#GobiernoEspía: ¿Y si no fue EPN?
Francisco Rodríguez miércoles 28, Jun 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Cuando hace cuatro semanas perdió a manos de la Armada de México la coordinación de Puertos y Marina Mercante, donde el titular era Guillermo Ruiz de Teresa, Emilio Gamboa Patrón aún siguió siendo factótum en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, donde tiene escrituradas como si le fueran propias varias direcciones.
Gamboa, quien fue titular de la SCT en el fatídico sexenio del espurio Carlos Salinas de Gortari, aún mantiene, entre otras, Telecomunicaciones de México (Telecomm), donde despacha como director general Jorge Juraidini Rumilla, quien además es su suplente en el Senado de la República. Esto es que, en caso de que el yucateco tuviese que dejar el escaño por algún escándalo de espionaje, por ejemplo, Juraidini lo relevaría.
Antes de entrar a la “grilla”, Juraidini se desempeñó 12 años, de 1997 a 2009, como director de relaciones con el gobierno del Grupo Femsa, principal embotellador de Coca-Cola —y otras bebidas endulzadas— en México y parte de América Latina. Ese mismo cargo de abrepuertas lo ocupa hoy otro miembro de la pandilla político-financiera que encabeza Gamboa Patrón: el zacatecano Genaro Borrego Estrada.
Éste, Borrego, tuvo a su cargo —with a little help of his friend, Gamboa— las negociaciones con la SHCP y con la Cámara de Diputados cuando, los últimos meses de 2013, se aprobó que los refrescos y otras bebidas altamente azucaradas pagaran al fisco un peso por cada litro comercializado. Todo un éxito la negocia$ión, pues ese peso equivale aproximadamente sólo al 10% gravado, en tanto en otras partes del planeta esos brebajes tributan hasta un 20%.
Como en la vida —y en política, menos— no existen las coincidencias, he aquí que tres de los activistas que impulsaron el impuesto a las bebidas con alto contenido de azúcar fueron espiados a través de sus teléfonos celulares, según reveló la investigación del diario The New York Times.
¿A quién interesaba saber qué llamadas recibían o hacían, qué mensajes intercambiaban los activistas Simón Barquera, director de investigación en políticas y programas de nutrición del Instituto Nacional de Salud Pública; Luis Manuel Encarnación, ex director de la Fundación Mídete, y Alejando Cavillo, fundador de El Poder del Consumidor? ¿Al gobierno de EPN? ¿O a los refresqueros, quienes se sentían afectados por la iniciativa que éstos empujaron?
¿Tiene algo qué ver el hecho de que el vendedor de Pegasus y de otros softwares espías sea Rodrigo Ruiz de Teresa, hijo del ex coordinador de Puertos y Marina Mercante, miembro de la pandilla que capitanea Emilio Gamboa y en la que son tenientes Borrego y Juraidini?
No fue esa publicación del 11 de febrero la única en la que el diario neoyorquino abordó el condenable asunto del espionaje en nuestro devastado país. El pasado 19 de junio nos amanecimos con otra publicación, esta vez en la primera plana, titulada Using Texts as Lures, Government Spyware Targets Mexican Journalists and Their Families —en traducción libre: “usando textos como señuelos, software espía del gobierno tiene como blanco a periodistas mexicanos y a sus familias”—, que en la edición en español se tituló “Somos los nuevos enemigos del Estado”: el espionaje a activistas y periodistas en México, firmadas por Azam Ahmed y Nicole Perlroth.
Diarios y portales en internet, destacadamente el de Carmen Aristegui, cuyo hijo Emilio fue objeto de condenable intervención de su equipo celular, amplificaron el reportaje, que refería a dos publicaciones previas del NYT —una del 2 de septiembre de 2016 sobre el pesimismo generado por la caída de las expectativas económicas generadas, que no tuvo gran impacto en México; otra del 4 de enero de 2017, sobre espionaje en el PAN, en 2014, cuando la militancia blanquiazul elegiría a su dirigencia nacional.
El enojo social y el escándalo no cesan desde el 19 de junio, hace ya casi dos semanas. Medios de comunicación y redes sociales han actuado como caja de resonancia, y no han faltado líderes de opinión y hasta el presidente del PAN, quienes se han dicho atacados por la tecnología Pegasus, el software de origen israelí desarrollado por la empresa NSO Group, que sólo se vende a gobiernos.
No fue esa la primera ocasión que el NYT hizo referencia a esa empresa y a ese software. En el artículo del reciente 11 de febrero, el del espionaje a Barquera, Encarnación y Calvillo, se lee que los teléfonos celulares de esos tres activistas fueron intervenidos mediante un programa espía desarrollado por la empresa NSO.
De acuerdo a especialistas consultados, Pegasus es considerado mundialmente como “el Rolls-Royce” de los sistemas de intrusión de dispositivos telefónicos móviles. Pero no es el único en operación en México, aunque sí el más sofisticado, ya que su forma de ataque es, en la mayoría de los casos, totalmente indetectable.
El software, desde sus orígenes, tuvo una capacidad para contaminar, de forma subrepticia —stealth, en el lenguaje de los programadores— a cualquier dispositivo conectado a una red telefónica.
Es decir, no se requiere de ninguna intervención del usuario del teléfono “inteligente” —como dar un click en algún mensaje, cual han denunciado que hicieron los periodistas y activistas espiados— para que su dispositivo sea infectado.
El debut de Pegasus fue a finales de 2010. Entonces tenía capacidad para infectar teléfonos con sistemas operativos OS Blackberry, Symbian de Nokia, iOS de Apple y Android, para múltiples plataformas: Samsung, LG, Huawei, etc. Todo ello sin necesidad de mandar mensajes de texto a los usuarios o tratar de engañarlos para que accedan a una liga o a un programa de infección.
Google, dueño del sistema operativo Android, ha hecho una gran labor de investigación para detectar programas de cómputo con patrones de operación similares a Pegasus, y aunque ha liberado algunos parches para su sistema operativo, hasta hoy NSO mantiene la capacidad de infección stealth con su programa Pegasus.
Apple, por su parte, liberó tres parches con su release iOS 9.3.5, el año anterior, en medio de una gran cobertura de medios de comunicación.
En la mayoría de las infecciones, empero, Pegasus no requiere de la participación del usuario. Sólo invade. Y ya.
Más aún: las herramientas para ataque de Pegasus, es decir los troyanos que son inyectados en los dispositivos móviles, tienen una “bomba de tiempo” que los borra, por lo que son aún más difíciles de detectar en análisis post-mortem. Luego, entonces, ¿cómo sabe el NYT que fue con Pegasus que el gobierno espió a periodistas y activistas?
Rodrigo Ruiz de Teresa, el vendedor de Pegasus, le pone el cuerno —como se dice coloquialmente— al israelí Grupo NSO. También es el agente vendedor de otro programa intrusivo conocido como Remote Control System (RCS) de la italiana Hacking Team, por cierto el más comprado por dependencias del gobierno federal, gobiernos estatales —el de Sinaloa está perdido; no lo entregó Malova a su sucesor— y hasta empresas privadas. Él mismo lo presume entre amigos y conocidos. Que tiene, dice, “un sistema paralelo”.
Y este “sistema paralelo” infecta los teléfonos celulares a través de mensajes SMS enviados a los usuarios del aparato.
¿Fue, entonces, con Pegasus o con Hacking Team que los activistas y periodistas fueron espiados?
¿Por una empresa privada con fuertes intereses en la industria refresquera? ¿Femsa? ¿La pandilla de Emilio Gamboa?
Es más que probable, sí, que el gobierno haya mandado a espiar a algunos de los blancos que se han hecho públicos, pero a partir de la información recabada entre expertos, más pareciera que se trata de un esfuerzo “personal” o “institucional”, en donde los enanos le crecieron a Peña Nieto, a quien han dejado solo.
Mañana, si me lo permite, le platico de RCS, de Hacking Team, y de cómo es que varias de las empresas de este tipo “siembran” errores en el software de sus competidores, para hacerlos aparecer como responsables de los espionajes que ellos realizan. ¿Es el caso? ¿Hacking Team hackeó a NSO? ¿Usted qué haría?
Índice Flamígero: Pocas veces se ha visto en televisión abierta un documental en el que los protagonistas de un episodio de la historia reciente entran en controversia. Ayer le resumía aquí lo que Francisco Gil Díaz, Mario Beauregard, Jaime Serra Puche y el controversial Carlos Salinas de Gortari narran sobre los días y las horas previas al llamado “error de diciembre”, en el segundo capítulo –de tres— de la producción de TV Azteca “El Error: Ficción, Miedo, Debacle”. Hoy le transcribo lo que otros protagonistas del momento dijeron a las cámaras: “Tras el estallamiento de la crisis, México acudió a Estados Unidos en busca de un rescate. Luis Téllez, entonces jefe de asesores de Ernesto Zedillo, contó: ‘Lo que les explicamos es que estábamos viviendo una crisis de balanza de pagos como la que en muchos países habían vivido en el pasado, pero que la intensidad de la respuesta y la virulencia de los mercados era realmente sorprendente, que en el año anterior se habían perdido alrededor de 15 mil millones de dólares de reservas, que teníamos 6 mil millones de dólares de reservas en el Banco de México y que en el corto plazo México tenía que pagar, en el cortísimo plazo, en el siguiente mes y medio, México tenía que cubrir alrededor de 15 mil millones de dólares de vencimientos de instrumentos denominados en dólares’. Téllez también recordó que el Congreso de Estados Unidos estaba renuente a autorizar un rescate para México. ‘Newt Gingrich era el líder de la Cámara de Representantes. De la plática que tuve con él, pero no tengo los suficientes votos para poder mandar esto al piso del Congreso, si lo mando al piso del Congreso entonces van a tener y el Presidente va tener un revés que va a ser muy difícil deshacerlo, entonces yo te recomiendo que hables, yo voy a hablar con el Presidente tú habla con Panetta y a ver’. El secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, llamó por teléfono al secretario del Tesoro, Robert Rubin, y le dijo que México estaba por caer en moratoria de pagos. Rubin y su secretario adjunto, Larry Summers, dijeron alarmados a Leon Panetta, el jefe de gabinete de Bill Clinton: ‘México tiene unas 48 horas de vida’. Así que, sin mediar autorización del Congreso, Clinton firmó una orden ejecutiva para rescatar a México. El Rescate de Estados Unidos a México tuvo un costo muy alto para el país. Un documento del Senado de la República titulado ‘Evaluación de la política económica de México durante el periodo 1995-2007 y sus repercusiones en la banca mexicana, la deuda pública y el bajo desarrollo del país’, sostiene que el gobierno tuvo que aceptar condiciones que en otras circunstancias habrían sido inadmisibles: ‘Larry Summers podía ser también muy habilidoso: fue idea suya la de poner una tasa de interés tan alta en el préstamo a México, para que los mexicanos se vieran obligados a pagar rápidamente. Es decir, el gobierno mexicano aceptó un trato inaceptable del subsecretario Summers’. Incluso, la factura petrolera mexicana fue puesta como garantía.” La reconstrucción documental del “error de diciembre” no ha terminado. En el tercer y último episodio de esta trilogía, “El Error: Ficción, Miedo, Debacle” –que se transmitirá el próximo sábado 1 de julio— explora a fondo la consecuencia más severa de la crisis desatada en diciembre de 1994: el rescate bancario y la deuda del Fobaproa que hipotecó el futuro de tres generaciones de mexicanos.
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