Impunidad
¬ Augusto Corro miércoles 17, May 2017Punto por punto
Augusto Corro
Sin castigo los asesinos de más de 120 periodistas. En México, la impunidad se practica sin obstáculo alguno.
La cacería de informadores empezó desde el 2000, se agudizó a partir del 2006 y a la fecha ya es una pesadilla.
Los delincuentes siempre supieron que matar a un comunicador era o es algo fácil. Nadie persigue a los delincuentes.
Anteayer fue asesinado el periodista, Javier Valdez Cárdenas, en Culiacán, Sinaloa. Colaboraba para “La Jornada” y la agencia “France Press”.
Los homicidas vaciaron las cargas de sus pistolas en su víctima. El hecho ocurrió a plena luz del día. Los sicarios, que iban embozados, cometieron el crimen y huyeron.
Valdez Cárdenas fue un periodista y escritor que conocía a las actividades de la delincuencia y de los narcopolíticos.
La muerte del sinaloense sacudió la conciencia de los periodistas que se manifestaron en varias ciudades de México, para lanzar un “basta ya” a las agresiones contra los comunicadores.
También el lunes fueron agredidos el hijo y la subdirectora de un diario de Jalisco. El, Héctor Rodríguez Córdova, de 22 años, murió y ella, Sonia Córdova Ocegura, se encuentra lesionada.
El fin de semana un grupo de periodistas fue retenido y amenazado por narcotraficantes del cártel “La Familia Michoacana”, en Tierra Caliente, según informó el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo Flores.
La impunidad sobresale cuando se trata de perseguir y castigar a los responsables de los crímenes. En la cárcel no están los asesinos. El brazo débil de la justicia no es capaz de alcanzarlos. ¿Qué sigue? Para empezar, los organismos defensores de los derechos humanos no funcionan. Las instituciones oficiales para proteger a los comunicadores tampoco cumplen con su función. Se trata de organismos rebasados por las agresiones a los periodistas.
En términos generales, ejercer el periodismo en México es muy peligroso. El problema es que las autoridades se hacen de la vista gorda y no investigan ni persiguen a los agresores. Ante esta actitud, de nada servirán las voces que exigen castigar a los asesinos de comunicadores.
TRUMP Y SUS PLEITOS
Es muy grande la capacidad de Donald Trump para despertarse cada día con nuevos problemas.
A partir del 20 de enero, fecha en que asumió el poder, los conflictos son constantes.
En estos días, Trump se encuentra entre la espada y la pared por el caso de su equipo y las relaciones “misteriosas” con representantes del gobierno ruso.
El presidente, agobiado y presionado por esa cuestión, echó a la calle al director del FBI, James Comey.
Esa acción le traerá consecuencias negativas al mandatario, porque los analistas supusieron que se trató de un abuso de poder. Además, empezaron a compararlo con Richard Nixon, el ex presidente que fue obligado a renunciar al cargo por abusivo.
No es el tema interno lo que podría preocupar al mundo. El problema complejo que preocupa a Trump es la lucha contra el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, que no deja de probar sus misiles balísticos.
La confrontación abierta entre ambos mandatarios no cede y el temor de todo el mundo es que esa pugna termine en una guerra nuclear.
Por lo visto, a Trump y a Kim Jong-un poco les importa saber de los resultados de una conflagración mundial por su incapacidad para gobernar y para solucionar conflictos.
¿Y GABINO CUÉ?
Los ex gobernadores cuando dejan el poder los persigue una campaña de todo tipo de acusaciones.
Sus adversarios políticos se encargan de enlodar el nombre. En algunos casos, las acusaciones sí tienen bases. Sólo que culpables o no los ex mandatarios estatales no son llamados a rendir cuentas. Esto último le ocurrió a Gabino Cué, quien dejó el cargo recientemente.
Sus detractores lo acusaron de enriquecerse inexplicablemente. Uno de sus funcionarios prestanombres fue acusado de tener una cuenta multimillonaria en un banco texano.
Las propias autoridades que le sucedieron en el cargo manifestaron que Cué dejó en la bancarrota a Oaxaca.
En fin, la administración del citado ex gobernador fue una de las peores en los últimos años. Los oaxaqueños tuvieron que enfrentar los desórdenes de los maestros y la represión de los cuerpos policiacos. De Gabino Cué, se dice que ahora vive de sus rentas, lejos de la “grilla” que le permitió su enriquecimiento inexplicable del que a nadie rendirá cuentas.