocar banderas rojinegras.
Claro que a cambio, los dirigentes obreros recibían un cúmulo canonjías, que iban desde cargos políticos, electorales, hasta concesiones y contratos.
Con todo y ello florecía la relación entre empresarios y trabajadores y todo se mantenía a punto de turrón.
Alfonso Genaro Calderón Velarde pudo consolidar esa relación estrecha, al convertirse en el primer gobernador surgido del sector obrero, algo que los grandes dirigentes y fundadores de la central jamás alcanzaron.
Candidato de PRI, como todos ellos, a gobernador de Sinaloa, la nominación de Calderón Velarde sorprendió, sobre todo en una entidad agrícola y pesquera como el estado del Pacífico.
Eran los tiempos en que el narco se asentó en Sinaloa, pero sin grandes aspavientos, a pesar de la “Operación Cóndor” contra la siembra de estupefacientes y el tráfico de drogas.
Calderón Velarde entregó buenas cuentas como gobernante, mejores que muchos políticos que lo antecedieron, lo que permitió que Rafael Camacho Guzmán se convirtiera en el segundo dirigente cetemista en gobernar una entidad.
Al llamado “Negro” Camacho Guzmán le tocó gobernar Querétaro y su desempeño fue reconocido, como un mandatario que fomentó el desarrollo del estado, aunque al final, un obsequio realizado al entonces presidente José López Portillo provocó encono en su contra.
La obra material de Camacho Guzmán, el eterno dirigente de los trabajadores de la industria de la radio y la televisión, está reconocida todavía en esa entidad, donde su estilo bronco no era bien visto.
Emilio Manuel González fue otro gobernante surgido de las filas cetemistas. Fue dirigente sempiterno de los trabajadores de Nayarit y esperó pacientemente su turno para ser candidato del PRI al gobierno estatal.
Catalogado como cacique bueno, Don Emilio como era conocido, coordinó los trabajos del Senado de la República, donde dejó en claro su habilidad política, luego de su paso por el Congreso de la Unión.
De su administración da cuenta el que su hijo Ney Manuel, quien no pertenecía a las huestes obreras logró recuperar para el priísmo la entidad que gobernó su padre.
Antonio Echevarría Domínguez, quien había fungido como tesorero del gobierno de Rigoberto Ochoa Zaragoza (otro dirigente cetemista) rompió con el priísmo y se lanzó como candidato de una coalición formada por PAN-PRD y arrancó la entidad del control político del partido tricolor.
Ney, el hijo de Don Emilio regresó la entidad al control del priísmo, luego de que ese estado se volvió representativo del sector obrero por tener dos mandatarios surgidos de esa central obrera.
La CTM impulsó las nominaciones de Emilio M. González y de Rigoberto Ochoa Zaragoza, quien sustituyó al primero en el control de los sindicatos obreros en la entidad.
En Campeche, Abelardo Carrillo Zavala, un joven cantante que se convirtió en dirigente obrero en el estado, fue impulsado como candidato priísta al gobierno del estado, convirtiéndose en mandatario estatal, en virtud del apoyo recibido en las urnas. Hasta la fecha, Abelardo puede caminar por esa entidad sin problema alguno, siendo reconocida su gestión, discreta y sin grandes escándalos.
Con todo y los arrebatos de los dirigentes obreros y de que algunos de ellos se significaban por su hablar golpeado, los gobernantes obreros fueron reconocidos por el buen trabajo administrativo y la obra física dejada en cada uno de esos estados, nada que ver con los políticos que han gobernado a última fechas diversos estados del país.
La llegada de los vientos democráticos al país borró toda la importancia que tenían los sindicatos obreros, donde la CTM se desinfló y sus dirigentes se hicieron chiquitos a la muerte de Fidel Velázquez Sánchez. Lo sustituyó Leonardo Rodríguez Alcaine, dirigente de los electricistas y Joaquín Gamboa Pascoe, ambos cercanos al círculo de Velázquez Sánchez, pero con los años pesándoles, por lo que poco pudieron hacer para evitar la pulverización de ese férreo sector obrero, puntal del priísmo.
Carlos Aceves del Olmo, más joven que ellos, asumió la dirigencia obrera, sin lograr enderezar la nave. Los cetemistas pasaron de ser una fuerza política en la Cámara de Diputados, con un centenar de representantes y una buena dotación de senadores a tener un par de ellos en la llamada Cámara alta y una docena en la de Diputados.
Los cetemistas se extinguen y ya no representan mayor cosa para los propósitos electorales del priísmo, cuyos sectores se desdibujan y tienden a desaparecer, a pesar de los esfuerzos que se hace para reactivarlos.