La terca memoria
Ramón Zurita Sahagún lunes 10, Jul 2017De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
El cinismo es mayor que el olvido y la negación que usa Manuel Bartlett Díaz para rechazar sistemáticamente ser el autor de lo que se dio en llamar “caída del sistema” durante el proceso electoral de 1988.
Una y otra vez el entonces secretario de Gobernación y presidente de la CFE reparte culpas al por mayor, descarga las suyas y pretende enmendar el camino, luchando al lado del mayor enemigo del entonces beneficiario de lo que la mayoría de la gente cataloga como “fraude electoral”.
1988 fue un año atípico dentro de la política mexicana, el sistema político se cimbraba ante la fuerza que tomaba un nuevo cisma dentro del entonces inquebrantable PRI.
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y otros políticos de trayectoria, Porfirio Muñoz Ledo, ex presidente nacional de ese partido; Gonzalo Martínez Corbalá, mítico embajador mexicano en Cuba y Chile; Rodolfo González Guevara, ex líder de la Cámara de Diputados; Ifigenia Martínez Hernández, ex diputada federal y ex directora de la Escuela de Economía de la UNAM, entre otros destacados militantes del partido tricolor, decidieron fundar la Corriente Democrática.
Su propósito era fomentar la vida democrática al interior del partido. La respuesta fue drástica y la mayoría de ellos fueron expulsados del partido por el entonces dirigente nacional, Jorge de la Vega Domínguez, quien los calificó de “Quinta Columna”.
Los expulsados decidieron combatir a la maquinaria priísta con una candidatura de uno de ellos, Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo del expropiador del petróleo, decidió enarbolar la candidatura del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, partido catalogado como satélite del PRI.
Nadie tomó en serio la candidatura de Cárdenas Solórzano y sus seguidores, hasta que Heberto Castillo Martínez, candidato del Partido Mexicano Socialista decidió ceder su espacio, con lo que Cuauhtémoc se convirtió en candidato de la izquierda, sumándose otros partidos como el Popular Socialista, otro satélite del PRI y el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional.
A partir de ese momento, la candidatura del ex priista creció desmesuradamente, mientras la del priista Carlos Salinas de Gortari iba a la baja. Cárdenas sumaba adeptos, Salinas y su partido deserciones y el tiempo de campaña se acortaba.
Desde las instancias gubernamentales veían una y otra vez como el candidato del llamado Frente Democrática Nacional llenaba plazas, con solamente convocar a sus seguidores y planteaba opciones democráticas, mientras que los priistas sudaban para reunir grandes contingentes.
Salinas de Gortari fue repudiado en la zona lagunera, en Baja California, mientras en Chihuahua, Guanajuato y otros estados disminuían sus adeptos.
Los momios se mantenían cerrados y había quienes apostaban por el triunfo del candidato opositor, mismo que había desplazado al entonces brioso Manuel de Jesús Clouthier como principal candidato opositor.
El 6 de julio era la fecha cabalística para que los ciudadanos concurrieran a las urnas y lo animado de las campañas, con candidatos atractivos, hacía prever una gran asistencia las casillas.
Unos días antes de la fecha de los comicios se produjo un crimen que alertó a todos, sobre el rumbo que estaban tomando las cosas, Román Gil Heráldez y Francisco Xavier Ovando, los estrategas electorales del FDN fueron asesinados.
Con todo y ello, las filas de ciudadanos eran alentadoras para todos los partidos y sus candidatos el 6 de julio, relegando el asesinato de los colaboradores de Cárdenas, cuatro días antes.
El día de los comicios, se presentaron algunos inconvenientes, denuncias al por mayor, pero dentro de lo posible la jornada electoral transcurrió con tranquilidad.
Se consideraba que por la noche se tendrían los primeros resultados y la posibilidad de informar el nombre del ganador de la Presidencia de la República. Llegaron las primeras cifras de los resultados, todas favorables para Cuauhtémoc Cárdenas, por lo que estas dejaron de fluir y se procedió a lo que se llamó “la caída del sistema”. El cómputo se frenó y cuando se reanudó los números favorecían al priista Carlos Salinas de Gortari.
El resultado final fue del 50 por ciento para el PRI y apenas rebasado el 30 por ciento para los partidos que postularon a Cárdenas Solórzano, con lo que la diferencia marcaba un triunfo irrefutable para el tricolor.
Sin embargo, los derrotados no quedaron conformes con esta decisión y decidieron protestar, argumentado fraude electoral. Cuauhtémoc, Clouthier y Rosario Ibarra encabezaron las protestas que dieron paso a un cambio en la ley electoral y el inicio de la vida democrática.
El entonces secretario de Gobernación Manuel Bartlett Díaz fue señalado como el autor de la artimaña que concluyó con la “caída del sistema” y desde entonces carga esa pesada losa, de la que, sin éxito, intenta desprenderse.
Señala que nunca se cayó el sistema, sino que el entonces Presidente Miguel de la Madrid le pidió no dar información la noche de la elección, ya que si se oficializaba en ese momento –con datos parciales– que Cárdenas Solórzano iba ganando, al final nadie aceptaría un resultado distinto.
En una entrevista de 2008 revela que fue presionado por la dirigencia del PRI y el equipo de campaña de Carlos Salinas de Gortari para que la misma noche del 6 de julio declarara ganador de la elección a este último, lo que no hizo.
Ahora, hace un par de días, la versión de Bartlett Díaz es que las elecciones de 1988 no fueron ganadas por Carlos Salinas de Gortari.
Claro que la amnesia de Manuel Bartlett Díaz le hace olvidar que gracias a su comportamiento electoral, fue incluido por Salinas dentro de su gabinete como secretario de Educación Pública y candidato al gobierno de Puebla.
Pero si entonces se amarró la lengua para no decirlo, hoy que lucha desde la trinchera de izquierda y se convirtió en crítico del PRI, la memoria se le refrescó.