Galería de embusteros
Freddy Sánchez martes 30, May 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Si entre iguales es difícil entablar acuerdos, entre desiguales mucho peor.
No en balde se dice que “el agua y el aceite no se juntan”.
Aunque, el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática (supuestamente tan distintos ideológicamente), se propongan demostrar lo contrario.
Estos institutos políticos no sólo anunciaron que irán juntos a la futura contienda presidencial con candidato único, sino que previamente discutirán y acordarán un programa conjunto de gobierno para el 2018.
Sin lugar a dudas, algo sensato e inteligente que debería hacer con sus aliados cualquier grupo político que aspire a ganarse la confianza y voluntad del electorado nacional, mediante una oferta concreta de sus propósitos y planes de gobierno, en caso de llegar a Los Pinos.
Y nada de burda demagogia política, porque hay que decirlo sin tapujos: basta ya de mentiras y mentirosos.
Más que personajes con buena reputación o al menos no tan mala, la gente quisiera ver en torno a la competencia presidencial en curso, propuestas específicas de qué y cómo conseguir en los hechos y no sólo en el discurso político lo que hasta la fecha han sido promesas incumplidas.
Como ha sido el caso de una mejoría económica familiar, auténtica y mejor seguridad en todo el país, más y mejor pagados empleos, elevación de la calidad educativa y, obviamente, en cuanto a una radical y poco transparente lucha contra la corrupción, las complicidades y componendas entre políticos y mafiosos.
La mediocridad de los resultados con respecto a las altas expectativas en favor de una cambio positivo para los mexicanos, han dejado mucho qué desear en la presente administración sexenal.
Así que si en realidad el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática logran consensuar un acuerdo de lo que será su plan conjunto de gobierno y convencen a la sociedad de que esta vez, no sólo están vendiendo más mentiras, quizás su alianza electoral les reditúe buenos frutos en la contienda del 2018.
En ese aspecto, naturalmente, los priístas no han dicho la última palabra.
Falta por saber qué harán para tratar de revertir las sensaciones negativas acerca de su gestión sexenal, debido a la insatisfacción de muchos connacionales a los que se debe convencer de que en el corto y mediano plazos comenzarán a experimentar un verdadero cambio en su bienestar.
Claro que algo así no se conseguirá con peroratas dichas de dientes para afuera, sólo con el propósito de engatusar a los tontos.
El PRI está obligado a probar que no mintió ni miente al reiterar sus promesas de mejoría en la condiciones de vida de los mexicanos.
Sólo de ese modo podría alentar a la mayoría a votar por un nuevo mandato presidencial del priísmo y con ello procurar que no se les recuerde como a tantos otros gobiernos priístas del pasado, en los que descaradamente unos cuantos se enriquecieron, empobreciendo inescrupulosamente a los demás.
Algo que ningún discurso demagógico podrá borrar, como tampoco la idea de que entre los políticos en general comúnmente hemos visto circular lo más indecente de lo menos decente que hay en el ejercicio del poder como parte de una funesta galería de embusteros.