Principio sin fin
Alberto Vieyra G. lunes 22, May 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
El 30 de mayo de 1984, Manuel Buendía Tellezgirón, autor de la columna Red Privada en Excelsior, y uno de los columnistas más incómodos de la época, fue asesinado de 4 balazos por la narcopolítica. Fue el macabro principio sin fin…
Manuel Buendía investigaba los vínculos entre el jefe de la policía mexicana y el narco, particularmente el llamado Cártel del Pacífico, comandado entonces por Rafael Caro Quintero.
José Antonio Zorrilla Pérez, entonces mandamás de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), se daría a la tarea de seguir paso a paso al periodista michoacano que contaba entonces con 58 años de edad. Cuando el jefe policiaco supo que el periodista tenía todos los pelos de la burra y también la burra en la mano, consultó el asunto con el presidente Miguel de la Madrid y la orden fue categórica: ¡Mátenlo! Aunque no faltan las lenguas de doble filo que aseguran que el jefe policiaco se mandó solo.
A casi 33 años de la muerte de Manuel Buendía, la barbarie contra los periodistas en el Estado mexicano que averiguan lo que no debe de ser averiguado, es decir, las ligas entre el narco y la política, sigue siendo macabra. Ese infame principio, parece no tener fin, como ocurrió hace tres días con el muy valiente periodista sinaloense, Javier Valdez Cárdenas.
¡Maldita la narcopolítica que en mala hora sentó sus reales en México!
Dos ingredientes son los causantes de esa descomposición social: la era de la economía neoliberal, tachada por el Papa Francisco como la economía de la muerte, que ha hecho prosperar a la industria de las mafias que hoy mueven a nivel mundial más del 12% del PIB global, y la podredumbre que existe en los sistemas democráticos, como es el caso de México.
A partir de 1987, cuando ocurrió la desbandada más grande en el PRI, que fracturó al sistema político priísta desde la cúpula hasta sus cimientos, en México ocurrió un parteaguas político sin precedentes en el que el PRI dejó de ser el partido único. La prensa, controlada por el Estado y el propio PRI, quedó suelta y abundarían los medios de comunicación independientes. El PRI se dejaría arrebatar los espacios que había tenido históricamente en los medios, esos espacios los tomarían los opositores priístas, que han hecho su agosto, pues no les cuesta nada.
Con la salida del PRI del poder, en el 2000, la llamada democracia mexicana acentuaría la libertad de expresión en medios de comunicación y abundarían los periodistas plurales, pero sobre todo valientes, desafiando al gran poder político y de las mafias del narcotráfico.
La narcopolítica se volvería el prian nuestro de cada día en el sistema político mexicano. Una macabra democracia que no se manifiesta en las panzas, las mesas, ni en los bolsillos de los electores mexicanos, que cada 3 y 6 años llevan al poder a una partidocracia y asesina.
De esa narcopolítica no escaparía ni el candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, custodiado por 150 elementos, la mayoría de ellos del Estado Mayor Presidencial.
Yo me pregunto, ¿qué pueden esperar los periodistas valientes a los que sólo acompaña la pluma, el valor o el sombrero, como en el caso de Javier Valdez?
¿Es saludable que sigamos manteniendo los mexicanos una democracia electoral sin libertad de expresión? Por lo pronto, este átomo de la comunicación ya busca una chamba para después de muerto… De periodista, por supuesto.