Cloacas carcelarias
Freddy Sánchez jueves 13, Jul 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
El auto gobierno en los penales del país, disputado a sangre y fuego entre bandas criminales, cuyos distintos integrantes se amotinan y matan constantemente, no sólo pone en evidencia la incompetencia institucional, sino la apatía y absoluto desinterés de las autoridades para retomar el control de las cárceles.
Lo sucedido en Guerrero, con veintitrés reos muertos, tras la abrupta “carnicería” entre grupos rivales de internos, a efecto de asumir el mando al interior de ese penal, revela sólo una cosa: que a los representantes del gobierno les importa un bledo lo que pase en los centros de reclusión.
Todo indica que cobrar cuotas a los reos que mangonean dentro de una prisión, utilizando a los custodios como recaudadores de rentas, en vez de que cumplan una estricta función de controladores del orden, es lo que la mayoría de los alcaides llegan a hacer en cuanto se les nombra al cargo del manejo de dichos establecimientos.
En el curso de los años, promovidos a estos empleos desde una u otra facción partidista, no se puede negar que en algunos casos los encargados de administrar un penal, ciertamente tuvieron la voluntad de actuar con rectitud, dictando medidas para evitar la anarquía y el dominio de los internos en materia de autogobierno carcelario, pero es evidente que el contagio de la corrupción y la falta de recursos materiales para cumplir con sus propósitos los llevó al fracaso.
Unos optaron por dejarse llevar por la corriente, otros prefirieron dejar el empleo, los menos por supuesto, y los más como en Acapulco, simplemente llegaron al puesto para testificar la guerra por el control de una cárcel hasta desatarse la violencia con un lamentable saldo mortal y por ello haber tenido que darse la orden de destituir a los responsables del cuidado de esta prisión como cada que sucede lo mismo en otros centros de reclusión.
Una acción adoptada desde el más alto nivel del sector oficial como respuesta a los continuos motines y asesinatos en las cárceles, pero nada que en realidad vaya encaminado a imponer un nuevo orden en el manejo de las prisiones.
Tal parece que a nadie en el gobierno, sea del partido político que sea, con injerencia y responsabilidad en la administración de un centro de rehabilitación social, a nivel federal, estatal o municipal en verdad le interese darle un nuevo rostro a estos lugares.
Por indiferentes, ineptos o corruptos casi todos los que están a cargo de una cárcel, se someten al momento de su ingreso o poco tiempo después de tomar el cargo, al prepotente mandato de los internos que se erigen como autogobierno.
Una historia de larga duración en México, (como en otras partes del mundo), en donde las prisiones no rehabilitan a los internos.
Simple y llanamente funcionan como recintos de alojamiento para los sujetos a proceso que teniendo dinero o estando dispuestos a servir de virtuales esclavos, se compran un poco de tranquilidad y comodidad durante su estadía en una prisión.
Los trafiques de todo tipo son la moneda de cambio en los penales.
De modo que con esta clase de prisiones en nuestro país, cualquiera se puede imaginar que su existencia solo sirve para el enriquecimiento ilícito de los que fingen estar a cargo de la rehabilitación social de los sujetos a proceso penal y en la práctica actúan como “madrotas” en un prostíbulo, puesto que los centros de reclusión no son lo que deben ser, sino más bien cloacas carcelarias.