En el túnel de la física cuántica
Francisco Rodríguez jueves 22, Jun 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Decía el mítico catcher de Los Yankees, Lawrence Peter —mejor conocido como Yogi Berra— que el juego nunca se acaba, hasta que cae el último out! Es lo que pasa con nuestra capacidad de asombro, siempre sujeta a lo inesperado, a lo físicamente inaudito, a lo que no puede ser, casi a lo moralmente imposible.
Cuando sucede lo absurdo, lo primero es esperar que no sea cierto, hasta que los sentidos no nos convenzan absolutamente de lo contrario. Es cuando nuestra percepción humana se acostumbra a aceptar lo que vemos. Siempre es difícil que los sentidos capten en toda su dimensión todas las aristas de la realidad. El asombro ha quedado comprobado.
Albert Einstein solía expresar que “la imagen que tenemos del mundo es sólo otra forma de ser engañados por nuestros sentidos”. Somos rehenes de lo real que no alcanzamos a percibir. Los descubrimientos de la física cuántica, laureada y entronizada por todo el mundo, han demostrado que quizá vivimos conformándonos en ver y tocar lo que queremos aceptar con el cerebro y con la vista. Nada más.
La física cuántica, derivada de los conocimientos e investigaciones de Einstein, demostró que en la vida real sólo existe aquello que nuestro cerebro tiende a materializar. Que nuestros ojos sólo ven lo que nuestro cerebro previamente autoriza. La materia real se rige por leyes aparte, en ondas y saltos que han generado el principio de la incertidumbre.
Vibraciones ondulatorias de luces y sombras, que siempre tienen la posibilidad de existir. Y es que cada quien percibe en sus sentidos aquellos millones de bits de información que su consciencia envía al cerebro y a los ojos para poder ser aceptados como reales, como lo único que de verdad existe.
Cada quien se sirve y se engaña como quiere. El mundo es a la medida de la interpretación subjetiva de los actores protagonistas y de los observadores pasivos. También la información es a la medida del gusto. Puede ser un menú muy peculiar, o una auténtica cena de negros.
Para desenredar este ambiente, de por sí pesado, debemos recurrir a recordar los principios de la física cuántica que, según parece, se ha enseñoreado del entorno vital. Nos sucede a menudo, como aconteció en el mundo indígena precortesiano, cuando los hechos reales desbordaron la estupefacción de los nativos.
Cuando las naves enormes de los extremeños se asomaron por el horizonte del Golfo de México, los enviados de Moctezuma, endémico acojonado, reportaron al emperador que no habían visto nada, aunque las tenían enfrente. No mentían; sólo se negaban a aceptar que existiera algo así. El cerebro no alcanzaba a registrarlo, los ojos, menos.
En la actualidad siempre asombrosa, puede estar pasando lo mismo. Tiene años que Vladimir Putin y su ministro de Defensa, Sergéi Shoigú, acusan a Estados Unidos de no admitir públicamente la realidad de las revelaciones que tiene en su poder la NASA sobre fenómenos extraterrestres que se avistan constantemente en todos lados. Posiblemente sea la reacción de Shoigú a las impertinentes declaraciones de su similar estadunidense, James Mattis, sobre que Estados Unidos debía negociar con Rusia desde una posición de fuerza.
Todo se utiliza para el contraataque, desde las increíbles señales que aparecen de la noche a la mañana sobre las enormes extensiones cultivadas, con grafitos y trazos arquitectónicos incapaces de ser producidos ni en años por el hombre. Dibujos que muchas veces no pertenecen a la estética, ni a la arquitectura, ni a la ciencia prevaleciente, hasta las amenazas veladas.
A cada estropicio causado por la inexperiencia del badulaque Trump, Putin, responsable hasta hace diez años de los análisis cerebrales de la KGB soviética, responde, en apoyo del desquiciado, que tiene información reservada sobre asuntos tecnológicos y militares que rebasan las posibilidades instaladas en el planeta.
El ministro de Defensa, Sergéi Shoigú, por su parte, critica la pasividad de la NASA y del Pentágono y su reacia actitud para formar un frente de guerra que encare una posible invasión, a la medida de las que a menudo retratan las películas de ciencia ficción producidas en los laboratorios digitales de Hollywood. Quizá sea una forma de tener al mundo en la incertidumbre, y de mostrar el músculo de sus comprobados avances en la tecnología, aplicada desde la fibra óptica hasta el transporte.
Nosotros, sin necesidad de embarcarnos en ningún debate galáctico
Como quiera que sea, otra vez la física cuántica se enseñorea del ambiente. Cada quien ve lo que quiere ver. Cada sociedad la experimenta a su modo. Los mexicanos no tenemos necesidad de embarcarnos en ningún debate galáctico, pues lo que sucede dentro de nuestras fronteras es muy parecido al asombro que causan en el exterior estas posibles balandronadas, que nadie en su sano juicio puede descartar en los análisis actuales sobre las potencias.
No tenemos necesidad de buscar afuera, lo que adentro se cuece por comaladas. Nos parecen discusiones estrafalarias, simples costumbrismos, anécdotas superficiales sobre lo que aquí experimentamos cotidianamente.
Cuando los electores mexicanos le entregaron el 18% de sus preferencias en julio del 2012, jamás quisieron aceptar el paupérrimo empaque del equipo tricolor, simplemente porque los priístas no eran así, nunca se creyó que pudiera existir dentro de sus filas un grupo tan incompetente, ajeno a cualquier prenda de lucidez.
Nunca se quisieron aceptar las predicciones que hacían los líderes de opinión sensatos sobre la realidad, de que formaban una pandilla de ignorantes y arribistas, ayunos del más elemental sentido patriótico, que entregarían el país sin límites al capital extranjero, sin contraprestaciones, sin pudor, en la rapiña total.
Los ojos, el cerebro y los oídos lo demostraban, pero el cerebro práctico y defensivo se negaba a aceptar tamaña inmundicia. Nunca pensamos que fueran a secar la economía, abalanzarse sobre el presupuesto nacional, desmantelar la planta industrial y de servicios instalada. Utilizar más de 300 millones de dólares anuales de caja chica para chicles y ayudantes personales.
Rebasaron todo asombro. Se metieron al túnel de lo cuántico. Ahora debemos de aceptar que lo imposible sí existe. Como aquél destape adelantado que Peña Nieto se aventó en junio del 2014, al atribuir a Videgaray ¡haber removido los obstáculos para que el país superara los pobres crecimientos económicos del pasado!
No sólo caímos más abajo que en el pasado. La criminalidad lo ha abarcado todo. La vida en México es lo más parecido a un circo de rarezas políticas, de complicidades, de ambiciones y codicias sin freno. Los delitos acompañan y soportan una manera desquiciada de ejercer el poder. Los abusos a la confianza del mexicano han topado con lo desconocido.
La proverbial comprensión política del mexicano con dos dedos de frente ha sido atropellada y desnortada. No hay posibilidad de sobrevivir al presente, menos de enfrentar cualquier escenario futuro. Se han perdido las brújulas y los mapas de ruta. Somos ciento veinte millones de náufragos en un horizonte impredecible. En México ya no queremos ver, porque lo que hemos visto es puro estiércol.
Siempre estuvo embaucado por Videgaray, un tuerto en tierra de ciegos, que siempre acaba siendo rey, como lo asegura el viejo refrán.
Se aprovechó de la ignorancia para hacer creer que era la salvación. Y así nos fue. Y así quiere que nos siga yendo.
Hemos sido testigos de lo inaudito. De aquello que rebasa hasta las más febriles imaginaciones. Las estupideces que definitivamente, tienen que entrar al laboratorio de estudio de la física cuántica, o cuando menos de cualquier manicomio que se respete. No es posible. No merecemos esto, alguien tiene que ayudarnos. ¡Ya pónganles la camisa de fuerza!
O ¿usted qué haría?
Índice Flamígero: Ahora que está en el tapete de las discusiones el tema #GobiernoEspía, ¿por qué nadie menciona al “Rey del espionaje”, que es aún Marcelo Ebrard Casaubón? Como jefe de gobierno del entonces GDF, Ebrard tenía tres centros de “inteligencia”. Uno en Tlaxcoaque (el suyo), otro en Iztapalapa, y otro a cargo del masajista-”doctor”-”científico”-”general”-”almirante” Manuel Mondragón y Kalb en la Zona Rosa. Además de diversas camionetas tipo panel, blancas, sin balizamiento aparente y todas ellas equipadas para hacer espionaje a domicilio. Existe, además el verdadero y más efectivo sistema que no deja huella alguna y que es operado en complicidad con Héctor Slim desde Telmex. Éste intercepta todo tipo de comunicaciones en la red fija y celular, además de contar con el sistema más sofisticado de reconocimiento de voz de los sujetos a espiar desde cualquier medio de comunicación. Obvio mencionar la red de Infinitum, por la que pasan infinidad de comunicaciones escritas. También obvio el tema de la red de cámaras dispuestas por toda la ciudad, coordinadas por el mismísimo Héctor Slim. ¿Qué decir de los centros de espionaje de Genaro García Luna en instalaciones de la PF? Uno en Periférico Sur, frente al Hospital Ángeles, otro en Legaria, y otro en Constituyentes… también en complicidad con Héctor Slim, su socio en el rancho de jabalíes que ambos poseen y compañero de cacería. Le seguiré informando.
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