Vergüenza nacional
Francisco Rodríguez martes 25, Abr 2017Índice político
Francisco Rodríguez
México está en el centro de la burla mundial, de un escarnio sin límite, con gobernantes, exhibiendo sus peores prendas del ridículo, vesanias y molicie sin freno.
Estamos en medio de un torbellino de inmundicias que más temprano que tarde alguien tendrá que pagar —y demasiado caro— a cuenta de mayor desprestigio para el país.
El ejemplo ajeno no cunde. A pesar de que los estados de Nueva York, Arizona, Illinois y Rhode Island se unen para sancionar ejemplarmente y vetar a las empresas que se han inscrito para obtener los jugosos contratos de construcción del muro fronterizo, aquí no se dice ni pío, aunque haya empresas ubicadas en territorio nacional, cementeras y caleras. Aquí se les incentiva. Felipe González, cuya campaña por la presidencia española fue beneficiada por los petrodólares de López Portillo, alza la voz, indignado por sus valedores de antaño y exige una actitud firme y coherente. Simplemente les recuerda que frente a abusadores neo-republicanos bastaba haber gritado desde un principio: ¡Viva México, cabrones!
Los artillados dispositivos del Ejército y la Armada nacionales que ametrallaron a la población nayarita buscando a un narco de quinto talón, fingieron no darse por enterados de que el jefe de la banda ensangrentada era nada menos que el protegido del gobernador, el procurador Edgar Veytia Camberos, valedor del candidato independiente, Layín, el gallo para la gubernatura, favorito de Roberto Sandoval, independiente del Centro.
Nunca pudieron descubrir que el entramado criminal de Veytia estaba conectado con el trasiego impulsado por los gobernadores de Chihuahua, Durango, Coahuila y el “independiente” de Nuevo León. Todo un cinturón que abarca el noroeste mexicano. Jamás supieron, dicen, que Veytia había acabalado con 4 mil millones de pesos la campaña del Bronco Rodríguez, protector de un compadre que sí le aceptó el jugoso negocio de la procuraduría neoleonesa.
Obviamente, toda la información para las autoridades estadounidenses está emergiendo de las pistas del preso de lujo en Brooklyn, El Chapo Guzmán. No puede ser de otra manera, para ellos, el de Badiraguato es su capataz, su operador en el trasiego. Un delincuente que sólo cumplió con hacer bien su tarea.
Los que no la hacen, ni saben cómo hacerla son los capataces de acá, del rancho grande, que han dejado sus huellas indelebles en cada rastro, en cada moche, en cada roce. Son más débiles que una flor de capomo. Son los que con sus fallidas ambiciones desorganizan a la delincuencia. Son los ejecutables a modo. Pero parece que ni lo saben.
Son los próximos candidatos a la aprehensión. Los datos que ha proporcionado El Chapo, desde hace décadas forman gruesos expedientes imposibles de pasar por alto. Son los traidores nacionales y los ignorantes e ineficientes ante su patrón, el Imperio, independientemente de quien sea el inquilino de la Casa Blanca en Washington.
Pero se les quemaban las manitas por extraditarlo, esperando que teniéndolo les iban a poner una estrellita en la frente.
A cambio, están esperándolos gruesos expedientes con investigaciones de juicio criminal en la Avenida Pensilvania, sede del poder gringo, al que tanto han obsequiado.
Y todo parece que les echarán el guante en cualquier sitio del ancho mundo, en donde se escondan.
Más asesinatos de periodistas inmunes al chantaje y al soborno
Los altos mandos del Ejército y de la Marina Armada dicen que nunca se enteraron que la justicia española capturó a ocho operadores del Mono Muñoz, mancuerna indispensable de Humberto Moreira, a quien soltó la Audiencia Nacional por presiones del gobierno mexicano y gestiones de Juan Armando Hinojosa, el aparente dueño de la Constructora Higa. Nunca se enteraron de las fosas clandestinas de los Zetas en Coahuila, ni de los negocios financieros de César Duarte en Chihuahua, que anda tomando café en El Paso.
Los asesinatos y atentados contra periodistas inmunes al soborno, a las amenazas y al chantaje continúan a todo vapor, producto de las componendas y complicidades entre casi todos los gobernadores y la Presidencia de la República. Pero de eso no se habla. Es lo que está prohibido. Hay que preservar y blindar las buenas conciencias.
Felipe Calderón acepta tácitamente el mayúsculo fraude electoral del 2006 que lo sentó en Los Pinos, a cambio de recetarle sus verdades a Humberto Moreira, quien le reclamó mandara marinos a Coahuila, cuando ahí no había mar. Pero el golpe del fraude, a través de la dichosa Carta de Bonhomía firmada por los gobernadores priístas queda para la memoria de las vergüenzas.
En un acto sin límites, el Comandante Supremo de las fuerzas armadas arma un mitin con 5,000 elementos de tropa y sus familias en el Campo Militar, distribuyendo panfletos con las porras prefabricadas en apoyo.
Los convirtió en un santiamén en una sucursal de Atlacomulco. A los militares los habían citado para anunciarles el aumento de sueldos. A cambio, los llevaron de aplaudidores. Otro baldón más para la inconformidad de los Juanes, de por sí lastimados por las preferencias presupuestales de Videgaray en favor de sus atildados marinos de azul, graduados en Panamá y Annapolis, las escuelas de contrainsurgencia.
El Banco de México acepta una inflación por arriba del 5% mensual de aquí para adelante. A cambio, ofrece sin lugar a dudas que el crecimiento del Producto Interno Bruto jamás será mayor al 1%, condenando a la mayoría de los mexicanos a esperar una mejoría en sus percepciones para dentro de setenta años.
La vergüenza es mayúscula al comprobar que es mayor el poder adquisitivo de cualquier guatemalteco a la de los mexicanos. Que nuestro ritmo de crecimiento se haya a la cola de toda América Latina. Que ya no tenemos para dónde hacernos. Que todo es un fiasco.
Somos la burla mundial. No es posible ayudarlos, pues a cambio de ello, el que lo haga será señalado como cómplice de todas esas actividades que forman el catálogo de las vergüenzas nacionales. ¿Usted qué hubiera hecho?
Índice Flamígero: No es casualidad que 22 priístas ocupantes de los máximos cargos políticos en sus entidades estén ahora mismo en la picota de la opinión pública y, en breve, del aparato de justicia, como esperamos todos. + + + En las muy evidentes negociaciones que Javier Duarte de Ochoa entabló -con el apoyo de quienes fueran sus asesores, José Murat y Enrique Jackson, en tanto “gobernó” Veracruz- para entregarse a las autoridades guatemaltecas, está la libertad de su esposa Karime Macías, de la familia de ella, y una pena que no sea mayor a dos años, para poder salir a disfrutar lo robado a los veracruzanos. Si no le cumplen -con el tardado proceso de extradición-, hablará, cantará… y pondrá en entredicho a su valedor.
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