Pronósticos reservados
Ramón Zurita Sahagún jueves 1, Jun 2017De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Los pronósticos son reservados, pero aterradores para unos y alegres para otros, con respecto a los resultados electorales del próximo 4 de junio.
Lo son para un priísmo que parece cuarteado y que amenaza con derrumbarse el domingo próximo, de acuerdo con lo que establecen las encuestas y sondeos publicados con anterioridad.
Peores augurios serían para un partido antes todopoderoso, pero que hace un año mostró fragilidad, con la pérdida de 7 de las 12 gubernaturas en juego.
Un escenario catastrófico para el priísmo sería la pérdida de las tres gubernaturas en juego y aunque no parece lo idóneo, rescatar una de ellas, la más importante le daría un escenario maravilloso para sus proyectos futuros.
Los priístas parecen revivir aquel lema que proyectó a Xiuh Guillermo Tenorio en 2006, pidiendo uno de tres, aunque en aquel entonces se trataba de que los electores decidieran en la boleta el votar por senadores, diputados o Presidente de la República que nominaba Nueva Alianza.
Funcionó la estrategia en el terreno de los hechos, ya que Nueva Alianza refrendó su registro y hasta la fecha se mueve como satélite priísta, principalmente.
Ahora, los tricolores invocan por uno de tres, pero que sea el Estado de México, aunque se pierdan Coahuila y Nayarit, que al fin no representan siquiera entre ambos la mitad de lo que es el Estado de México.
Pero no es solamente para los priístas el ganar e Estado de México, sino mantener vivo al mítico Grupo Atlacomulco del que uno de los principales herederos es su candidato.
Ser derrotados en el Estado de México sería el acabose y mostraría el hastío generalizado de la población hacia un partido que jamás ha entendido que los tiempos cambiaron y que siguen manejándose como antaño, cuando era todopoderoso.
La segunda oportunidad nunca fue entendida por la alta jerarquía del partido tricolor, la que persiste en actuar alejado de los tiempos modernos.
Un dirigente nacional del partido que muestra soberbia y alejamiento de las bases y que confía en que sus palabras sean proféticas para ganar, sin hacer nada por reactivar a un partido estancado.
Si el año pasado Manlio Fabio Beltrones se equivocó en sus lecturas y apostó por el triunfo en nueve estados, aunque en realidad solamente fueron cinco y fue forzado a renunciar a la dirigencia nacional, ante su total fracaso como operador político, qué pasaría con Enrique Ochoa Reza, el actual dirigente del partido que fanfarronea con la victoria en los tres estados, si la realidad es que pierde en dos o en los tres.
Se vislumbra que el único estado en el que los priístas podrían conservar el gobierno sería el Estado de México, pero con pronóstico reservado.
En los demás se advierte alternancia con el PAN, aunque en Nayarit vayan en alianza con el PRD y otros dos partidos considerados de izquierda y con los que ya no les da temor de aliarse.
Para los dirigentes de los otros grandes partidos (Morena no alcanza todavía esa dimensión nacional), ganar dos estados en el caso del PAN, como serían Coahuila y Nayarit, le permitiría a Ricardo Anaya sortear con éxito el fracaso mexiquense, donde ni siquiera con un milagro se asoma al triunfo su candidata.
Los perredistas y su dirigente nacional, Alejandra Barrales Magdaleno, asomarían la cabeza, como siempre. El acabose panista, subiéndose al templete de la victoria con el triunfo del candidato aliado en Nayarit.
Hasta el momento, desde su triunfo en los comicios del 2015 en Michoacán (que algunos consideran negociado), los perredistas sólo ganan en los estados en los que van de respaldo al candidato del PAN, el que surge triunfador.
Así sucedió en Durango, Quintana Roo y Veracruz, como en el pasado lo había logrado en Nayarit, Chiapas, Puebla y Sinaloa, entre otros estados.
Es cierto que Oaxaca lo conquistaron con el PAN de música de acompañamiento y que en la alianza que proyectan hacia el 2018, los panistas pondrían al candidato presidencial y el PRD se quedaría con la nominación del abanderado al gobierno de la Ciudad de México.
Esa sería la moneda de cambio, aunque podrían quedarse como el perro de las dos tortas y que la Presidencia de la República la ganara un ajeno a la alianza y el gobierno capitalino un abanderado de otro partido.
El perredismo pareciera ser que saldrá revitalizado del proceso electoral mexiquense, aunque su candidato no gane, pero podría darle una fortaleza de la que actualmente carece.
El otro actor importante que participa en estos comicios es Morena, cuya atención se centra en sus posibilidades de victoria en el Estado de México.
De ganar Delfina Gómez los comicios, su partido se iría a los cuernos de la luna. Si pierde y queda en segundo lugar, cercana al ganador, su partido seguiría en la lucha, bregando hacia los comicios presidenciales del año próximo.
Ni en Coahuila, ni mucho menos en Nayarit sus candidatos son vistos con alguna posibilidad de triunfo.
Armando Guadiana es un empresario que apostó por Morena, igual que lo hizo Miguel Ángel Navarro en Nayarit, con pocas posibilidades de victoria.
Con todo y ello la lección que dejaría para Morena el proceso electoral del 4 de junio, de no ganar en ninguno de los tres estados, es que les falta el último tirón para ser una opción real, mientras tanto, seguirá siendo un partido de oposición con posibilidades de crecimiento.