“El llanero solitito”
Alberto Vieyra G. viernes 23, Jun 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
La gente no quiere ir con Trump ni a misa. Trump se está quedando sólo. Es el “llanero solitito” de la Casa Blanca. La Casa Blanca se está quedando vacía. Los empleados vomitan al huésped número 46. Hasta el Papa Francisco puso mala cara, porque seguramente entendió que practicarle un exorcismo está en ruso.
Por lo visto que a la bestia trumpiana, sólo su madre fue capaz de soportarlo. Hasta su mujer, Melania Trump, lo corrige a cada rato en público para que no riegue el tepache.
Para la mayoría de los norteamericanos, la bestia trumpiana, es un enfermo neurótico, fascista, elitista, xenófobo, etc.
El lunático Donald Trump se ha convertido en la vergüenza mundial, a grado tal que, para algunos norteamericanos, excepto para los racistas republicanos, con Donald Trump están perdiendo su identidad de nación.
El gabinetazo del régimen trumpiano se vacía. Nadie quiere trabajar con él para no arruinar su reputación y carrera política. Por no soportar al magnate, ya no están en la Casa Blanca: Michael Flynn, Angella Reid, Michael Dubke, Jeff Sessions y James Comey, y no hay quien quiera cubrir esas vacantes.
En un artículo publicado en el diario español El País, mi colega Jan Martínez Ahrens, ha escrito un artículo sobre la soledad de Donald Trump en la Casa Blanca titulado ‘Cada vez menos gente quiere trabajar con Trump’ y dice:
“Hubo un tiempo en que trabajar para la Casa Blanca era un privilegio. Entrar en los segundos y terceros niveles de mando de la nación más poderosa del mundo abría las puertas a un futuro prometedor.
Daba al elegido ese toque de experiencia Premium y contacto exclusivo que tan apreciado es por las élites de Washington. Eso era así antes del terremoto.
Con Donald Trump, la corte ha cambiado. Para muchos candidatos, al frente de la Casa Blanca ya no hay una idea de nación, sino un hombre enfadado con el mundo, que desprecia a sus vecinos y no duda en utilizar el látigo de Twitter para humillar a sus propios colaboradores.
Un gobernante asediado por un escándalo que todo lo devora y que le ha obligado hasta a contratar un abogado privado. Los efectos de ese universo en llamas, de sus continuos sobresaltos e incierto futuro, han alterado los equilibrios tradicionales.
Lo que antes eran puestos por los que se peleaba a dentelladas, ahora son despachos radiactivos, capaces de contaminar a quien los tome. Los datos hablan por sí mismos.
A estas alturas de mandato, la Administración de George W. Bush había confirmado a 130 de estos cargos medios, la de Barack Obama a 150, la de Trump, solo a 43.
El vacío es grande y tiene a departamentos enteros trabajando a medio gas. En este despoblamiento interviene también la exigencia del presidente, cada día más desconfiado, de rodearse de colaboradores que hayan demostrado una lealtad extrema.
Basta haber tuiteado en contra de alguna idea de campaña para ser descartado. Pero, como señalan los medios estadounidenses, no es un problema de selección, sino de oferta: Trump desincentiva.
Los republicanos no solo tienen dificultades para lograr cubrir los puestos medios, sino que sienten la vergüenza del portazo en los más altos.
Desde despachos de abogados que se niegan a defender al presidente, generales que rechazan el Consejo de Seguridad Nacional y estrategas que se niegan a cubrir la vacante de director de Comunicaciones de la Casa Blanca. Cada vez son menos los dispuestos a inmolarse por el presidente”.