¿Seguridad? nacional, un negocio más
Francisco Rodríguez lunes 26, Jun 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Aunque espíen, todos los análisis, reportajes, comunicados conjuntos, notas con chayote adjunto, boletines, resúmenes, conclusiones, temas abordados en los cenáculos del pomposo Consejo de Seguridad Nacional, los de la Armada, los de la Defensa y los de los organismos correlativos en las entidades, jamás han dado cuenta del asunto más espinoso que las involucra en el secreto.
El más importante de todos los que se deban considerar en el punto de arranque de cualquier estrategia, del cumplimiento de la mínima obligación con el causante: erradicar, antes de gastar nuestros impuestos, cualquier sombra de duda que pueda existir sobre la complicidad de los mastines de la seguridad con los actos delictivos y la promoción de la violencia en nuestro sufrido país, el más demolido del mundo por narcotraficantes y asesinos.
Mientras este asunto no se dilucide ante la opinión pública, todo lo demás sale sobrando. Hasta el hecho de que jueguen al terror, enseñando sus colmillos en reportes escalofriantes, como el aserto de que tenemos más generales que China. O que nuestro estado de fuerza esté integrado por 263 mil elementos armados… que no sirven para nada.
Los mastines de la seguridad pública y nacional, todos a una, criminalizan la protesta social, encarcelan supuestos huachicoleros, masacran inocentes en pleno día, ejecutan matanzas extrajudiciales en bodegas y montañas… porque las víctimas no se reportan con los moche$. Blindan casillas priístas, espían y asesinan periodistas, entre muchas otras cosas de un catálogo de estertores, propios de la decadencia de un sistema corrupto hasta la médula.
La tercera parte de los presupuestos comprobables ha sido erogada con esos propósitos. Estamos hablando de más de 8 billones de pesos, donde están incluidos los muchos millones de dólares que costó el sistema Pegasus y otros de similares funciones. Una cifra casi inimaginable, propia de dictaduras, para hacerle creer a la población que las armas nacionales resguardan la seguridad, la soberanía y la economía popular. “El equipo adquirido es para seguridad nacional”. Nadie lo cree, estando como está la seguridad en el país.
En realidad, todo lo gastado sirve para obedecer ciegamente los designios de los Comandos Norte y Sur del Pentágono, en su ilusión por controlar la violencia en el continente latinoamericano, empezando por su cabeza de playa, México, mientras se profundizan las acciones para privatizarlo todo… que nadie les estorbe.
El grito en el cielo, la llamada de atención severa sobre este atraco, fue hecha desde noviembre del 2015 por Merethe Nergaard, la preciosa embajadora Noruega en México: “La corrupción está en todos los niveles. Nuestros consejos a las empresas es que deben tener cero tolerancia para la corrupción, deben ser muy cuidadosas en escoger a sus socios locales… antes de que lleguen a operar los asuntos petroleros…”.
Aunque el gobierno acababa de anunciar a los cuatro vientos que la fuga de El Chapo Guzmán de la prisión de Alta Seguridad en Almoloya era el pretexto oportuno para que el Estado mexicano sólo tuviera un interlocutor en el contrabando de estupefacientes, alguien que ordenara el mercado de las drogas…
… que a través del de Badiraguato en libertad se lograría mediatizar a la decena de cárteles que le hacían sombra, con objeto de pacificar al país, hacerlo atractivo para los inversionistas, crear empleos, resarcir la quiebra frenética de Pemex, compensar la caída en los precios petroleros, estabilizar el peso y aliviar la economía nacional. ¡Recontra gulp!
Los anteriores argumentos, “estratégicos” a más no poder, enmarcaron el discurso de los jerarcas que desde las oficinas de Osorio Chong, se filtraron como leads, como guías de información a los corresponsales y analistas extranjeros que buscaban afanosamente una explicación sobre el desaguisado carcelario.
Si no lo hubieran expresado los voceros de la Comisión Nacional de Seguridad, parecería un sketch del cómico Jesús Martínez, Palillo, o un exabrupto de cualquier tundeteclas despistado, de los que no cobran sus embutes entre las cajas registradoras de los mastines de la tranquilidad, en las maletas repletas en dólares de los guardianes de la soberanía y la estabilidad.
Los voceros, deseosos de servir a los aviesos y torticeros fines de los jefes civiles y entorchados —a quienes ya les anda porque se apruebe la Ley de Seguridad Interior, una normatividad hecha al gusto y transcripción de los comandos extranjeros del narcotráfico— quisieron echar su cuarto a espadas para adaptar aquí los clichés de la milicia externa. Creyeron que lo habían logrado.
Los portavoces aplicaron sus chuscos argumentos con ignorancia y sorna acá, en el rancho grande, de una manera grotesca, ruin y meteca. Sólo para reforzar el empeño de que sus jefes fueran los primeros considerados en uncirse al cabús del poder metropolitano, aunque sea como garroteros, con todo y sus secretos de Estado, al servicio de los peores postores.
Complementar la larga lista del entreguismo en todos los renglones esenciales de la agenda. Energía, agua, educación, salud social, prisiones, bosques, recursos bióticos, minas, reformas estructurales ñoñas que han fracasado en todo el mundo, pero que aquí tienden a hundir al país y agravar el hambre.
Simplemente aterrador. Usan las fuerzas armadas para congelar la concepción de un país polarizado y explotado al extremo, donde el uno por ciento de la población acapara más de la mitad del valor total de la economía nacional; donde el 0.18% de los “compatriotas” detenta todas las acciones y los activos financieros de la Bolsa de Valores.
Apoyan todas las manifestaciones del terrorismo de derecha, pues creen que es el único camino que les queda para aferrarse al poder. Aunque en todo el mundo se horroricen por la cancelación trumpiana al combate al cambio climático, en pro de la misoginia y el xenofobismo, la batida sangrienta contra nuestros migrantes perseguidos.
Diario observemos cómo se mancillan las estructuras de convivencia
Aunque todos los días seamos testigos de miles de ejecuciones, levantones, degüellos, vendettas, enfrentamientos de los cárteles por imponer sus particulares leyes de la selva en la regulación de la vida y el comercio, producto del pacto en la complicidad de autoridades, clanes delincuenciales y capos del narco, para beneficiarse entre ellos.
Aunque todos los días observemos cómo se mancillan las estructuras de convivencia con el asesinato rastrero de comunicadores independientes que han ofrendado su vida para relatar la verdad de un entendimiento mafioso, de puñaladas a la espalda de cualquier libertad que se atreva a pronunciar su nombre.
Aunque nos enteremos de que espían a periodistas independientes y a activistas que defienden el caudal de garantías constitucionales y derechos humanos, son sólo borrosas líneas impresas en desgastado papel.
Mientras, los mastines sustraen los recursos presupuestales que deberían erogarse en obras de infraestructura, campo, bienestar social e inversiones productivas, para canalizar todo en la compra de armamentos obsoletos procedentes del gabacho y, eso sí, equipos de espionaje que son de última generación. Los primeros son fierros inservibles que sólo operan para engordar los moche$ de comisión en las compras. Los segundos, también engordan sus bolsillos particulaes.
Por eso, jamás podrán erradicarse ni combatirse los nexos entre la violencia promovida y los intereses de los mastines de la seguridad nacional. Por eso este asunto que es el de mayor calado en todos los renglones del combate a la delincuencia, seguirá durmiendo entre los injustos, hasta que alguien decida que debe acabar.
Todo al mismo tiempo que los mastines insaciables de la seguridad, los presupuestívoros y cafiaspironóicos toluquitas quebrantan las leyes, vejan a los inocentes, cumplen a pie juntillas su papel de lacayos con beneficios.
Aunque tenga que arrastrase la vergüenza de que nuestro embajador en Noruega, Jorge Castro Valle —¡qué contraste!, haya confundido en el Senado a ese país con Islandia. Los noruegos sí saben quiénes son. Total: las mentadas de madre de allá se les resbalan. ¿Usted qué haría?
Índice Flamígero: En una sola tarde hubo el sábado 17 muertos por la violencia desatada en Veracruz. Ante ello, Enrique Peña Nieto twitteó su condena sólo por dos de los occisos: un mando estatal de la Policía Federal y un inspector de la corporación: “El @gobmx condena el ataque en contra de mandos y elementos de la @PoliciaFedMx en Veracruz y se solidariza con familiares de las víctimas”. Las otras 15 víctimas no merecieron mención. + + + Por su parte, el gobernador en funciones, Miguel Ángel Yunes Linares —quien se comprometió en su campaña a erradicar la violencia en la entidad, desde el momento mismo de entrar en funciones—, difundió un video también condenatorio, también repetitivo de sus falsas promesas, en el que su imagen se ve, tal cual él es: oscuro, en medio de las sombras.
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