Las tradiciones de días de muertos en México
¬ Humberto Matalí Hernández lunes 24, Oct 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
La gente del pueblo afirma que las costumbres
de las festividades de muertos y santos difuntos
no están en proceso de desaparecer, sino que cada
vez se cumplen con mayor entusiasmo.
Encuesta del reportero.
A los añejos columnistas nos da por recordar los tiempos de cuando se era reportero, audaz y metiche. Por eso en torno a las fiestas de Todos los Santos y los Fieles Difuntos, me lancé a caminar por las calles de la vieja colonia Roma para preguntarles a otros peatones qué opinan de las celebraciones de los días de muertos, herencia indígena unida al criollismo hispánico. Incluso, sobre el camellón de la avenida Álvaro Obregón se montaron una decena de ofrendas con el concepto de la modernidad clasemediera y urbana, con muchos rasgos de snobismo e improvisación.
Antes, en mi biblioteca busqué libros y textos sobre el tema de las alegrías y festividades fúnebres. En esa respecta encontré una vieja, una plaqueta (libro pequeños) apenas mayor que un folleto y con menos de un centenar de páginas con una colección de textos sobre el Día de Muertos, editada por la Secretaría de Educación Pública, bajo el mando de Miguel González Avelar y dirigida por poeta Eduardo Lizalde, al frente de Publicaciones y Medios, desde luego es de otros tiempos, 1987, en que a pesar de iniciarse el destructivo neoliberalismo de Miguel de la Madrid, la cultura tenía especial relevancia y respeto, no como ahora destruida a montón de basura por la derecha panista y yunquista, gustosa de guerras fascistas..
Los estudios antropológicos, breves y claros, del diminuto libro son de una grandeza descriptiva que vale la pena reeditarlo, ya que los derechos pertenecen a la SEP desde hace 23 años, desde luego los autores no se deben reacordar lo que escribieron, porque eran antropólogos, investigadores y estudiosos, la mayoría fueron parte de la dirección de Culturas Populares de la SEP. Y seguro rechazados por la barbarie neoliberal y más por foxismo y hoy por el calderolismo. Son cosas del populacho, deben decir los exquisitos del neoliberalismo y la globalización, en especial los de la ignorancia educativa de Lujambio de la SEP, ostentoso de una enorme soberbia, ignorancia y torpeza mental.
Gracias al breve libro o plaqueta, Las Tradiciones de Días de Muertos en México, se comprende que hace más de dos décadas el espíritu de la mexicanidad aún imperaba entre los habitantes del país, sobre todo los de las zonas indígenas y rurales, barrios urbanos y colonias populares de las ciudades, incluido el Distrito Federal. Aparecían las brujas y zombis de la festividad anglosajona y gringa, en donde los muertos causan terror, no invitan al respeto ni a la hermosa costumbre de invitarles a cenar y gozar de los platillos que fueron de su preferencia en vida, acompañados de mezcal, tequila, pulque y agua, incluidos los venenos embotellados de aguas de cola.
Quizá por eso, mis encuestados dijeron que sienten que en sus casas aún recuerdan a sus difuntos. Aunque se debe de tomar en cuenta el gran número de habitantes viejos en la colonia Roma. (Es chocante el hipócrita término de la tercera edad, o el peor de adultos en plenitud y hasta el de adultos mayores) como eufemísticamente la hipocresía oficial llama a los viejos. Cuanta dignidad, sabiduría y experiencia hay en la palabra viejo. La verdad no cualquiera llega a esa edad y serán menos con las formas de vida y vicios de la juventud actual.
Pregunté a los adolescentes y niños, para ellos la festividad es disfrazarse de monstruos, vampiros, brujas y demás atrocidades sajonas. Todo en el ambiente de calabazas que ríen y golosinas de Halloween. Desde luego en las zonas pudientes del DF y los municipios inmediatos la situación es otra. Ahí la Fiesta de Muertos, el viaje al Mictlán, la velada ante las tumbas en Mixquic o en Pátzcuaro, Chiapas y demás les son ajenas y extrañas. Lo dicho en México la discriminación no sólo es étnica, sino también de pobreza y de culturas populares, de raíces indígenas. Para ellos es el burdo folclore y artesanías en tiendas de lujo.
La pobre encuesta de este reportero fue dolorosa, sólo los viejos conservan la tradición de las festividades de muertos. Para los jóvenes es un reventón con disfraces y trago. Basta con ver el desfile organizado por el gobierno de la ciudad con todo y el esperpéntico y burdo gigantismo y falso, útil para las masas y triunfos políticos montada en el Zócalo. Se gastan millones de pesos, para jugar al repetitivo y vacío Bicentenario. Pero se les olvida que la mayoría de los habitantes del Valle de México son pueblo, que los millonarios son minoría. Por eso el valle del Anáhuac, es en estos días tan cercano al Mictlán de Tláloc. Por fortuna fuera de los espectáculos turísticos en provincia y pueblos rurales, existe la raíz doméstica, la de los hogares en donde aún se instalan las ofrendas con el sabor, color y gozo del recuerdo por los fallecidos. Incluidas desde luego las calaveras de azúcar, esa herencia de los alfeñiques, en que se convirtieron las calaveras y esculturas de Huitzilopochtli en amaranto, mezclada con sangre humana y después con miel de maguey.
Después del desengañador recorrido me consideré afortunado por contar entre mis tesoros de libros este pequeño libro, convertido en este siglo XXI en un auténtico rescate de la mexicanidad, reflejada en las festividades de Todos los Santos y los Fieles Difuntos.
Lo que duele es que las calaveras, las ideadas por Venegas Arroyo y José Guadalupe Posadas, ahora son malos versos, ofensivos y sin ingenio. Pocos se salvan y encuentran el sentido de la crítica social, política y humana, mucho menos la familia y de amigos.