Panaceas engañabobos
Freddy Sánchez jueves 15, Jun 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Qué es exactamente lo que ha influido para que la voluntad electoral en México cambie radicalmente en un “abrir y cerrar de ojos” y al mismo tiempo se mantenga inamovible, respecto a unos y otros contendientes electorales arropados por los partidos políticos más influyentes.
Lo primero en cuanto a dar y quitar apoyo al PAN y el PRI, en forma abrumadora como sucedió en las elecciones intermedias y poco después en los comicios del Estado de México.
Y lo segundo, por lo que se refiere al manifiesto y reiterado afán de la mayoría electoral que no quiere ni parece estar dispuesta a darle su apoyo a López Obrador.
Cuestiones ambas dignas de una meticulosa revisión para su estudio y diagnóstico.
Sólo así podría salir a la luz una cosa.
¿Es el mal candidato al que se postula para un cargo de elección popular y los malos antecedentes del partido político que promueve su candidatura junto con las pésimas referencias de los aliados que se suman a una misma empresa sucesoria en las lides electorales o más bien la contradictoria apreciación de los acontecimientos nacionales por parte de la mayoría electoral, lo que influye en la cambiante y a la vez inamovible voluntad de los electores a la hora de ejercer su derecho al voto en las urnas?
Eso justamente deberían ponerse a revisar los políticos mexicanos, a fin de recomponer sus estrategias para nominar candidatos y sumar adeptos, con el fin de conseguir el consenso de mayoría en apoyo a sus futuras candidaturas a puestos de elección popular.
Sobre todo, en lo que toca a la Presidencia de la República, y naturalmente, las que deban someterse al escrutinio de la nación, con motivo de las renovación sexenal de las cámaras legislativas, presidencias municipales y lo que será la nueva composición política en la Ciudad de México.
De modo que un análisis objetivo de la actual situación electoral en nuestro país (en aras de orientar mejor a los electores y no confundirlos más), les vendría bien a los partidos políticos y al conglomerado de votantes, tanto a los que votan como a los que no lo hacen.
Y es que en los tres últimos sexenios se ha demostrado que el hecho de que millones de compatriotas no voten (por desesperanza o decepción en la política y los políticos), lo mismo que dar un vuelco electoral a favor o en contra de un partido político, si bien es una forma válida de repudiar a los que mienten en sus promesas de bienestar social, por desgracia no es ninguna garantía social para impedir el arribo al poder de políticos que carecen de aprobación electoral mayoritaria, pero de todos modos ganan.
Y tal cosa sucede, precisamente, por estas razones.
Los que se abstienen de acudir a las urnas (por la causa que sea), favorecen las aspiraciones de triunfo de candidatos, que sin contar con el apoyo electoral de la mayoría echan mano de todo tipo de manipulaciones para comprar suficientes votos que les hagan ganar una elección, aunque el grueso de los votantes no hayan respaldado su candidatura.
Una triste realidad de lo que ha venido ocurriendo en el país desde que varios partidos políticos (y no sólo uno), se las ingenian para perpetuar en el poder a sus incondicionales y amigos, sin importarles cuán impopulares, corruptos o nefastos pudieran ser.
Lo cual es de temer que volverá a ocurrir en el 2018 con el arribo a los cargos de elección popular de un sinnúmero de esos sátrapas y desvergonzados artistas del engaño dedicados fundamentalmente a mentir sobre sus propósitos de trabajar por el bienestar social, cuando en realidad son adictos al fraude con panaceas engañabobos.