La diferencia entre la tormenta y la ilusión
Francisco Rodríguez miércoles 31, May 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Cuando una República se ahoga entre los lodos de los peores —la lamada kakistocracia, creación de Bovero—, acude al recuerdo del leal y desinteresado Cincinato, aquél centurión romano que laboraba para la política y la tierra, cada una en su momento, sin entregar sus sentidos a las pasiones del poder y la codicia.
La historia de Lucio Quincio Cincinato es ilustrativa: cada vez que terminaba sus tareas en el consulado, cuando se tranquilizaba Roma, volvía a sus labores de labriego, y cuando regresaba la revuelta y las comisiones senatoriales le buscaban para requerirlo, asumía hasta los plenos poderes del dictador, encabezaba las legiones de la guerra…… y terminada en favor, regresaba a las faenas de la tierra, olvidando sus recientes lauros, y dedicándose por entero a producir, a levantar la granja. Hasta los gabachos crearon 2 mil años después de su muerte la “sociedad de los cincinatos”, le pusieron su nombre a una ciudad y lo eligieron como estandarte en su lucha de independencia.
Dante y Petrarca rindieron honores a su vida.
Todos los momentos lamentables, el acecho de la tiranía, la amenaza de los invasores extranjeros, fueron conjurados por la presencia y el tesón de Cincinato, un hombre a la medida de las necesidades de su entorno.
Una persona que jamás albergó ambición monetaria, menos rapiña desenfrenada.
Cincinato nos recuerda que el político puede perder, en medio de las tentaciones banales que lo acechan, la honra, la dignidad, la integridad, el rostro, sus atributos más íntimos, pero conserva siempre el famoso germen de la inmortalidad, la pasión por trascender, la llamaba Stefan Zweig, el biógrafo del infame Fouché.
El reconocimiento público a su memoria, el recuerdo agradecido de sus compañeros de luchas, el tributo de una comunidad agradecida. Cuando ni eso, toda nación está perdida en el limbo de lo insensato. Cuando no existe honra, dignidad y objetivo en la vida de los políticos…… es que una colectividad no pudo producir en una generación de empoderados, algo que valiera la pena. Es la nave de los locos. Aquella sensación que se adueña de un inconsciente extraviado, sin rumbo ni esperanza. La tumba de su historia, el fracaso de su proyecto original, el sinsentido de la catástrofe.
Eso es parecido un poco a lo que ha pasado en México. Un país con tradición proverbial de luchadores sociales, de comprometidos con su visión de futuro, de incansables trabajadores regionales de la lucha por la vida, ha perdido la razón de un mazo sin canteras. Caímos en manos de los desheredados, de los poliomielíticos mentales, la escoria de todos los saldos.
Empeñados en el destrozo nacional, en la fragmentación del territorio, en la subasta del patrimonio, en la entrega incondicional de los activos geográficos de la patria, sólo ha quedado con la esperanza ñoña de resguardar su territorio mínimo, el Estado de México, pensando en su impunidad eterna.
Pensando en que, cuando los persigan, después de entregar el bastón de mando, deben guarecerse en Atlacomulco, Ocoyoacac o Tejupilco, pues allá son invisibles y etéreos; si eso les falla, irán a esconderse al otro lugar que juzgan impenetrable, Disneyandia.
Al fin y al cabo es lo que más conocen, los únicos lugares donde se sentirán seguros.
En los estribillos infantiles de Occidente se cantan los versos de Humpty Dumpty, aquél huevo que se cayó de la barda y nunca se pudo recomponer. Hasta él tenía conciencia de que después de situaciones extremas y difíciles nunca salimos de ellas sin pagar un precio, ni podemos caer en el victimismo o quedarnos colgados de un pasado que no vuelve.
Ni Humpty Dumpty existe en la inconsciencia. Ni ese personaje llegaría a pensar que estaría a salvo de la justicia de los hombres y de las naciones en Metepec o en Disneylandia.
Los inconscientes sí. Los ñoños, desde luego, es su hábitat natural. Los únicos lugares donde reposan sus limitadas neuronas, el oxígeno para todas sus demencias.
Yuppies insensibles, penetrados por pautas contrarias a su origen
Entre el ejemplo de Cincinato y la ingenuidad de Humpty Dumpty, se encuentra un vacío que ocupan los descastados, gente menor que jamás sabrá cuál es el sentido de su existencia, pues ésta no se agota en el latrocinio criminal, en la complicidad maquinada ni en la acumulación esquizofrénica de recursos mal habidos.
El reino de la imbecilidad, la lógica de los zafios, ha servido de asiento para el derrumbe de todos los códigos de conducta cívica y ética en el poder.
No hay un más allá, cualquier clasificación quedará corta ante el llamado sexenio, todo un trabuco para la supervivencia del PRI, justificadamente odiado por causa de esos metecos.
Los que pretendieron entronizar el populismo demagógico de derechas, los falsos redentores políticos, el control mediático de las preferencias e ilusiones ciudadanas, los que zaparon la identidad nacional, proverbialmente amalgamada en torno de objetivos superiores, a la lucha por la dignidad y la independencia.
Yuppies despolitizados e insensibles, penetrados hasta la médula por pautas contrarias a su origen histórico, marcados endémicamente por las modas, usos y costumbres de importación que hicieron de ellos conciencias endebles, fanáticas y finalmente enajenadas.
Consumidores de lo vacuo, representantes natos de una voracidad jamás vista, sustentados por símbolos de riqueza y poder, propensos a la emulación a cualquier costo, a la implacable condición de un éxito mal digerido, impuesto desde fuera de sus narices para engrosar una fila de descerebrados e invertebrados traidores a cualquier causa común.
Oportunistas con fortunas demenciales hechas de la noche a la mañana. Sañudos cuentachiles que escatiman cualquier logro democrático, sobre todo el que emerge de las urnas, contrarias a su vocación autoritaria y despótica.
Reacios a la voluntad popular, empoderados por el voto del 18% de los electores potenciales del país aquel aciago julio del 2012, el inicio de una pesadilla infamante que no queremos volver a vivir. Momento en que se desencadenó sobre este país la condena del atraso secular, del inmovilismo nacional, del extravío de la conciencia.
El voto de este 4 de junio, parteaguas entre la tormenta y la ilusión
La tragedia mexicana está a punto de terminar. Todo depende del respeto a la voluntad del voto popular mexiquense este 4 de junio. Puede ser el parteaguas que señale la diferencia entre la tormenta y la ilusión. Merece la pena intentarlo, aunque se oponga quien se oponga. ¿Usted qué haría?
Índice Flamígero: Delfina Gómez, aspirante de Morena al gobierno del Estado de México, emplazó al presidente Enrique Peña Nieto a no intervenir en la elección y pasar a la historia como un mandatario que respetó el resultado de la votación, aun cuando éste no lo favoreciera. Ojalá. + + + Hoy se conocerán las encuestas de los llamados diarios “nacionales” sobre las elecciones mexiquenses. Mientras, le adelanto la que publicó ayer el periódico neoleonés Hora Cero: Delfina Gómez: 34% de intención del voto. Alfredo del Mazo: 27.5%.
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