Arquitectos del desastre
Freddy Sánchez jueves 4, May 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Como en aquella película “Dónde está el piloto”, muchos se preguntarán quién verdaderamente dirige los destinos de este país. Y por supuesto, la idea aquella del presidencialismo absoluto, hay que descartarla.
Sexenios tenemos en que todo cuanto se hace, no proviene de órdenes inapelables de Los Pinos. Fox lo sentenció así: el presidente propone y el Legislativo dispone.
No es desde luego que la presidencia figure como mera pieza decorativa en el ejercicio del poder nacional. Naturalmente, que mucho de lo que el jefe del Ejecutivo desea hacer, se hace.
Y lo mismo sucede en los mandos partidistas, las instituciones sindicales, las organizaciones sociales, el clero, la academia, los medios de comunicación y los grupos de poder económico, porque siempre hay una voz cantante, aunque no es como antaño en el que alguien mandaba y todos obedecían.
Más bien actualmente, muchos mandan y pocos se someten sin rechistar. La rebatiña por el poder es la regla en los menesteres de la vida nacional.
Producto de una partidocracia que llegó para quedarse, (que la boca se nos haga chicharrón), si es que tal situación no se recompone y de ese modo las decisiones de qué y cómo darle forma a las políticas públicas, acciones institucionales, reformas legales, acuerdos entre los factores de la producción, medidas de seguridad, austeridad, combate a la corrupción, redistribución de la riqueza, armonización de los intereses sociales y aprobación y ejecución de programas oficiales, prosiguiera a merced de caprichos y voluntarios individuales de distintos agentes de poder.
El guiso de muchos cocineros en la cocina es deplorable y en la política una auténtica tragedia. Más porque la mayoría de los que hoy por hoy se parten y recomparten el poder, evidentemente, no han sido capaces o no han querido anteponer a sus propios intereses, el interés de la sociedad para actuar en función de lo que convenga a la nación y no a cada grupo que se disputa el derecho a determinar en qué dirección hay que buscar el alivio a los males que perturban y afectan gravemente el bienestar de las masas.
En casi todos los frentes de la política se escuchan idénticos planteamientos acerca de combatir aquello que lastima a la gente, a efecto de que México sea un nuevo país con mejores oportunidades y estabilidad económica en el que haya menos pobres, mejor educación, empleo suficiente, buenos salarios, seguridad en las calles, tranquilidad social, honestidad y trasparencia en el ejercicio público.
En suma, lo mejor de lo mejor para todos. Aunque, por desgracia poco o nada cambia en bien sustancial de la sociedad en general, puesto que los que deciden no se poden de acuerdo y cada cual actúa conforme a su distinta óptica de ver las cosas. Sucede algo similar a lo que distingue a los arquitectos de los ingenieros.
Y es que mientras los segundos, anteponen la seguridad, a la economía y la belleza en sus proyectos constructivos, los primeros privilegian lo bonito y dejan en segundo y tercer término lo económico y la seguridad estructural.
Criterios absolutamente discrepantes como los que se dan en los asuntos de la política, por lo que el país parece condenado a ir sin un rumbo fijo careciendo de definiciones concretas, inteligentes y apropiadas de lo que en verdad debe tener prioridad cuando se trata de construir un futuro confortable para la mayoría como debería construirse una casa que no ponga en riesgo la vida de sus ocupantes, pero que tampoco sea una finca horrible por el uso irresponsable o la ligera de los recursos para construirla como si sus únicos directores de obra fueran ingenieros o arquitectos del desastre.