El horario de Dios y el del capitalismo salvaje
Alberto Vieyra G. viernes 21, Abr 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Desde Julio César, gobernante romano, que vivió hasta 44 años a.C., pasando por los sabios mayas y el papa Gregorio Magno, allá por el 540 d.C., se comenzó a ajustar el tiempo cada vez con mayor sincronía a la naturaleza, pero desde la Primera Guerra Mundial en 1916, las horas se comenzarían a mover para favorecer al imperio capitalista.
Ya en 1784, Benjamin Franklin presentó un ensayo llamado “Proyecto económico para disminuir el costo de la luz”. Todavía en ese entonces se usaban velas. En 1916, Alemania inauguraría a las 23:00 horas del 30 de abril, el horario de verano, bajo la mentira de ahorrar luz y combustibles durante la Primera Guerra Mundial. Lo mismo ocurriría entre 1939 y 1945 que duró la Segunda Guerra Mundial, con un saldo de casi 60 millones de muertos. Después del conflicto bélico, el horario de verano cayó en desuso y se volvió al horario de Dios o el horario universal.
Sería hasta los años 60’s del siglo XX cuando en Estados Unidos, el capitalismo salvaje insistiría en el tiránico horario de verano, pero con fines estrictamente económicos.
Desde entonces, el reloj biológico de millones de personas en el mundo occidental está destartalado. A partir de 1996 cuando menos 70 países, incluyendo México, adoptarían ese horario de verano, que ha vuelto locos a más de mil 500 millones de ciudadanos de a pie, a los que se les roban 215 horas anuales de sueño, lo cual constituye un gravísimo problema de salud pública, que incide en problemas cardiovasculares, obesidad, accidentes de trabajo, percances viales, falta de aprovechamiento escolar, porque los alumnos se duermen, y un largo etcétera que genera caos social. Yo me pregunto, ¿qué es más importante, un supuesto ahorro de energía o la salud de miles de millones de habitantes?
El horario de verano no es lo que se dice, es mentira lo del ahorro de energía eléctrica. En todo México, con horario o sin horario de verano, se prenden exactamente los mismos focos y nada de que se ahorra la energía equivalente a la que usa el estado de Quintana Roo.
Nos queda claro que, para el imperio capitalista del mal, el tiempo es oro. Sí ¡Una máquina de hacer dinero! Pero para los sencillos habitantes, el tiempo es ritmo, un patrón de energías, una forma de sincronizarnos con la naturaleza.
El asunto es grave, porque ni el sol, ni la luna, ni las estrellas, salen a la hora que se le hincha la gana al gobierno y a la globalización imperial, sino como sabiamente dicen en el campo, a la hora de Dios y a esa misma hora, crecen o se agostan las plantas y los árboles; a esa misma hora se debe sembrar o cosechar.
Y quiero ver, a qué nación se le va a ocurrir primero promover ante las cortes internacionales un amparo contra el criminal horario de verano y un puñado de trasnacionales que nos roban el sueño a cambio de que los especuladores en las bolsas de valores, sigan haciendo más dinero en el mundo. ¿Sabe cuántas horas de sueño nos ha robado el imperio capitalista? Aquí se lo diré mañana.