Honestidad
Alberto Vieyra G. viernes 31, Mar 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
El tumbaburros reza que honestidad es ser: decente, decoroso, recatado, pudoroso, razonable, justo, probo, recto y honrado ¡Todo eso! ¿Con qué se come ese principio universal? ¿Qué tan honestos somos los seres humanos, pero sobre todo, los politicastros? ¡Ufff! ¿Alguien sabe de algún político honesto?
Y es que mire usted, el otro día escuchaba en un programa radiofónico a un joven que preguntaba si la política era negocio, ese hecho nos muestra que tan absurda es la concepción que se tiene del quehacer político, es decir que, si la política no da para ser un Javier Duarte, un Guillermo Padrés Elías, un Gabino Cué, un Raúl Salinas de Gortari, un Hilario Ramírez Villanueva, alias “Layín” o cualquier otro politicastro deshonesto, entonces la política no es un negocio.
Se olvida que, en el pasado, el quehacer político era la gran oportunidad para servir a los pueblos y no para servirse de ellos. No para robarlos a manos llenas. Hay una máxima del refranero que reza: “El que roba poco, merece la horca y el que roba un reino merece la gloria…”
Y es que a esos políticos que han saqueado a la nación se les venera por haber robado al reino, y a los que han robado poco merecen pudrirse en una cárcel.
Cuando el Palacio Negro de Lecumberri aún operaba como cárcel y siendo este átomo de la comunicación muy pequeño, acudí a visitar a un pariente que allí figuraba por motivos políticos y jamás olvidaré el relato de un sencillo habitante que por haber robado un pantalón se pasó más de 3 años tras las rejas… Historias como éstas las hay a granel en el sistema penitenciario mexicano.
Pero a los que roban a puños, o como si el mundo se fuera a acabar, los hacen que purguen condenas mediante el famoso arraigo domiciliario, o en supuestos penales a los que acuden solamente a pasar lista cada semana.
En el 2014, saltaría a la fama nacional, un politicastro populista del estado de Nayarit llamado, Hilario Ramirez Villanueva alias “Layín”, quien cínicamente revelaría que la primera vez que fue alcalde de Nayarit robó “poquito”. Hoy sabemos que este angelito robó a manos llenas en sus administraciones entre 2008 a 2011 y 2014 a 2017, pues según la Auditoría Superior del Estado de Nayarit (ASEN) las cuentas no le cuadran a “Layín”, quien hasta ahora no ha podido justificar en que se gastó poco más de 225 mdp.
Sí, hoy sabemos que “Layín” es el alcalde que no roba de a poquito, sino a puños, pues las auditorías practicadas en sus mandatos arrojaron que Layín ha evadido al fisco de manera descarada al no pagar los impuestos que deben pagar los municipios, que la facturación es alterada, que pagó obras de servicio que jamás se hicieron, y que llegó a pagar un desayuno por la nada despreciable cantidad de más de 102 mil pesos, ¿Invitaría a desayunar a todo el pueblo?
A mí me enseñaron que robar un peso, robar diez, cien, mil o un millón, es exactamente lo mismo: deshonestidad, tomar lo que no es de uno, y lo que no es de uno, merece respeto.
El caso es que este politicastro que ha robado a un reino, hoy busca la gloria, busca con la supuesta chaqueta de “candidato independiente” ser gobernador de Nayarit para robar a lo bestia.
La memoria política es fundamental cada que hay una elección en México y el mundo, porque las metidas de pata del electorado que otorga su voto por corazonadas y no por ciencia política, condena a los pueblos a vivir de sus eternos errores y sin aprender la lección de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.